«Vilafranca (Els Ports)», de Paco Tortosa

100-80
Vilafranca (Els Ports)
Un mar de pedra seca a mil metres d’altitud
Paco Tortosa
Edicions 96. La Pobla Llarga, 2013. 504 páginas.

En agosto del 2013 se presentó en Vilafranca un libro de gran formato que debería tener una difusión más allá de la localidad que lo ha inspirado. Se trata del compendio del trabajo de todo un año del geógrafo Paco Tortosa (Vallada, 1954). Con un entusiasmo contagioso, Paco ha vivido todo un ciclo anual –con los diferentes colores de las cuatro estaciones, y sometido a los arbitrios del viento, la nieve, la lluvia o el sol, según haya hecho falta– en esta población. El resultado ha sido el título que ahora gloso, Vilafranca (Els Ports). Un mar de pedra seca a mil metres d’altitud (Edicions 96).

Lo que tiene de particular este texto es que Paco Tortosa ha llevado a cabo –una vez más– lo que mejor sabe hacer: escrutar el alma de un paisaje y de un paisanaje, investigar a fondo la vida de un pueblo que guarda un tesoro a su seno: la arquitectura de la piedra seca. En realidad, Paco lleva muchos años haciendo este trabajo. Como lo ha definido Joan Romero, él es uno de nuestros más destacados paisajistas, y lo ha demostrado ya en una treintena de publicaciones, decenas de audiovisuales, cartografías temáticas y estudios etnográficos. Pero no solo le interesan los árboles o las piedras. Él sabe indagar en el interior de una colectividad, donde es tan importante la vida en una masía aislada como la rutina de un horno o de una zapatería. El resultado ha sido un volumen formidable, con casi dos mil fotografías, que ha contado también con la participación cartográfica de Pau Fuster.

Pau y Paco han resultado una pareja profesional muy bien compenetrada. Supongo que no se quedarán aquí y, en los pueblos que vayan contratando sus servicios, les irán ofreciendo estas miradas minuciosas y taxativas de microgeografía humana, capaces de recoger el latido profundo de un traspaís. Ellos han comprendido perfectamente que ante un cerro, un barranco, un bosque o un paisaje humanizado el ser humano se tiene que ofrecer íntegro, y por eso en algunas de las imágenes del libro el propio Pau hace contrastar su desnudez con la aridez perfecta de una orografía indómita pero acogedora. En eso son buenos continuadores de otro amante de estas comarcas, el fotógrafo Francesc Jarque. Nadie como un fotógrafo para apreciar como es debido la plasticidad inherente a estos relieves, estas sierras, este inacabable muro.

Jarque publicó hace años una emblemática colección de imágenes de este rincón de Els Ports con el título de L’home i la pedra, que después continuarían Francesc Miralles, Julio Monfort y Margarita Marín en el volumen Els homes i les pedres. La pedra seca a Vilafranca: un paisatge humanitzat, que incluía una completa descripción de la técnica arquitectónica y que tuve el placer de prologar. Allí escribí estas palabras: «Con el tiempo, el medio litógeno ha encontrado una respuesta adecuada en sus pobladores: la arquitectura de la piedra seca. Sin duda el Gran Arquitecto pretendía instaurar el Orden cuando jugó a los dados con la roca madre, pero en primera instancia su furor fundador provocó un pequeño caos de tamaño colosal. La arquitectura de la piedra seca es una metáfora de la lucha del hombre contra el caos y en favor del orden, de su deseo de emular a Dios a pequeñísima escala. Es un acto creativo puro y primordial: recoger piedra, amontonarla, construir. En Villafranca –en toda la comarca, pero especialmente en este enclave industrioso–, como en muchas grandes áreas geológicamente semejantes en todo el litoral mediterráneo, los hombres han luchado para domeñar las piedras. Con ellas construyen muros, casas o casetas, cisternas, monumentos. Ellos, los hombres y las mujeres de este país, también ganan, con el tiempo, una pátina característica, adusta y rojiza, calcárea y áspera. Es una forma que tienen de mimetizarse con el terreno, de confundirse, de camuflarse. Es un efecto colateral del tan socorrido paisaje humanizado».

«Obras como esta pueden descubrir a la inmensa minoría un territorio que se ha mantenido casi virgen, profundo y salvaje como la fragancia de un bosque en otoño»

Leer el libro de Paco Tortosa (con una magnífica introducción del erudito villafranquino Josep Monferrer) es adentrarse en la vida cotidiana de una villa que está lo bastante lejos de la «civilización» como para haber mantenido incólumes costumbres y usanzas que en otros lugares de nuestro país ya se consideran reliquias del pasado. Pero eso forma parte del encanto de este lugar, donde aún hay un puñado de masías en activo llevando a cabo un tipo de vida que se comunica directamente con la que ha enraizado tradicionalmente desde el fondo de los siglos.

No todos los municipios valencianos cuentan con una visión tan completa y apasionada. De hecho, solo un puñado pueden competir en esto. Entre veranear en Benidorm o en Vilafranca, la mayoría absoluta de los implicados escogerían con los ojos cerrados el pequeño Manhattan de La Marina. Obras como esta, sin embargo, pueden descubrir a la inmensa minoría un territorio que se ha mantenido casi virgen, profundo y salvaje como la fragancia de un bosque en otoño. Estos, con el correspondiente salvoconducto, serán bienvenidos. Y gracias a Paco Tortosa y a los que han colaborado con él accederán a un estrato de nuestra realidad que ni tan siquiera sospechaban.

© Mètode 2014 - 80. La ciencia de la prensa - Invierno 2013/14

Assagista. El seu darrer llibre és Les hores fecundes (Ed. Bromera).