Lejos de ser un ecosistema fantasma, y contra todo pronóstico, la vida se ha abierto paso en Chernóbil tras el gran desastre nuclear. Nos lo explica Germán Orizaola en esta entrevista.
Tres décadas después del accidente que arrasó Chernóbil, la biodiversidad se ha recuperado convirtiendo esta zona en una especie de laboratorio evolutivo.
La madrugada del 26 de abril de 1986 los operadores de la central nuclear de Chernóbil se disponían a comprobar los sistemas de seguridad del reactor.
Una ciudad donde no hay nada. Donde la ausencia de personas, actividad y vida son las protagonistas. El recuerdo y las runas de lo que fue una civilización son prácticamente lo único que queda de Chernóbil.