José Antonio Orts, artista re-creativo

Stellarium de José Antonio Orts

El arte y la ciencia son, desde luego, cosas muy diferentes, pero no por ello menos emparentadas. Puede que no esté de más recordar que la palabra arte procede de la latina ars, y esta de la griega téchnē, ‘técnica’. O que los artistas que por vez primera se reivindicaron como «creadores» (y no como artesanos) fueron los renacentistas, que no solo sabían pintar, esculpir o diseñar edificios, entre otras cosas, sino que estudiaban cultura grecolatina, así como anatomía y geometría (hasta Galileo no había propiamente física, pero es casi seguro que también la habrían estudiado). Sin embargo, es cierto que las relaciones entre ciencia y arte se hicieron más problemáticas a medida en que durante los siglos siguientes se fue poniendo de manifiesto el potencial irresistible de los continuos avances del saber, con sus consecuencias, es decir, sus aplicaciones técnicas, como epítome de un progreso indudable pero sin aparente equivalencia en los territorios del arte. De hecho, en el presente son muchos los y las artistas que aprovechan las nuevas tecnologías, que la ingeniería desarrolla a partir de los hallazgos científicos, para producir sus obras. Si no siempre alcanzan el éxito esperado, tal vez se debe a que en ocasiones las toman tal como las encuentran, en registros o softwares imponentes a los que se pliegan casi por necesidad. Como veremos, no es este el caso de José Antonio Orts.

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José Antonio Orts. Espacio en Do Mayor, Colección del IVAM-Centre Julio González, 2003. Componentes electrónicos, células fotoconductoras, altavoces y tubos de PVC. Instalación sonora fotosensible que produce armonías musicales siguiendo los movimientos del público, incluidos los pequeños matices del gesto. / Juan García Rosell

En efecto, su trayectoria viene resultando única por muchas razones. Lo primero que sorprende son sus raíces, que se hunden en una rigurosa formación como compositor musical. A partir de ella decidió conectar con las artes plásticas; primero, efímeramente, con la pintura, pero enseguida por medio de distintas series de instalaciones escultóricas a base de tubos de PVC, células fotosensibles y circuitos electrónicos en las que lograba que se produjesen sonidos (bien afinados) de manera interactiva; esto es, en función de la luz resultante de los libres movimientos de los espectadores. Con el tiempo, Orts ha ido introduciendo nuevos y más complejos elementos y dispositivos, se diría que en una dirección cada vez más centrada en el registro visual que en el sonoro, sin olvidarlo, pero siempre inventando sus propias técnicas, experimentando con procesos físicos y re-creando en forma de arte las propiedades de sus componentes.

 

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José Antonio Orts. Octeto sensible, 2022. Componentes electrónicos, células fotoconductoras, altavoces y tubos de PVC blanco. Instalación sonora fotosensible que produce melodías según los movimientos del público.

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José Antonio Orts. Dúo (osciladores fotosensibles), 2023. Componentes electrónicos, fotorresistencias, altavoces y aluminio. Escultura sonora fotosensible que transforma, instantáneamente y sin inercia, todas las variaciones de intensidad luminosa en variaciones de frecuencias sonora. Su forma permite un movimiento oscilante que añade la posibilidad de escuchar el resultado de su movimiento.

En un momento dado, cuyos resultados se vieron hacia 2014, comenzó a interesarse por las propiedades del agua y de sus posibilidades en el marco de sus experimentaciones plásticas. Aquí lo interesante estriba en la forma en que combina materiales naturales (el agua) con otros derivados de las nuevas tecnologías (por ejemplo, el led). Esto se hace evidente en alguna de sus obras más recientes; por ejemplo, en Hidrofanía (Juego de agua), en donde aprovecha metales de diferente electronegatividad para atraer los iones del agua y producir una corriente eléctrica suficiente para encender unos leds, un par de insospechadas luminarias verdes. Aquí, al igual que en el resto de sus trabajos, se percibe la manera en que combina el juego con la física con las exigencias propias de una obra de arte. O bien, por hablar de otra obra reciente, Rompecabezas fotovoltaico, nos encontramos con que leds, puentes de metal, condensadores y placas fotovoltaicas se articulan de tal modo que se pueden usar como fichas de un juego. Al espectador, eventualmente bien guiado, se le proponen una multitud de problemas relativos al cálculo de intensidades, tiempos de encendido y de conductividad.

Finalmente, está claro que Orts no es un científico, ni lo pretende, en la medida en que no se plantea confirmar hipótesis o teorías, pero también lo es que sus procesos de investigación le conducen a una forma de arte solidaria con la práctica de la ciencia e incomprensible sin ella. 

© Mètode 2024 - 120. Ciencia a diestro y siniestro - Volumen 1 (2024)

Catedrático de Estética en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Castilla-La Mancha (Cuenca).