E = m c2 es probablemente la más famosa de las ecuaciones fun-da-men-tales de la física. Ahora bien, esta «fama» de la ecuación como entidad matemática, «e igual a eme por ce al cuadrado», ¿la tiene también su significado, su origen y su trascendencia? Los autores profundizan en todos estos aspectos, hablando de la evolución histórica de conceptos como el de «observador», «espacio-tiempo» o «velocidad máxima», de las contradicciones entre las teorías aparentemente incuestionables y las nuevas, que motivaron a principios del siglo xx la revolución conceptual sobre el tiempo, lo que dio lugar a la relatividad especial, a E = m c2 y, de aquí, a todas las reinterpretaciones y explicaciones de nuevos fenómenos. En todo este recorrido, los autores se arriesgan a hacer algo muy interesante; se atreven, en el contexto de la divulgación, a abrir la caja del operativismo: las matemáticas no son solo una herramienta poderosamente descriptiva sino también asombrosamente predictiva, como repiten a lo largo de los capítulos. Este «poder» se basa en la fuerza de la abstracción, la generalización y la consistencia; son herramientas que facilitan el aprendizaje y la construcción científica, pero definen al mismo tiempo dos bandos aparentemente irreconciliables: los que las saben emplear y los que no. La ciencia en educación secundaria (la física, en particular), hace un uso abusivo (y descontextualizado) de este operativismo –la fórmula se plantea como un fin más que como una herramienta hacia la construcción de conceptos–. En cambio, la divulgación marca una clara dirección hacia la argumentación del concepto sin «operaciones que molestan», relegando al lector o al oyente a hacer de público profano de un mágico espectáculo. La educación secundaria y la divulgación son las fuentes estándares de transmisión científica, y el mensaje de ambas está claro: o bien por exceso o bien por defecto, el papel del operativismo en el equilibrio «lenguaje-concepto» es el de un obstáculo molesto. El atrevimiento exitoso de los autores radica en convertir este obstáculo en una parte natural y facilitadora del proceso de aprendizaje. El lector pasa de ser un mero espectador a ser protagonista de la construcción de los significados. Otro aspecto interesante del libro es el uso del lenguaje común. Evidentemente las matemáticas empleadas por los autores son de saber general, y no artefactos simbólicos más sofisticados; eso limita la capacidad de explicación de ciertos tecnicismos. Es realmente complicado renunciar a un lenguaje tan preciso como las matemáticas para explicar conceptos que requieren esta precisión, por un lenguaje tan impreciso como el lenguaje común, trufado de polisemias y connotaciones. Los autores lo logran de sobras. El libro es de lectura recomendada y casi obligatoria para una alfabetización en física moderna, que va más allá de la relación entre masa y energía: el modelo estándar, las partículas elementales, los diagramas de Feynman, incluso la simetría gauge, el mecanismo de Higgs y la relatividad general, claro. Así, ¿Por que E = m c2? nos hace participar activamente de cuanto sabemos del universo. Paula Tuzón. Centro de Promoción Científica Conecta, Valencia. |
¿Por qué E = m c2?
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