Ciencia recreativa en la naturaleza

Una visión sobre el terreno

Esta colaboración tiene como objetivo reflexionar sobre la ciencia recreativa al aire libre y sus relaciones con la enseñanza, la divulgación científica, el coleccionismo o el turismo geológico. Se propone una visión radical sobre la experimentación científica fuera del ámbito académico, con más variedad de técnicas, procesos y materiales, enfatizando la importancia del objeto, a menudo de origen natural, como motivador de la percepción, de la observación fina y de la curiosidad científica. También se considera brevemente el efecto que puede tener sobre el medio natural y se plantea la necesidad de encontrar un equilibrio entre presión humana y respeto al entorno. Finalmente, se sugiere la incorporación de actividades de ciencia recreativa en casas de colonias, hoteles rurales y alojamientos en la naturaleza, e incluso en espacios específicos, como ocio que reclama la sociedad del conocimiento.

Palabras clave: ciencia recreativa, STEAM, cultura maker, coleccionismo científico, turismo geológico.

Introducción: ciencia recreativa y divulgación científica

La primera vez que el autor de este texto leyó juntas las palabras ciencia y recreativa fue gracias al celebérrimo libro de José Estalella Graells (Estalella, 1918), ahora hace más de cuatro décadas. Este libro modesto pero fecundo en propuestas y reflexiones fenomenológicas está todavía plenamente vigente y tiene un planteamiento lúdico repleto de pequeñas manipulaciones matéricas que enriquecen las sobremesas y el conocimiento científico de sus participantes. Y es que, a menudo, ciencia recreativa es sinónimo de disfrute, sorpresa o habilidad experimental, detrás de los cuales se esconde algún fenómeno curioso o una causalidad científicamente interesante, muchas veces en el campo de la física, la química o la geometría, digamos, «de salón», el comedor de casa de la actualidad. Hoy, la ciencia recreativa de José Estalella se ha trasladado de la sobremesa doméstica a otros espacios como son el aula y la naturaleza, entre otros, y ha ampliado su foco con materias propias de la historia natural.

Desde la perspectiva de este autor, la ciencia recreativa es una amalgama de experimentos, demostraciones y manipulaciones aplicable a muchas áreas de transmisión de conocimiento, incluyendo el mundo escolar (al menos en las primeras etapas formativas, en primaria y en ESO). No obstante, recordemos que la transferencia del conocimiento científico no es en absoluto exclusiva del ámbito académico. Encontramos divulgadores extraordinarios en YouTube, en varios canales de radio y televisión, en librerías y bibliotecas, en los museos de ciencia, y en mil y un actos de todo tipo y motivación.

Así, la ciencia recreativa es la gran aliada del divulgador científico, que ha de proveer a la sociedad de un ocio de calidad, de un ocio que alimenta, concepto de Jaume Vilalta, creador y director del programa Quèquicom de TV3, galardonado en múltiples ocasiones. Alimentar con un ocio de calidad una sociedad básicamente urbana que, cada vez más, busca el contacto con la naturaleza, abre una puerta extraordinaria a la acción de la ciencia recreativa en la playa, en el bosque, en la montaña y también en el mundo rural.

Ciencia recreativa, mundo digital y heavy STEAM

La ciencia recreativa aporta a menudo un componente matérico que hoy tiene una importancia capital. Fijémonos: si observamos a los niños, a los adolescentes y a los adultos de nuestro alrededor, descubriremos que prácticamente nunca interactuamos con la materia con objetivos puramente experimentales. Sí que tocamos cosas, sí que manipulamos artefactos, pero siempre lo hacemos como usuarios, raramente como experimentadores con la voluntad de saber cosas y responder preguntas. Si queremos saber alguna cosa, abrimos un libro o el buscador, o buscamos en redes sociales. Las respuestas que obtenemos suelen ser de gran valor, pero lamentablemente tienen un común denominador: no nos permiten tocar, manipular ni experimentar. Sí que se hacen cosas en los espacios maker, pero casi siempre con una impresora digital o una cortadora láser. Sí que se construyen máquinas en los laboratorios de tecnología de los centros escolares, pero con un abanico reducido de materias primas. Siendo realistas, la digitalización, en cierta manera, ha empobrecido la riqueza material del ciudadano de hoy. Por suerte, si hay una actividad que pueda permitirse un amplio abanico de materiales con propiedades muy distintas, es la ciencia recreativa.

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Figura 1. Geoturismo en las islas Columbretes (Castellón). Fotografía de la jornada «Geolodía» celebrada en mayo de 2019. Esta iniciativa de divulgación se lleva a cabo por toda la península ibérica y propone excursiones guiadas por geólogos y geólogas, y abiertas al público general. / Marc Boada

Esta aporta un complemento matérico al universo digital en el que vivimos inmersos. Porque tal como aprendimos de Jorge Wagensberg, el diálogo entre fenómeno y objeto es esencial en la transmisión de conocimiento (Bär, 2005) y eso implica tocar la realidad; justamente lo que hacemos cada vez menos.

Esto enlaza con una nueva concepción de la enseñanza tradicional llamada STEAM (del inglés science, technology, engineering, art and mathematics). Según esta interesante y valiosa filosofía educacional (Feldman, 2015), el diseño de actividades pedagógicas transversales facilita el aprendizaje y la adquisición de competencias, y en esto la ciencia recreativa juega un buen papel. Pero quizás deberíamos pensar que esto solo es un primer paso que lleva hacia lo que el autor de estas líneas llama heavy STEAM. Esta filosofía busca una actitud más cercana a la ciencia de garaje que ha producido históricamente grandes ideas, a la filosofía norteamericana del «Do it yourself» (a menudo abreviada como DIY), a la experimentación científica amateur más radical, a los trabajos de investigación con una alta complejidad experimental (Carter et al., 2021).

En el mundo del heavy STEAM, el experimentador puede buscar bibliografía e información en el móvil o la tableta, y utilizar las herramientas digitales con soltura, pero después selecciona materiales por sus propiedades, toma medidas, corta con sierras y perfora con trépanos, se ensucia las manos, hace pruebas, ajusta parámetros y disfruta de los resultados. Es decir, la ciencia recreativa podría o debería ser la puerta de entrada a un mundo más analógico, y perfectamente compatible con el digital, donde el contacto directo con la materia y su diversidad sea el eje central.

Geociencia recreativa: explorar, documentar y experimentar

Después de estas reflexiones, llega el momento de ensuciarse las manos o, como mínimo, las botas. Subimos al coche y, ¿a dónde vamos? ¿Dónde se esconde la ciencia recreativa en la naturaleza? La respuesta es simple: prácticamente en cualquier lugar. Para ilustrarlo, empezaremos por la parte inerte de la realidad, la parte geológica.

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Figura 2. Fragmento de un fósil de amonita, un tesoro natural ya extinto. Este fue recogido en la sierra de Tramontana, en Mallorca, en 2021. / Marc Boada

Tomando como punto de partida la oficina de redacción de esta revista, y a pocas horas de distancia, encontraremos auténticas maravillas. Hacia el norte, podremos estudiar desde estructuras geológicas periglaciares, como las de la sierra de Javalambre, en Teruel, hasta pitones volcánicos desgastados como los de las islas Columbretes en Castellón (Figura 1). También podremos visitar minas, encontrar fósiles de toda clase (Figura 2), observar pinturas rupestres, recoger sílex tallado en cualquier orilla y saltar desde rocas triásicas hasta estratos antropogénicos. Si nos dirigimos hacia el sur, la felicidad científica también está garantizada. Podremos visitar volcanes en medio del mar, observar diversos afloramientos del estrato más famoso del planeta –el límite K/Pg, la capa enriquecida con iridio que marca la frontera entre la era secundaria y la terciaria– muy cerca del municipio de Agost (Alicante) o en Caravaca de la Cruz (Murcia), y fascinarnos con las estructuras tectónicas de las sierras ibéricas. Más allá, tanto hacia arriba como hacia abajo en el mapa, nos esperan los cabalgamientos pirenaicos, los grandes afloramientos secundarios llenos de dinosaurios, y la faja pirítica del sur de la Península. Así pues, si seguimos procesos adecuados de documentación científica, con apoyo de herramientas informáticas, GPS, etc., volveremos a casa no solo cargados de experiencias y sensaciones, sino de materiales útiles para continuar aprendiendo y experimentando. Ahora veremos cómo.

En primer lugar, la fotografía de naturaleza es una forma de ciencia recreativa, como también lo es el dibujo científico del paisaje geológico (Figura 3), el llamado geosketching (Camps Gamundi, 2018). Pero, sin duda, la parte más material de la documentación científica son las muestras. Para el experimentador incansable, el naturalista amateur y el coleccionista enciclopédico, el campo juega un doble papel: es la fuente de inspiración y el espacio de aprovisionamiento de material (Boada Ferrer, 2013). Recolectar es maravilloso, ya lo dice el mismo Estalella: «… al visitar minas, ha de procurar todo joven estudioso, recoger diversas muestras de los minerales…» (Estalella, 1918, p. 419). Y es que uno no sabe nunca que encontrará paseando por las montañas. Ahora bien, todo tiene un límite y, sobre todo, un coste que nos obliga a actuar con mucha cautela (hablaremos más adelante de esto).

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Figura 3. El geosketching o dibujo del paisaje geológico es una vía para adquirir conocimientos geológicos y a la vez documentar el territorio. / Marc Boada

Claro está, las piedras son objeto prioritario de la geociencia recreativa. ¿Quién no ha recogido una piedra curiosa alguna vez? El mundo está lleno de estas. Las piedras son fragmentos de rocas y las rocas nos lo explican todo acerca de las dinámicas geológicas de este planeta. Ya lo dijo Jorge Wagensberg: «Para explicar una piedra concreta (de este planeta o de otros) hay que remontarse al big bang». Si nos interesa el vulcanismo, por ejemplo, solo hay que recorrer el levante ibérico, desde los Pirineos hasta Gibraltar, y encontraremos todo tipo de rocas volcánicas. Con las rocas adecuadas podemos construir una litoteca de gran valor pedagógico y elaborar maletas didácticas –contenedores pedagógicos que desarrollan un tema del currículo educativo– sin necesidad de comprar los materiales (Boada Ferrer, 2020).

Esto nos lleva al segundo grupo de materiales que podemos obtener del mundo mineral: en la actualidad, cuando necesitamos un material, lo más habitual es adquirirlo. Pero eso nos esconde una parte muy importante de la cadena tecnológica que lo ha traído hasta nuestras manos. Por ejemplo, cuando los niños y niñas hacen modelado de barro o usan pinturas, tanto en clase de expresión plástica, en casa, o en actividades extraescolares, manipulan una materia que ya ha sido preparada para su utilización. No obstante, encontrar un poco de barro y purificarlo para modelar, buscar arena magnética en la playa para hacer líneas de campo magnético (Figura 4) o encontrar piedras tintóreas y triturarlas para convertirlas en pigmentos no es tan difícil. Siguiendo el proceso, se disfruta y se aprende mucho (Boada Ferrer, 2016).

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Figura 4. Líneas de campo magnético tridimensionales materializadas con polvo de magnetita recogido en las playas del cabo de Creus, Girona. El imán de herradura tiene tres centímetros de diámetro. / Marc Boada

Finalmente, la geociencia recreativa nos lleva a descubrir paisajes bellísimos, a perseguir pliegos y estructuras sorprendentes, y podemos hacerlo solos o en compañía. Cada vez más a menudo, los geoparques y los museos locales y comarcales organizan salidas para el público general. De la misma manera, empresas de actividades de ocio y divulgadores científicos, como el que esto escribe, acompañan grupos familiares a descubrir parajes geológicos. El turismo geológico ya es una realidad y puede convertirse también en geociencia recreativa.

Experimentar con la materia viva

Si del mundo inerte podemos sacar vivencias, paisajes y materiales para estudiar o experimentar, el sustrato vivo, con la extraordinaria diversidad que presenta, nos permitirá disfrutar a otro nivel. Desde el disfrute puramente observacional al visitar un hermoso hayedo, hasta el estudio de las sucesiones altitudinales de los estratos vegetales, todo es merecedor de una visita y abre la puerta a una serie de actividades (Chinery, 1980).

En las excursiones a la naturaleza, podemos recolectar ejemplares para un herbario, o muestras de hongos y musgos (con cautela) para hacer ecosistemas cerrados que gustarían mucho al señor Estalella (Figura 5; Shields, 2022). También podremos encontrar plumas, cráneos, egagrópilas, cuernos, dientes, nidos caídos y mil y una curiosidades inesperadas que podemos recoger o documentar. Si no hallamos ninguna de estas cosas, salir al bosque con una buena lente de aumento es igualmente una experiencia única que toda criatura debería experimentar: por ejemplo, acercarse a cualquier río de aguas limpias, tomar una muestra del sedimento del fondo y examinarlo con una lupa binocular (Figura 6). Un universo diminuto aparecerá ante sus ojos.

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Figura 5. Ecosistema dentro de un bote. Bien hecho, la vida contenida en el interior puede mantenerse de forma autosostenida durante décadas. / Marc Boada

En el bosque también encontraremos elementos necesarios para construir juguetes preciosos. Con ramas, frutos, fibras, tallos y una navaja podremos fabricar molinillos de agua y de viento, silbatos, figuras grotescas, juegos de equilibrio, instrumentos musicales y peonzas que nos transportan al encantador mundo del juguete tradicional del mundo forestal. El bosque también permite explorar los nuevos registros artísticos de hoy (Figura 7), como el land-art o el forest-art, muy comprometidos con la sostenibilidad.

Así mismo, la ciencia recreativa de hoy conecta con la ciencia ciudadana. Los recuentos de especies de aves o de murciélagos, de datos meteorológicos y de floración vegetal, de especies de hongos y de líquenes, y naturalmente de datos corológicos de anfibios, reptiles y mamíferos, por citar algunos casos, son una forma de hacer ciencia más cooperativa. Un ejemplo son los proyectos impulsados desde la Red de Parques Naturales de la Diputación de Barcelona (2023), como Natusfera o RiuNet.

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Figura 6. Un experimento fácil de hacer en la naturaleza es tomar una muestra del sedimento del fondo de un río o riachuelo y examinarla bajo una lupa binocular. En la imagen, el río Tinto (Almería), un lugar de parada obligatoria para buscar organismos extremófilos. / Marc Boada

Ciencia recreativa en el campo: recolección, nunca depredación

Como ya hemos apuntado, tenemos la suerte de vivir en una península con una gran diversidad. Tenemos a nuestro alcance una variedad geológica extraordinaria, que se refleja en un amplio catálogo petrológico, mineralógico y paleontológico, por no hablar de la parte geomorfológica, tectónica y sedimentaria. Sobre esta capa rocosa se instala un tejido vivo riquísimo. Sin desplazarnos muy lejos, podemos saltar de las maquias litorales a las pasturas alpinas, pasando por zonas de monte bajo, hayedos o robledales espectaculares; naturalmente, descubriremos la impresionante diversidad de la vida escondida entre piedras y plantas, con miles y miles de especies de los cinco reinos.

Así pues, nos resultará muy fácil encontrar y recoger materiales para nuestras colecciones o simplemente para experimentar, y aquí aparece el conflicto. Un conflicto que radica en el frágil equilibro entre recolección y conservación, entre estudio y preservación.

Recolectar muestras del mundo natural puede hacerse (a veces, debe hacerse), pero siempre desde un respeto esmerado y con mucha cautela. El geólogo amateur sufre esta tensión de forma particular cuando descubre fósiles excepcionales que están destruyéndose a la intemperie, pero cuya recolección está expresamente prohibida. Esto tiene su lógica: todos los grandes yacimientos paleontológicos, arqueológicos y minerales han sido esquilmados: es necesario proteger lo que queda. Pero también hay que entender que el coleccionismo amateur de fósiles, minerales o rocas es de una importancia excepcional. En primer lugar, porque la ciencia recreativa practicada con responsabilidad comporta una fecunda colaboración con las instituciones científicas. ¿Cuántos amateurs han encontrado especies nuevas? ¿Cuántos yacimientos arqueológicos y paleontológicos han sido descubiertos por prospectores aficionados? La respuesta es clara: ¡muchos! (Leber, 2019; MacFadden et al., 2016). En segundo lugar, está el que quizás es el factor más importante: el coleccionismo sistemático y serio es la semilla de muchas vocaciones científicas.

Sir David Attenborough, coleccionista de fósiles desde muy pequeño y nada sospechoso de caer en la depredación, se puso a sí mismo como ejemplo de ello en una entrevista en la que repasaba su trayectoria (BAFTA Guru, 2017). Por tanto, es necesario tener un código deontológico que guie la ciencia recreativa en su interacción con el mundo natural y, armados con él, salir a explorar científicamente este planeta maravilloso.

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Figura 7. Esculturas hechas a partir de objetos recogidos en la naturaleza, en el marco de un taller para niños titulado «Diálogo de materiales». A la izquierda, pumitas coloreadas procedentes de São Miguel, Azores. A la derecha, figura zoomorfa hecha con materiales del macizo del Montseny. / Marc Boada

Ciencia en el mundo rural

Por todo el territorio, grupos de experimentadores reproducen las tecnologías siderúrgicas de la antigüedad y obtienen aceros forjados a partir de minerales (Boada Ferrer, 2015a). Aficionados a la cerámica y al esmalte montan hornos no muy complicados y obtienen objetos de belleza indiscutible. Arqueólogos experimentales reproducen procesos imposibles de ejecutar en un espacio interior y, en países del norte, los encuentros de amantes de las tecnologías tradicionales son cosa rutinaria.

Cada vez más, también en nuestro entorno, van consolidándose espacios donde no solo se hace ciencia recreativa de forma puntual, sino como proyecto estable en el tiempo. Lejos de la ciudad, en el mundo rural, existe un denso tejido de casas de colonias, alojamientos, centros de interpretación y espacios de acampada que han ido ampliando su catálogo de actividades con contenidos cada vez más científicos. Disponer de un espacio fijo al aire libre permite hacer una serie de experimentos que no pueden llevarse a cabo en otros lugares, como los que acabamos de mencionar; experimentos que llevan la ciencia recreativa a un alto grado de dificultad y rigor científico. Por poner algunos ejemplos, comentaremos las casas de colonias Eix Estels, o la Asociación Pèndulum para la Difusión del Conocimiento Científico.

Si estamos al aire libre y disponemos de tiempo, podemos hacer también observaciones metódicas de cambios meteorológicos y climáticos, podemos crear un géiser espectacular con fuego real, o un arcoiris de dimensiones épicas. En un espacio bastante grande, y para delicia de pequeños y adultos, solo necesitaremos un buen montón de arena, una manguera de agua y un poco de ingenio para reproducir el ciclo geológico externo con precisión científica (Boada Ferrer, 2015b). Si disponemos de un prado, podemos hacer volar una cometa, experimentar con concentradores solares, lanzar cohetes de aire comprimido o construir una maqueta a escala del sistema solar. Si tenemos un campo, podemos hacer un hotel de insectos, jugar con pinturas prehistóricas, hacer y cocer cerámica o cortar sílex, fundir metales y hacer química a alta temperatura… Y, naturalmente, los espacios exteriores son óptimos para conectarnos con el cosmos. La observación del trayecto de las estrellas o de las fases de la luna con los telescopios actuales es una fuente única de estímulo científico.

De forma extraordinaria, la ciencia recreativa al aire libre interactúa con el lugar donde se desarrolla, lo configura para satisfacer sus necesidades, y termina por convergir, casi sin querer, con otro espacio de recreación científica: el museo de ciencia. La similitud de funciones es extraordinaria, proveer de estímulo científico, pero la materialización es muy diferente. Es un espacio de interacción con la realidad donde la naturaleza misma constituye el marco y el objetivo; un lugar para la formulación de preguntas, pero todavía más directo, más auténtico, más perceptivo. Sería necesario, por tanto, proveer a nuestra sociedad de más espacios de ciencia al aire libre, accesibles, donde disfrutar al máximo de la ciencia recreativa en grupo, en familia, en primera persona. 

Referencias

Bär, N. (2005, 24 de agosto). «Conocer es aún más importante que comer», dice Jorge Wagensberg. La Nación. https://www.lanacion.com.ar/cultura/conocer-es-aun-mas-importante-que-comer-dice-jorge-
wagensberg-nid732586/

BAFTA Guru. (2017, 10 de junio). David Attenborough. A life in television [Archivo de vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=Gw1XhyvScfY

Boada Ferrer, M. (2013). Minería artesanal. Investigación y Ciencia, 440, 86–88.

Boada Ferrer, M. (2015a). Microsiderurgía. Investigación y Ciencia, 461, 84–87.

Boada Ferrer, M. (2015b). Geomorfología experimental. Investigación y Ciencia, 471, 85–87.

Boada Ferrer, M. (2016). Taller y laboratorio. Materiales cerámicos. Investigación y Ciencia, 477, 86–90.

Boada Ferrer, M. (2020). Carbono: El elemento estrella. Investigación y Ciencia, 520, 82–85.

Camps Gamundi, I. (2018). GeoloSketchers: El placer de dibujar la geología. Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 26(2), 245–248. https://raco.cat/index.php/ECT/article/view/338691

Carter, C. E., Barnett, H., Burns, K., Cohen, N., Durall, E., Lordick, D., Nack, F., Newman, A., & Ussher, S. (2021). Defining STEAM approaches for higher education. European Journal of STEM Education, 6(1), 13. https://doi.org/10.20897/ejsteme/11354

Chinery, M. (1980). Guía práctica ilustrada para los amantes de la naturaleza. Blume.

Diputación de Barcelona. (2023). Ciència ciutadana. https://parcs.diba.cat/web/conservacio-de-la-biodiversitat/ciencia-ciutadana

Estalella, J. (1918). Ciencia recreativa. Enigmas y problemas, observaciones y experimentos, trabajos de habilidad y paciencia (3.a ed.). Gustavo Gili.

Feldman, A. (2015). STEAM rising. Why we need to put the arts into STEM education. Slate. https://slate.com/technology/2015/06/steam-vs-stem-
why-we-need-to-put-the-arts-into-stem-education.html

Leber, J. (2019). Species sleuths. Amateur naturalists spark a new wave of discovery. Yale Environment 360. https://e360.yale.edu/features/field-
sleuths-the-amateur-naturalists-who-are-discovering-new-species

MacFadden, B. J., Lundgren, L., Crippen, K., Dunckel, B. A., & Ellis, S. (2016). Amateur paleontological societies and fossil clubs, interactions with professional paleontologists, and social paleontology in the United States. Palaeontologia Electronica, 19.2.1E, 1–19. https://doi.org/10.26879/161E 

Shields, J. (2022). How a closed terrarium can live for decades, no water added. HowStuffWorks. https://home.howstuffworks.com/closed-
terrarium.htm

© Mètode 2024 - 120. Ciencia a diestro y siniestro - Volumen 1 (2024)

Divulgador de ciencia, conferenciante, escritor, escultor y experto en ciencia experimental (España). Entre 2008 y 2011 presentó el programa Quèquicom en TV3. Fue colaborador habitual de la revista Investigación y Ciencia entre 2004 y 2022. Actualmente dirige la Asociación Pèndulum por la Difusión del Conocimiento Científico, donde lleva a cabo conferencias, talleres y pícnics científicos.