Cultura y economía del vino

Wine: culture and economy. Above all, wine is a food product, which, on gaining commercial importance, has also become a part of our economy. At the same time, wine also forms part of the classical Mediterranean agricultural trilogy (together with wheat and oil) and is a fundamental ingredient of our daily diet as well as an essential part of religious feasts, festivities and a form of escape. For all these reasons, wine is said to form a part of the Mediterranean civilisation and the term “wine culture” is often used.

Vino y sociedad

Desde hace algunos años se viene produciendo a escala internacional un renovado interés por el vino que va mucho más allá de lo meramente gastronómico. La liberalización de los mercados, gracias a la creación de la Unión Europea y de la Organización Muncial del Comercio en 1993, ha dado un nuevo impulso al comercio internacional. Al mismo tiempo, la rebaja en los impuestos sobre la venta de bebidas con menos de 15º alcohólicos y los descubrimientos médicos sobre ciertas bondades del vino para combatir enfermedades cardiovasculares o de prevención contra el cáncer han despertado el interés de muchos nuevos consumidores.

Este proceso se aprecia sobre todo en países que hasta ahora consumían poco vino pero tenían alto poder adquisitivo, como son todos los anglosajones, Japón y nuevos ricos del resto del mundo. Además, tanto en estos como en los viejos países mediterráneos de honda cultura vinícola como Francia, España, Italia e incluso continentales como Suiza y Alemania, el vino se ha convertido en un distintivo de calidad de vida, prestigio social y hasta de buen nivel cultural.

Se puede decir que economía y cultura vuelven a ir de la mano en un producto tan tradicional en la civilización y la dieta mediterránea como es este “fruto de la vid y del trabajo de los hombres”, según palabras de la propia liturgia cristiana, en la que el vino es nada menos que sacralizado al convertirse en la sangre de Cristo. Esta sacralización e incluso deificación del vino enlaza con la tradición israelita y con otras civilizaciones antiguas como son la mesopotámica, la egipcia (Osiris) y la griega (Dionisios), de la que también se sirve la romana (Baco o el Liber Pater).

    Probablemente desde los mismos orígenes de lo que hoy llamamos civilización mediterránea, el vino ha sido uno de sus componentes esenciales desde el momento que participaba en múltiples facetas de la vida: el vino es alimento, fuente de alegría y evasión, elemento sagrado y, por supuesto, sustento del viticultor y negocio del comerciante. Solamente otro cultivo, el trigo, posee también tales atribuciones, pero le falta esa connotación de distinción, de prestigio social, de variedad y exquisitez que se encuentran en el vino.

Un poco de historia: la difusión del vino hacia occidente

La tradición oriental antigua (mitología, textos bíblicos, etc.) y la arqueología contemporánea coinciden en que el origen de la vid cultivada, y por tanto, del vino debió estar en la región del Cáucaso y de los montes Zagros (actuales Armenia, Azerbayán, Irán) y que desde allí fue difundiéndose hacia occidente pasando por Mesopotamia, Siria, Fenicia, Egipto y Grecia. Los primeros vestigios sobre producción de vino se remontan al año 3000 antes de Cristo y han sido hallados en los montes Zagros, pero no fue hasta los siglos octavo y séptimo antes de Cristo cuando se produjo su introducción en las tierras litorales del Mediterráneo Occidental.

Las interpretaciones más verosímiles hechas a partir de los restos arqueológicos coinciden en que fueron los fenicios y los griegos quienes trajeron a nuestras costas primero el vino y luego el arte de la viticultura y la vinificación, domesticando las vides silvestres autóctonas. Los fenicios navegaron por la ruta del norte de Africa y colonizaron el litoral español desde la desembocadura del Guadiana hasta la del Júcar, y dejaron claras muestras de sus prácticas enológicas en el Puerto de Santa María (Castillo de Doña Blanca) y en Dénia (Benimaquia). Los griegos, pasando antes por Italia y el sur de Francia (Massalia) trajeron la vid y el vino a las costas de Cataluña (Emporion) y posiblemente al golfo de Valencia (Saguntum).

El proceso de romanización, a partir del siglo II aC, significó la incorporación definitiva de las comarcas litorales catalanas y valencianas al cultivo y la cultura del vino. La abundante información arqueológica recogida hasta el momento, tanto en tierra como en el fondo del mar, demuestra que la actividad vinícola y el culto al Liber Pater estuvieron muy extendidas por todo el litoral, especialmente en la región de Layetana, desde Iluro (Mataró) a Baetulo (Badalona) y Barcino (Barcelona); en Tarraco y sus alrededores; en la zona de Saguntum y en la de Dianion (Dénia). Aunque con distintas valoraciones, la literatura de la época ya menciona la existencia de varios vinos que se exportaban tanto a Roma como a las legiones que guardaban la frontera con Germania: vinos de Laietania, Tarraco, Saguntum, Baleares…, aunque ninguno tan prestigiado como el de Lauro, ciudad que algunos han identificado con la actual Llíria (Valencia), aunque la mayoría de autores se inclina por ubicarla en la Layetana.

    La islamización de estas tierras desde comienzos del siglo VIII no supuso la desaparición del cultivo del viñedo, ni tan siquiera el cese de la elaboración del vino. Los musulmanes valencianos y catalanes (en su mayoría nativos de origen ibero convertidos al islam) no dejaron nunca de consumir vino, aunque es verdad que, debido a la ley coránica, se silenció en lo posible esta circunstancia y las noticias que nos han llegado de parte de escritores musulmanes de la época sólo hablan de la producción y consumo de uvas y pasas.

El impulso medieval

Con la nueva cristianización del territorio (siglos X al XIII) el vino volvió a cobrar mayor protagonismo y a estar presente en todas las facetas de la sociedad medieval. A falta de otras bebidas y estimulantes, el vino servía tanto para acompañar una comida como para alegrar los ratos de ocio y las fiestas; formaba parte obligada en la ración de comida que cada día se daba en los monasterios y conventos, con cantidades que oscilaban entre un cuarto y tres cuartos de litro; entraba en el salario que se pagaba a los obreros y jornaleros (raciones de hasta litro y medio por persona y día), así como en la soldada que percibían quienes servían en los ejércitos. También formaba parte de la comida que se repartía a los pobres en las catedrales y, por supuesto, y en cantidades de hasta tres y cuatro litros por persona, en los banquetes que ofrecían los reyes y los nobles.

    En estas circunstancias era lógico que el vino se convirtiera también en un objeto de negocio y que algunas zonas bien comunicadas se especializaran en su producción. Así lo harían en Cataluña las comarcas de El Bages, El Vallès, El Maresme, El Penedès y El Camp de Tarragona, mientras que en Valencia lo hacían El Baix Maestrat, La Vall del Palància y la huerta de Alicante. A menor escala hacían otro tanto Inca y L’Alcúdia en la isla de Mallorca. Bien pronto, a mediados del siglo XIV, empezó a ser habitual la exportación de vinos desde Salou, Benicarló y Sagunt a otros puertos del Mediterráneo e incluso a Galicia. En la segunda mitad del siglo XV, el puerto de Alicante recibía cada año por noviembre la visita de la flota de Flandes para cargar su famoso vino tinto o fondellol (el fondillón, el más caro de Europa en su tiempo), marcando así el inicio de un floreciente comercio que habría de perdurar hasta el siglo XIX.

De la revolución del aguardiente a la crisis filoxérica

A partir del siglo XVII un nuevo producto derivado del vino, el aguardiente, marcaría el inicio de un nuevo período expansivo. Efectivamente, la destilación en alambiques, que se dice que fue dada a conocer en occidente por el médico valenciano Arnau de Vilanova durante su docencia en Montpellier, empezó a ser practicada de forma masiva por los holandeses, primero en su propio país y luego en la región francesa de les Charentes. En España la producción de aguardiente a gran escala se inició en Reus y Tarragona, y se extendió luego al resto de Cataluña y de Valencia (Sagunt, Torrent, Aspe), así como a la isla de Mallorca (Felanitx), de tal manera que a finales del siglo XVIII la producción conjunta de estas tres zonas representaba más del 90% de toda la producción de aguardiente de España y era una de las mayores fuentes de divisas.

En la segunda mitad del siglo XIX, el sector vitivinícola se vio sacudido por varios sucesos. De una parte la demanda de vino creció como nunca debido al proceso de industrialización y urbanización. De otra, aparecieron tres enfermedades nuevas importadas de América (oídium, filoxera y mildiu), que causaron grandes estragos en los viñedos europeos. La destrucción del viñedo francés por la plaga filoxérica a partir de 1868 propició la demanda masiva de vinos catalanes y valencianos, lo que dio lugar a una nueva expansión del cultivo que en Cataluña llegaría a un máximo de 350.000 hectáreas, en Valencia a 260.000 y en Mallorca a 35.000, que sumaban entre las tres el 40% de España. Los puertos de Barcelona, Tarragona, Valencia y Alicante llegaron a monopolizar más del 80% de las exportaciones de vino de España, lo que volvió a demostrar que ésta era la región con más tradición y potencial vitícola de la península.

    Sufrida también aquí la filoxera (1878-1912), y aunque en principio se recuperaron más de la mitad de los viñedos de Cataluña y dos tercios de los valencianos (en Mallorca quedaron casi extinguidos), la viticultura se fue haciendo cada vez más selectiva y se refugió en comarcas interiores, con lo que abandonó la vieja localización litoral (aquí había ahora cultivos más rentables). Muy pronto surgieron nuevas especialidades: El Penedès se orientó hacia la elaboración del vino de Champagne (hoy llamado cava); en Tarragona se fijaron más en la producción de vinos dulces y generosos, y en Valencia potenciaron las mistelas de moscatel. A la larga sólo perduraría la especialización de El Penedès, mientras que en las otras zonas han vuelto los ojos hacia la elaboración de vinos “tranquilos” (entre 11º y 13º).

Geografía actual del viñedo

En el momento actual, tras una fulgurante etapa de modernización y adaptación a las nuevas exigencias del mercado internacional, los vinos catalanes y valencianos siguen teniendo un peso indiscutible en el contexto español, sobre todo si se atiende a las cifras del comercio exterior. En lo referente a su localización, se pueden reconocer algunas comarcas vitícolas, la mayoría de ellas acogidas a alguna zona específica con denominación de origen (DO) que vela por la autenticidad y calidad de los vinos.

En Valencia hay al menos ocho comarcas vinícolas (sin contar la uva de mesa) y sólo tres grandes denominaciones de origen: la de Utiel-Requena, la de Valencia y la de Alicante.

Superfície en hectáreas y exportación de vinos embotellados en hectolitros.
Campaña 1999-2000
Denominación Origen Hectáreas Tinto Rosado Blanco Destinos
Alicante 14.900 19.200 227 575 D, DN, H
Valencia 15.300 92.600 5.070 62.700 GB, D, S
Utiel-Requena 39.650 94.300 2.200 5.200 DN, D, S, B
VALENCIA 69.850 206.100 7.497 68.457  
Alella 560 39 21 650
Empordà-CB 2.580 4.550 541 368  
Conca de Barberà 6.000 4.200 115 6.200 GB, D, H
Costers del Segre 3.900 8.700 260 1.800 S, Fin 
Pla de Bages 500 1.300 34 40  
Priorat 950 4.300 4 41 D, GB DN
Penedès 26.750 161.500 9.100 71.300 S, GB. D, DN, EEUU
Tarragona 11.000 9.710 713 517 F, D 
Terra Alta 8.200 444 87 271  
CATALUÑA 60.440 194.743 10.864 81.187  
           
DO Cava 32.904     739.800 D, EEUU, GB
D=Alemania, DN=Dinamarca, H=Holanda, GB=Gran Bretaña, S=Suecia, B=Bélgica, Fin.=Finlandia, F=Francia, EEUU=Estados Unidos de América

Estadísticas básicas de las denominaciones de origen de Valencia y Cataluña. 

    La zona con DO Utiel-Requena acoge 40.000 hectáreas de viñedos, todos ellos en la comarca natural de la Meseta de Requena, situada en el extremo occidental de la provincia de Valencia, con una altitud media de 750 metros y un clima con acusados rasgos de continentalidad (inviernos muy fríos y veranos calurosos y secos). El viñedo presenta aquí carácter de monocultivo y constituye la mayor masa homogénea productora de vinos tintos de España, con una cosecha media anual del orden de un millón y medio de hectolitros. La variedad dominante es la bobal, aunque también hay mucha tempranillo y algo de garnacha. Desde hace algunos años también ha prosperado la variedad blanca macabeo. Su especialidad son los vinos tintos, y en los últimos años ha cobrado mucha fuerza el envejecimiento en barricas de roble.

La zona con DO Valencia acoge unas 15.000 hectáreas de viñedos de muy diversa índole y localización geográfica, como pueden ser la merseguera del Alto Turia, las moscatel y malvasía de Cheste y Torís, y las monastrell y forcaiat de Els Alforins, por citar sólo las más representativas. Sus bodegas embotellan también mucho vino de Utiel-Requena, aunque su especialidad más genuina debería ser el vino de moscatel.

La zona con DO Alicante comprende dos zonas totalmente diferentes. Una principal, localizada en la parte occidental de La Vall del Vinalopó, donde predomina la variedad monastrell, y otra secundaria situada en La Marina, donde impera la variedad moscatel y queda un pequeño reducto de giró o garnacha tinta.

En Cataluña hay reconocidas al menos nueve denominaciones de origen, si contar la DO Cava, que, aunque tiene su zona de producción principal en El Penedès, acoge también otras zonas cavistas de Cataluña, Valencia, Rioja, etc.

La zona con DO Penedès, la más extensa de Cataluña, comprende 26.750 hectáreas situadas en el corredor prelitoral del mismo nombre, y sus variedades más representativas son la macabeo y la parellada entre las blancas (vinos y cavas) y la ull de llebre (tempranillo) entre las tintas. Después de la Rioja es la comarca de España con mayor concentración de bodegas comerciales y marquistas.

La zona con DO Tarragona, algo más al sur de la anterior y ya sobre la llanura abierta al mar que preside la ciudad del mismo nombre, abarca unas 11.000 hectáreas de viñedos, en donde predominan las mismas variedades blancas que en la anterior, aunque en la zona más interior sigue teniendo mayor importancia la garnacha tinta. Al sur del Ebro y lindando ya con tierras aragonesas, se encuentra la zona con DO Terra Alta, que se extiende por 8.200 hectáreas de viñedos en los que dominan las garnachas tinta y blanca. También en zona interior, a mitad de camino entre Tarragona y Lérida está la zona con DO Conca de Barberà (6.000 ha) que produce vinos blancos de macabeo y parellada y tintos de garnacha y tempranillo.

En el resto de Cataluña han proliferado las DO de pequeñas dimensiones, muy restringidas a pequeñas comarcas vinícolas, como pueden ser las de Empordà-Costa Brava (2.580 ha), Costers del Segre (3.900 ha), las recientemente revitalizadas de El Priorat (950 ha) o El Pla de Bages (500 ha) y la más antigua, pero amenazada de muerte por el crecimiento urbano, de Alella (560 ha) en la comarca de El Maresme.

Juan Piqueras Haba. Departamento de Geografía. Universitat de València.
© Mètode 29, Primavera 2001.

 

Foto: J. Piqueras Haba
La viña suele ocupar grandes extensiones en régimen de monocultura (viñas de Campo Arcís, Requena, en otoño).

Foto: J. Piqueras Hab
Prensa y toneles antiguos (Co­dor­niu).

Foto: J. Piqueras Haba
Azulejo con una escena tradicional de vendimia (Utiel).

Foto: J. Piqueras Haba
Bodega coopertativa de Líria.


Fotos: J. Piqueras Haba
Alambique para destilar aguardiente.

 

«Desde los mismos orígenes de lo que hoy llamamos civilización mediterránea el vino ha sido uno de sus componentes esenciales desde el momento que participaba en múltiples facetas de la vida: el vino es alimento, fuente de alegría y evasión, elemento sagrado y, por supuesto, sustento de viticultor y negocio del comerciante» 

 

 

 
 

Foto: J. Piqueras Haba
De arriba a abajo, viñas de Vilafranca del Penedès, viñas y bodega en Re­que­na y viñas en Sant Pere sa Roca. Las zonas con DO Utiel-Re­quena (40.000 ha) y Penedès (27.000 ha) son dos de las mayores comarcas vinícolas de España y destacan por su especialización productiva en vinos tintos, blancos y cavas.

 

 

 Foto: J. Piqueras Haba 

 

 

 

 

 

© Mètode 2013 - 29. La ciencia del vino - Disponible solo en versión digital. Primavera 2001

Departamento de Geografía, Universitat de València.