El espacio, una órbita literaria poco transitada

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Afirmaba el escritor británico J.G. Ballard que para escribir una obra de ciencia ficción sobre el mundo actual— el mundo a partir de la década de los cincuenta, cuando todo el mundo podía escuchar los primeros mensajes de radio del Sputnik I— se requieren unas técnicas completamente diferentes a las utilizadas por los novelistas del siglo xix

Seguro que las técnicas evolucionaron, pero las referencias al Sputnik, a los satélites artificiales o al espacio —exceptuando, lógicamente, las obras de ciencia ficción— son más bien escasas. Curiosamente, el nombre se ha puesto de moda —si es que alguna vez dejó de estarlo— gracias al japonés Haruki Murakammi, que publicó Suputoniku no koibito en 1999— traducido al castellano como Sputnik, mi amor (Tusquets, 2008). El título hace referencia a la confusión de una de las protagonistas de la novela, que escucha hablar de Jack Kerouak, del que se dice que era de la corriente «sputnik»,en lugar de «beatnik». Pero el satélite también sirve de metáfora ocasional en algunos pasajes de la novela.

Algunos poetas se han sentido atraídos por el simbolismo de los satélites. El italiano Salvatore Quasimodo, que murió una año después del lanzamiento del Sputnik, decía en un poema titulado «A la nueva luna» que Dios había colocado los astros en el cielo y que, miles de millones de años después, el hombre, «con su inteligencia laica,/ sin temor, en el cielo sereno de una noche de octubre,/ colocó otras luminarias iguales/a aquellas que giraban/ desde la creación del mundo. Amén.»

El primer cosmonauta también inspiró algún poema, como el que le dedicó el siberiano Evgueni Evtuchenko: «Yo soy Gagarin, hijo de la Tierra,/ hijo de la humanidad:/ soy ruso, griego y búlgaro/ australiano y finlandés. /Os encarno a todos/ Con mi lanzamiento hacia los cielos.»

Por su parte, Charles Dobzynski, francés nacido en Polonia, publicó en 1963 La ópera del espacio, donde ensaya la difícil tarea de hacer compatibles la poesía y la tecnología.

No es fácil encontrar en novelas de autores reconocidos—ajenos a la ciencia ficción— referencias a la astronáutica. Pero algunos bastante prestigiosos las han introducido. Paul Auster dedica unas páginas en El palacio de la luna al primer viaje a nuestro satélite. Antonio Muñoz Molina poetiza los viajes espaciales en El viento de la Luma, con páginas deliciosas que describen los sentimientos que debían vivir los astronautas y de los que les seguían la pista a miles de kilómetros de distancia.

Pero quien ha elaborado la obra literaria más ligada a la navegación espacial ha sido el francés Jean Echenoz, con Nosotros tres. Se trata de una novela delicada, irónica y cautivadora al mismo tiempo, con un lenguaje muy exacto que describe de una manera magistralmente poética, por ejemplo, un terremoto. El protagonista es un científico que se ve envuelto en una misión espacial, donde no faltará una aventura sexual. Con las perspectivas de colonias lunares, viajes a Marte y turismo espacial, ser astronauta puede convertirse en una profesión muy normal. Echenoz habría sido el primero en dejar flotar un triángulo sentimental en la tranquila microgravedad de una nave.

Xavier Duran. Periodista científico. Director del programa Medi Ambient de TV3.
© Mètode, 2007
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© NASA

«No es fácil encontrar en novelas de autores reconocidos referencias a la astronáutica. Pero algunos bastante prestigiosos, como Paul Auster las han introducido»

© Mètode 2012 - 55. Gen, ética y estética - Contenido disponible solo en versión digital. Otoño 2007

Químico y periodista científico, redactor especializado en ciencia y tecnología en los servicios informativos de TV3. Entre sus últimos libros està El imperio de los datos (Publicaciones de la Universitat de València, 2018) y La ciencia en la literatura (Universidad de Barcelona, 2018).

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