«Incertidumbre», de David Lindley

Incertidumbre
David Lindley. Ariel
Barcelona, 2008. 255 páginas.

El principio de incertidumbre, que Werner Heisenberg enunció en la década de 1920, ocupa un lugar preeminente entre los descubrimientos científicos del siglo xx. Además, por su profundo significado epistemológico, ha sido adoptado con entusiasmo por filósofos, sociólogos e incluso por fanáticos de las teorías new age. En su sentido original, la incertidumbre se refiere a la imposibilidad de medir simultáneamente y con precisión arbitraria dos magnitudes físicas conjugadas, como la posición y la velocidad de una partícula. La incertidumbre que surge como límite es ciertamente ínfima, sólo observable cuando los objetos de estudio son los propios de la física cuántica, mucho más pequeños que cualquier otra cosa que ocupe nuestra experiencia diaria.

Aun así, es innegable que desde el punto de vista de las teorías del conocimiento, un principio negativo como éste representó un fuerte golpe a los modelos mecanicistas. Por primera vez se definía un límite a nuestro posible conocimiento de la naturaleza, obtenido además a partir de la más sólida y precisa de nuestras teorías físicas, la mecánica cuántica. Por las mismas fechas otro golpe de igual fuerza derrumbó los modelos formalistas de la matemática: el teorema de Gödel demostró que todo sistema de axiomas matemáticos es necesariamente incompleto o inconsistente. En conjunto, Gödel y Heisenberg cerraron definitivamente la «puerta del perfecto conocimiento» a las dos ramas de la ciencia más prometedoras para comprender el universo: la física y las matemáticas.

David Lindley ataca el origen y el desarrollo del principio de incertidumbre desde tres perspectivas diferentes: la del historiador, la del filósofo y la del físico. Como físico de formación, demuestra una clara comprensión no sólo de los principios que subyacen en la discusión, sino también de las ideas cruzadas entre los tres genios que la mantuvieron. El propio Heisenberg, que enunció su principio a partir de consideraciones matemáticas surgidas de su mecánica de matrices; Niels Bohr, que generó la interpretación hoy más aceptada de las ecuaciones, y Albert Einstein, padre involuntario de la teoría cuántica y el mayor detractor de su interpretación habitual. Este diálogo entre gigantes aparece reflejado en el libro, con un gran trabajo de documentación histórica. El autor también refleja las diferentes actitudes de físicos, epistemólogos y filósofos de la ciencia ante el freno que el principio de Heisenberg representa para el avance de nuestro conocimiento.

El libro de David Lindley se lee con gran placer, y si algún defecto se le puede poner es el de ser demasiado breve. El lector  llega al final del libro con la sensación de que el autor podría haber continuado escribiendo durante muchas más páginas, que hubiéramos seguido leyendo con la misma atención. En el fondo, este supuesto defecto es la marca de un excelente autor y de una lectura muy recomendable.

© Mètode 2009 - 63. Los miedos a la ciencia - Número 63. Otoño 2009

Observatorio Astronómico de la Universitat de València.