La artista Anne Niemetz y el científico Andrew Pelling colaboraron en la exposición The Dark Side of the Cell. Esta instalación audiovisual estaba compuesta por distintas piezas escultóricas que simulan los citoesqueletos celulares. Sobre ellas se proyectaron vídeos compuestos por imágenes recogidas por técnicas de microscopias de sonda y se escuchaban sonidos recogidos por técnicas de sonocitología. Este nuevo campo de estudio representa un nuevo espacio interdisciplinar donde científicos, artistas y, particularmente, músicos pueden encontrar nuevas posibilidades y desafíos. La microscopia de sonda, en este caso, puede sentir las oscilaciones que tienen lugar en la membrana de la célula. Las señales eléctricas se amplifican para que el oído humano las pueda escuchar. De esta forma, la manipulación de la célula con distintos productos químicos se traducirá en un cambio de oscilación, un cambio en el sonido que escuchamos. El isopropanol (un alcohol), por ejemplo, hará que una célula pase de un régimen de sonido suave (cantar) a otro fuerte (chillar). Algunos productos pueden hacer que la célula muera, de forma que el sonido recogido se transforme en un patrón ruidoso. |
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La pupila del ojo humano se ha quedado pequeña. Las ansias de conocimiento y de curiosidad nos han llevado mucho más allá de las capacidades de nuestros órganos de percepción. De manera quizá extremadamente simplificadora, el punto de no retorno podría situarse en el momento en que el telescopio de Galileo observa las imperfecciones de la superficie lunar ahora hace más de cuatrocientos años. El descubrimiento obliga a trastrocar las teorías establecidas. Y, desde entonces, la percepción queda definitivamente mediatizada por una colección creciente de prótesis tecnológicas que nos acercan allá donde el ojo por sí mismo no puede llegar. La ciencia ha sido fuerza motriz de esta presión permanente por ensanchar nuestro espectro visible y aumentar su nivel de resolución. Podemos pensar en las últimas sondas espaciales como la Cassini-Huygens para observar la superficie de Saturno o el telescopio Hubble para entrever los confines del universo. Pero diría que, sobre todo a la hora de traspasar fronteras de conocimiento y excitar el imaginario cultural, el mundo pequeño y más que microscópico está despertando mucho más interés. La premonitoria sentencia de Richard Feynman, «There is plenty of room at the bottom», en referencia al futuro tecnológico de la nanociencia, podría, por tanto, hasta incluir las diversas prácticas artísticas que tratan de acariciar el mundo atómico. Desde la perspectiva artística, las propuestas aquí reseñadas no hacen más que prolongar el esfuerzo de hacer visible lo invisible de las primeras vanguardias y de gente como André Breton, Marcel Duchamp o incluso Salvador Dalí. Eso sí, las propuestas descansan sobre todo un conocimiento científico entonces inexistente y que inevitablemente genera unas cuestiones diferentes o unos planteamientos inéditos en aquella época. Si partimos de la nanociencia, la primera propuesta aquí mostrada es la de Víctor Puntes. El investigador de la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA) y director del laboratorio de nanopartículas se dedica a observar este mundo de agregados moleculares y nanocristales con microscopia electrónica. Entre otras cosas busca aplicaciones tecnológicas para la medicina o la eficiencia en el consumo energético. Víctor Puntes pasa largas horas en el laboratorio lanzando electrones para que colisionen sobre las muestras de interés científico. De los choques y de la variabilidad de la corriente electrónica emerge una imagen o registro. Es así como es posible ver este nanoland de propiedades, estructuras, formas fascinantes y muy diferentes a nuestra experiencia cotidiana. Víctor ha presentado su trabajo dentro del ámbito artístico en lugares como la sala Metrònom de Barcelona recalcando sobre todo el valor estético. Mantiene su ambivalencia trabajando en la ciencia rigurosa y al mismo tiempo dejando de vez en cuando volar la imaginación bajo la etiqueta artística. Siguiendo en esta misma línea introspectiva, Hugo Martínez-Tormo propone una lectura diferente de esta revista que tenéis entre manos. El artista, que acumula formación también tecnológica, trabaja a caballo de Valencia y Linz, uno de los centros europeos más reputados en el terreno del media arte. En Nanopapel, la celulosa de Mètode es vista a escala nanoscópica. La imagen muestra una realidad absolutamente diferente. Existe la voluntad de mostrar una realidad paralela que como investigadores científicos tratamos constantemente de enlazar con nuestra visión humana a escala macroscópica. Este es, de hecho, ni más ni menos, el propósito de toda nueva propuesta nanotecnológica. Si no tiene aplicaciones en nuestro mundo superatómico, no interesa. Por otro lado, el mundo simbólico de la química molecular es el que queda representado en la propuesta gráfica y colorista de Nanowor(l)d. La cultura de la imagen y del diseño gráfico queda así también enlazada con la versión más abstracta de este mundo paralelo por científico y por invisible. Si se quiere aún tener una mayor precisión y resolución más allá del nanómetro, la visibilidad del invisible mundo atómico se realiza a través de los microscopios de fuerzas atómicas. El microscopio electrónico aún aplica las leyes de difracción como si de luz se tratase. El juego de percepción implicado en el microscopio de fuerzas atómicas es otra cosa. La técnica revisa y reformula el clásico «ver para creer» para transformarlo en «tocar para ver». Un bastón de ciego nos permite poner relieve y rugosidad a las superficies atómicas. Christa Sommerer y Laurent Mignonneau, artistas y profesores de media art en la Universidad de Linz, hacen del tacto el órgano básico de percepción en la instalación NanoScape. En ciencia, el resultado de este rastreo sutil, de caricia suave, sobre la muestra a estudiar tiene mucho de cartográfico. Curvas de nivel describen montañas y costas, límites y fronteras de un paisaje donde los átomos hacen el plegamiento geológico. Los artistas desplazan este mecanismo de interacción a otro contexto y de la experiencia resulta un mapa de fuerzas, tensiones y ocupación de territorios del conocimiento. La cartografía se centra en el mundo de las ciencias sociales y de los estudios culturales, concretamente aquella región dedicada al estudio de los espacios sociales y las dinámicas culturales marcadas por procesos de inclusión y exclusión. En palabras de los propios artistas: «Metafóricamente, el territorio es apropiado y colonizado por futuras innovaciones.» Anne Niemetz y Andrew Pelling van un paso más allá en la experiencia de observación con el microscopio de fuerzas atómicas. La observación se transforma en un acontecimiento audiovisual. La primera versión de la pieza The Dark Side of The Cell fue presentada en Los Angeles County Museum of Art en el 2004 en el pionero Nano Space, de forma que el arte ha sido etiquetado con el nombre de nanoarte. La pieza ha ido evolucionando en versiones posteriores que se han presentado en el prestigioso ZKM de Karlsruhe y en el Microwave New Media Arts Festival de Hong Kong. Las imágenes están compuestas por las células de cáncer de huesos –U2OS osteosarcoma–, una imagen de una estructura que sirvió de molde para la instalación y finalmente la representación de las primeras notas del sonido de la pieza. El molde es metáfora del contexto y del proceso en cualquier observación científica, pero especialmente de la nanociencia. El mismo ejercicio de observación modela el objeto a estudiar como si de un molde se tratase. Al mismo tiempo, también se puede leer en clave de tratamiento y control externo a través del molde que procura dominar un proceso tan indeseado pero en cualquier caso natural como es el cáncer. El sonido de la pieza recoge el crujir ruidoso y sin patrón de las células cancerígenas. El conjunto resulta una instalación con capas y perspectivas diversas que el espectador debe ir descubriendo. Nanoesencia es un proyecto de largo recorrido del artista de la Universidad de Curtin y fundador de la prestigiosa bienal de arte electrónico de Perth Paul Thomas. El objetivo es percibir la vida a escala atómica, por debajo del nivel celular. La pareja Niemetz y Pelling ya se plantean el control o papel distorsionador de la observación humana de este nivel nanoscópico tanto desde el punto de vista conceptual como por el mero hecho de emplear las células cancerígenas. No obstante, Paul Thomas aún profundiza más en la cuestión y se plantea si tiene sentido hablar de vida si miramos por debajo de las unidades celulares. El proyecto se ha desarrollado parcialmente en SymbioticA, de la Universidad de Western Australia, un laboratorio artístico dedicado a la investigación, aprendizaje, manipulación y sentido crítico en torno a las ciencias de la vida. El proyecto de Paul Thomas se centra en las líneas celulares diferenciadas HaCaT, que determinan el origen y el primer crecimiento celular. En la literatura se han tildado de células de la inmortalidad y con su imagen en microscopio de fuerzas atómicas Thomas ha construido una instalación audiovisual interactiva. La respiración del observador de la pieza afecta a la imagen y al sonido que percibe. El concepto tiene un lazo metafórico muy fuerte con la concepción bíblica de la vida, pero también podríamos relacionarlo con la mecánica cuántica, que explica cómo el observador modifica la realidad a observar y cómo esta es distorsionada por su mirada. Claramente, parece que el nanoarte ha generado un extenso espectro de propuestas que van desde el mero placer estético hasta una reflexión más profunda que curiosamente acaba conduciendo hacia el misterio de la vida. Dilatar nuestras pupilas no solo sirve para ver los cráteres de la Luna. La imaginación y la creatividad artística también es desvelada acariciando una materia íntima: los átomos. Josep Perelló. Profesor del Departamento de Física Fundamental, Universitat de Barcelona. |
«Las propuestas del nanoarte no hacen sino prolongar el esfuerzo de hacer visible lo invisible de las primeras vanguardias, con la diferencia de que descansan sobre todo un conocimiento científico entonces inexistente»
En la instalación interactiva NanoScape, la pareja de artistas Christa Sommerer y Laurent Mignonneau reflexionan sobre el sentido de la visualización en la escala nanoscópica. El público que visita esta instalación sitúa una sonda magnética en su mano, de forma que, al desplazar la mano por una superficie lisa, puede sentir las fuerzas que aparecen debidas a la aplicación de un campo electromagnético. La pieza actúa como metáfora de cómo se obtienen las imágenes en las técnicas de microscopia de sonda, como por ejemplo con el microscopio de fuerza atómica.
«El nanoarte ha generado un extenso espectro de propuestas que van desde el mero placer estético hasta una reflexión más profunda que curiosamente acaba conduciendo hacia el misterio de la vida» |
Número 65 (2010): Nano | |||
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Hugo Martínez-Tormo. |
Víctor Puntes. Cobalto, 2009. Fotografía digital, cámara UltraScan de Gatan, 50×70 cm. |
Hugo Martínez-Tormo. Nanopaper, 2010. Creación digital, 21×28 cm. |
Christa Sommerer y Laurent Mignonneau. Nano Territorip, 2007. Técnica mixta, dimensiones variables. |
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José Luis Prieto Marín. Revuelto de champiñones, 2009. Fotografía. Imagen premiada en la 7ª edición del Certamen Nacional de Fotografia Científica (FOTCIENCIA) convocado por la FECYT y el CSIC. |
Anne Niemetz y Andrew Pelling. Composición, 2009. Collage digital, 30×22,5 cm. |
Paul Thomas y Kevin Raxworthy. Nanoesencia, 2009. Captura de vídeo, dimensiones variables. |