Vida cotidiana atrapada en ámbar

Jorge Wagensberg

© Miguel Lorenzo

Una tarde de los años noventa estaba descansando en una playa de la República Dominicana después de un buceo en la bahía de Samaná con el equipo del Acuario de Santo Domingo (probablemente la mejor instalación de fauna acuática de toda América Latina). De repente se me acercó un niño de unos siete u ocho años y me mostró una pequeña pieza de ámbar pulido dentro de la cual se podía observar con todo detalle una preciosa hormiga de reflejos dorados, atrapada en su día por la resina de una planta. Es la llamada Hymenea, hoy extinta y que vivió hace unos treinta millones de años. Un pariente similar actual de este árbol se conoce hoy en Cuba con el nombre de algarrobo.

La resina de las plantas es, como bien se sabe, el sistema de defensa en el mundo vegetal. Cuando la planta sufre una herida –el ataque de algún pequeño animal o se enfrenta a cualquier otra clase de amenaza (como el fuego)– la resina fluye hasta el punto en cuestión para intentar sofocar la crisis. Era la primera vez que tenía una de estas joyas en mi mano y que podía observar a placer directamente a la luz del sol, para elegir luces y sombras de aquel insecto que había vivido hace millones de años y cuyo fin había capturado la instantánea que estaba haciendo girar entre mis dedos. La imagen me sorprendió no solo por su belleza y su impagable información científica, sino sobre todo por la frescura de la escena capturada, hace un buen pedazo de historia de la evolución biológica y comprimida en un instante. La hormiga todavía sostenía una semilla entre sus mandíbulas.

—¿Me la compra, señor?

Al día siguiente me acomodé frente a miles de piezas primorosamente pulidas. Empleé tres días en hacer desfilar bajo el microscopio miles de escenas de la vida cotidiana de aquella remota época. Elegí un centenar y convoqué un curioso equipo interdisciplinario de amigos para estudiar aquellas escenas irrepetibles. Solo hubiera faltado quizá un buen detective experto en interpretar las pruebas halladas en la escena del crimen. Siguen solo unos pocos ejemplos:

¡Sálvese quien pueda! En esta pieza extraordinaria aparece parte de una colonia de hormigas huyendo en desbandada. Llegamos a publicar catorce artículos científicos profesionales y muchos trabajos de divulgación en base a ella. En uno de ellos se definía toda una nueva especie de hormigas fósiles (Taynomirmex caritatis). En la escena de la tragedia se ve de todo: obreras portando larvas, ninfas y hasta un paquete de huevos. La pregunta es sencilla: ¿qué clase de cataclismo sobrevino pocos segundos antes de que el ámbar fijase aquella especie de Pompeya?

Afeitar antes de comer. En esta segunda escena, un coleóptero afeita a otro muy peludo antes de comérselo. Algunos de estos pelillos, ya cortados y probablemente urticantes, se ven aún esparcidos por el suelo, como ocurre en el de tantas peluquerías. El drama los había pillado a media sesión de afeitado…

¿Quo vadis? En esta instantánea una multitud de insectos de gran diversidad y tamaños se mueve en la misma dirección. Parece que todos los individuos han decidido el mismo peregrinaje. ¿A dónde van? La respuesta, como sugieren incluso las antenas de los insectos más fuertes, es que no van a ninguna parte, sino que todos los individuos están siendo arrastrados por un único río de resina que segrega un árbol que se defiende de alguna amenaza.

Suena la alarma. Una hormiga obrera levanta el gáster desesperada emitiendo una sustancia al resto de la colonia como si se tratara de una alarma de un coche de bomberos.

Sonriendo al futuro. Una gigantesca termita soldado parece sonreírnos con sus temibles fauces a través de los milenios que nos separan. Nadie le había dicho que no queda nada bien mirar a cámara…

© Mètode 2018 - 97. #Biotec - Primavera 2018
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Profesor titular del Departamento de Física Fundamental. Universitat de Barcelona.