¿Por qué la cópula del acentor común dura una décima de segundo, mientras que la del loro vasa dura más de hora y media? ¿Alguno siente placer? ¿Son capaces los pato-petreles antárticos de detectar «paisajes de olores» sobre el océano para encontrar su fuente de alimento? ¿Cómo ve el mundo un halcón, con su doble fóvea, volando en picado a más de 300 km/h? ¿Por qué la barnacla cariblanca «vela» a su pareja muerta durante más de una semana? Tim Birkhead nos acompaña en un recorrido por el mundo en busca de las aves más sorprendentes, y nos explica lo que (se piensa que) sienten ellas al ejecutar determinados comportamientos. Así, capturamos kakapos en la noche neozelandesa, anillamos pollos de arao en los acantilados de la isla galesa de Skomer, buscamos carpinteros reales en los pantanos de Florida o estudiamos el comportamiento sexual de los bufaleros en Namibia. Todo ello, con un lenguaje riguroso, pero a la vez campechano, perfectamente capturado por la traducción de Ana González. Birkhead complementa sus más de cuarenta años de experiencia estudiando el comportamiento de las aves con entrevistas a numerosos investigadores e investigadoras de todo el mundo, y una extensa y actualizada revisión bibliográfica.
La edición es sobria, casi espartana, donde solo media docena de ilustraciones en blanco y negro rompen la monotonía de letras. Por lo demás, casi no hay errores tipográficos; lástima que quizás el menos intrascendente haya ido a parar a la solapa frontal del libro, donde se cita otro de los libros de Birkhead, Una sutil perfección, sobre los huevos de las aves, y que ha quedado como Una sutil percepción.
El libro incluye, claro, un capítulo para cada uno de los cinco sentidos: vista, oído, tacto, gusto y olfato. Pero también uno sobre el sentido magnético, y otro sobre las emociones (el más especulativo y, a la vez, provocador). Pero, alejado de una descripción impersonal, Birkhead sumerge al lector en el proceso de descubrimiento, contextualizando los hallazgos y explicando la motivación de los investigadores implicados, y desliza, de paso, las bases de la metodología científica. Mención especial, en este contexto histórico, merece el capítulo dedicado al olfato, cuyo estudio ha estado dominado por mujeres, tras los trabajos pioneros de Betsy Bang («Ella solita transformó el estudio del olfato aviar») y Bernice Wenzel en la década de los cincuenta.
Son innumerables los detalles que uno podría destacar de esta obra, que sorprenderán y fascinarán tanto al aficionado a las aves y a la naturaleza en general como al profesional, que sin duda descubrirá aspectos sobre las aves que difícilmente hubiera imaginado. La capacidad de los guácharos de volar en la oscuridad mediante la ecolocalización; de la aguja colipinta, de volar ininterrumpidamente durante 11.000 km, seguramente durmiendo en vuelo; del correlimos gordo de utilizar las diferencias de presión generadas al introducir el pico en la arena para detectar bivalvos escondidos en ella, o del cárabo lapón de ubicar con precisión un ratón, invisible bajo la nieve, por medio de la asimetría de sus oídos, son una muestra de las sorpresas que nos depara el texto.