Homo emotionalis

101-85
101-85Jose Luis Iniesta

Durante mucho tiempo se ha considerado que las emociones eran meras respuestas fisiológicas, procesos básicos, filogenéticamente antiguos y origen de comportamientos «primitivos», en definitiva, propias de animales no humanos que la razón humana debía mantener bajo control. Sin embargo, en los últimos años ha habido una verdadera revolución y la visión sobre las emociones humanas ha cambiado radicalmente. 

En humanos, como en otros animales, las situaciones que afectan directamente a nuestra supervivencia o reproducción tienen una enorme capacidad, muchas veces innata, para desencadenar emociones. Cuando nuestra vida corre peligro sentimos miedo; ante alimentos en mal estado, asco; cuando estamos saciados o en buena compañía, felicidad. Estas son algunas de las consideradas emociones básicas (su número oscila entre cinco y ocho dependiendo de los autores). A estas emociones básicas se suman las emociones secundarias, también llamadas emociones sociales porque se producen en la interacción con otros individuos, como culpa, envidia, compasión, empatía… Puesto que los humanos somos animales altamente sociales podemos considerar que todo nuestro repertorio emocional ha sido favorecido por la selección natural, al incrementar la probabilidad de pasar nuestros genes a la siguiente generación.

Distintas investigaciones han situado las emociones en un lugar central en la cognición humana y especialmente en la cognición social (los procesos mentales que nos permiten actuar de forma eficaz en la interacción con otros individuos del grupo). Los estudios de neuroimagen funcional demuestran gran solapamiento en las áreas cerebrales que se activan cuando experimentamos emociones y cuando nos enfrentamos a dilemas sociales (por ejemplo, compartir o no). Un componente central en este circuito cerebral es la parte ventromedial de la corteza prefrontal, situada en la parte anterior del cerebro. Las personas que han sufrido lesiones bilaterales en esta área tienen graves problemas para desenvolverse socialmente y muestran déficits en la resolución de problemas morales, todo ello pese a tener otras capacidades cognitivas intactas y presentar un cociente intelectual normal. Por ejemplo, ante un dilema del tipo «Tu hijo está infectado con un virus muy peligroso y planea contagiar a otros. Puedes evitarlo disparándole con una pistola. ¿Apretarías el gatillo?» la mayoría de los sujetos lesionados contestan «sí». Sin embargo, matar a un hijo es considerado como inaceptable para la mayoría de las personas sanas. 

Veamos otro dilema moral clásico: «Un tranvía fuera de control está a punto de atropellar a cinco personas atadas a la vía. Puedes apretar un botón para desviar el tranvía a una vía secundaria donde se encuentra un transeúnte que morirá atropellado. ¿Apretarías el botón? Y si la única forma de salvar a las cinco personas fuera empujar a una persona muy gorda a la vía para parar el tranvía, ¿la empujarías?». La mayoría de la gente contesta «sí» a la primera pregunta y «no» a la segunda. Sin embargo, desde un punto de vista puramente racional el resultado es idéntico: la muerte de una persona para salvar a cinco. Las personas con la corteza prefrontal lesionada no ven diferencia. ¿Por qué las personas sanas tratan de forma diferente las dos situaciones? No hay una respuesta clara a esta pregunta. Tal vez nuestra moral ha evolucionado en el contexto del contacto personal directo, cara a cara y cuerpo a cuerpo. El segundo dilema encaja en este contexto y desencadena una respuesta emocional de rechazo: no es aceptable «infligir daño» a un «individuo inocente», ni siquiera para salvar a otros. En cambio en el primer caso el botón hace de intermediario, haciendo que la acción sea más impersonal y menos capaz de generar la emoción que asociamos a un acto inmoral. No es la razón sino la emoción la principal guía de nuestras decisiones y es bueno que sea así, especialmente cuando nos enfrentamos a dilemas morales. 

Ester Desfilis. Profesora Serra Húnter del departamento de Medicina Experimental. Universitat de Lleida.
© Mètode 85, Primavera 2015.

 

«No es la razón sino la emoción la principal guía de nuestras decisiones y es bueno que sea así, especialmente cuando nos enfrentamos a dilemas morales»

 

© Mètode 2015 - 85. Vivir con el cambio climático - Primavera 2015

Profesora agregada Serra Húnter del Departamento de Medicina Experimental. Facultad de Educación, Psicología y Trabajo Social. Universidad de Lleida.