La cala encantada

Obriu-me dins el mar, vells pescadors,
que m’entri de verdor una alenada,
que tingui llum de barques i pinar
i el sol em transparenti el joc de l’aigua.1

Blai Bonet. «La cala», Entre el coral i l’espiga, 1952

Blai Bonet tituló un libro de poesía con una imagen genial, Entre el coral y la espiga, la interfaz o ecotono donde el mar (se) besa (con) la tierra, entregándole la energía que se disipa, agónica, al fondo de una cala. En efecto, cala Santanyí alineaba, tras la playa, cardos, olmos, moreras, norias y algún silo, sin olvidar cuevas, barcas –flotando o en seco–, varaderos y redes. El coral –animal sintetizador de la cal– vive en el mar, sin embargo, a la larga, provee de la roca imprescindible a las calas. La espiga vegeta en el secano de las marinas…

La geografía tiene que buscar la interrelación que precisamente en los litorales alcanza la mayor complejidad. La litosfera, con la atmósfera y la hidrosfera, condiciona el oleaje, la erosión y la disolución. Es cierto que la combinación de las cuatro esferas brinda la más esplendorosa oferta de biomasa en los humedales y albuferas. Los acantilados, sin embargo, también son soporte de seres vivos: la biosfera está presente, incluso, en el ataque químico. No olvidemos, además, que si los cabos son combatidos por el oleaje, las calas son abrigo de tempestades. La cala es el final de un torrente o barranco; un torrente es una reliquia de río o un grafismo de la tectónica. Todo eso más acentuado todavía si el paisaje es calcáreo.

Los geógrafos, demasiado osados, superamos el marco físico y, como sin humanidad no habría ciencia del espacio, hemos registrado en el arte pictórico, en la literatura y en la economía la valoración del paisaje litoral, maltrecho a menudo, todo hay que decirlo, por los especuladores, por todos nosotros. Desgraciadamente, de la contemplación se pasa a la frecuentación y el paisaje se banaliza. No hay que militar en ecologismos elitistas para reconocer que el turismo masificado y lo que llaman urbanizaciones han dejado de ser villegiatures para pasar a ser destrucciones de aquella equilibrada interacción de las cuatro esferas.

1. «Abridme dentro del mar, viejos pescadores,/ que me entre de verdor una ráfaga/ que tenga luz de barcas y pinar/ y el sol me transparente el juego del agua.» (Volver al texto)

Vicenç M. Rosselló. Profesor emérito de Geografía física. Universitat de València.
© Mètode 74, Verano 2012.

   
© Mètode 2012 - 74. La cala encantada - Verano 2012
Profesor emérito de Geografia física. Universitat de València.