Entrevista a Javier Sampedro

Javier Sampedro

Javier Sampedro (Madrid, 1960) se doctoró en genética y biología molecular en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid, donde trabajó durante siete años. Más tarde dedicó tres años de su vida a ser investigador postdoctoral en el Laboratorio de Biología Molecular del Medical Research Council, en Cambridge (Reino Unido). Después de diez años dedicado a la investigación en varios laboratorios, su vida dio un giro radical, cuando decidió hacer el máster del diario El País en 1994. Desde 1995 ha trabajado en este periódico, pero no comenzó dedicándose directamente a la ciencia, sino que ha pasado por las secciones de economía, local (Madrid y Sevilla) y sociedad.

Sus publicaciones se han centrado en artículos de carácter científico. Pero desde que está en El País, ha trabajado en exclusiva para este diario. En septiembre de 2002 publicó Deconstruyendo a Darwin (editorial Crítica), un libro bastante sugerente de divulgación de la evolución.

«Los medios de comunicación han de conseguir superar esta brecha que separa a los científicos de laboratorio de la sociedad»

Es usted una persona formada en el mundo de las ciencias, ¿qué motivo le impulsó a dedicarse al periodismo científico?
Esencialmente la respuesta es que diez años encerrado en diferentes laboratorios son muchos años y, para hacer ciencia, hay que estar dotado de un carácter especial, debes ser más perseverante o, incluso, tozudo, unos rasgos de los que no estoy dotado. No es suficiente que te guste tu tema de trabajo y te vaya más o menos bien, hay que ser muy constante. Realmente, después de tanto tiempo en una misma cosa me apetecía cambiar, escapar de la rutina. El periodismo no fue la primera opción que consideré, ni pretendía ejercerlo como una profesión a tiempo completo, pero las circunstancias se dieron así y ya hace casi diez años que me dedico a él. Es otro tipo de profesión que te permite ampliar un poco los puntos de vista de la especialización científica, que es de una estrechez profesional bastante agobiante.

© M. Lorenzo

El reto de las ciencias es descubrir cosas nuevas y desarrollar las tecnologías necesarias para este descubrimiento. Después se averiguan las relaciones que hay entre este descubrimiento y la realidad cotidiana. ¿Qué papel representa en este proceso la divulgación científica?
Creo que tiene un papel muy importante, porque España es un país que, además de ir por detrás de otros como los anglosajones, ha dejado la ciencia en manos de los científicos, de los especialistas. Eso es un grave error, y cada vez resulta más obvio que hay decisiones de tipo científico, sobre todo en las salidas de biomedicina, sobre las que la sociedad debería pronunciarse y emitir una opinión informada.
Si analizamos algunos de los temas más candentes en biomedicina de los últimos tres o cuatro años, como la clonación humana, la investigación con embriones, o los transgénicos… todos parecen amenazas y promesas de los científicos que la sociedad no acaba de admitir y que topan con mucha resistencia política. Pero todas estas cuestiones no se pueden dejar en manos de los científicos, ni de los políticos científicos. Son materias sobre las que la sociedad debería pronunciarse, y sobre las que necesita ser debidamente informada.
La ciencia no se puede entender si no se divulga. Para incluirla en un medio de comunicación se tiene que poner al alcance de un lector no especializado, y, de eso se encarga la divulgación científica, de informar a la sociedad sobre cuestiones que son relevantes para ella.

Los Estados Unidos son uno de los países que más dinero invierte en ciencia y que más revistas científicas publica. España también representa un papel bastante destacado en la ciencia.
Creciente, sí. La ciencia en España estuvo sumida en lo que podríamos llamar subdesarrollo sin paliativos hasta principios de los años 80. A partir de entonces fue cuando se le dio un impulso fuerte, no sólo inyectando dinero, o construyendo un centro de investigación, sino porque se comenzó a aplicar una política de personal científico, copiada de los mejores países, como los Estados Unidos, que resultó muy útil. Los estudiantes españoles acabados de doctorar empezaron a irse masivamente a los centros de elite en el extranjero, pero lo peor es que continúan allí porque aquí no hay faena y allí encuentran mucho más que hacer y donde sentirse realizados.

¿A qué cree que es debido este desinterés de la administración?
En parte a que estas inyecciones de fondos y esta política expansiva de los años ochenta contribuyeron a hacer que se produjese un parón en los noventa, por una parte a causa de la crisis económica, y por otra a causa de los factores políticos complejos. Digamos que todo el esfuerzo que se hizo para enviar científicos jóvenes al extranjero y a unos buenos laboratorios donde formarse se paralizó y estos científicos se han encontrado en una situación en la que no pueden regresar al país. Esta imagen tan gastada de la fuga de cerebros es cierta: no pueden regresar porque no encuentran, o bien no pueden encontrar, una plaza de investigador aquí, o si encuentran una es en situaciones muy precarias. A veces se trata de personas con familia e hijos, que no pueden desplazarse o, que no les conviene regresar porque pueden hacer mejor ciencia en sus laboratorios extranjeros que aquí. Si pueden elegir entre dirigir una línea de investigación de elite en EUA, Alemania o Inglaterra, y regresar a un laboratorio español en condiciones más bien precarias y donde no podrán trabajar ni avanzar, lógicamente muchos prefieren quedarse.

«Si se estimula la curiosidad del lector aprovechando el hilo de la actualidad, se puede conseguir una buena divulgación»

En siglos anteriores la ciencia era una de las disciplinas más importantes, incluso se llegaron a escribir novelas de mucho éxito. En cambio hoy en día, que vivimos en el siglo de las tecnologías, la ciencia ya ni tan sólo aparece en las novelas, ni se le concede tanta importancia, ¿por qué?
En siglos pasados, la ciencia era comprensible para una persona culta y ahora ha dejado de serlo en muchos sentidos. La hiperespecialización científica conduce inevitablemente a unos argots incomprensibles y a una masa de conocimientos inabordable, incluso para algunos científicos. De hecho es extraño que un científico sepa qué hace el del laboratorio de al lado, porque se sale de su microárea especializada. Resulta realmente difícil tener una panorámica de la ciencia que se hace en sectores como la física o la mecánica cuántica, que nada más comprenden cien personas en todo el mundo, los que hacen estas ecuaciones. Por lo tanto, se ha generado una fractura entre el personaje superespecialista de laboratorio o de la ciencia teórica y el ciudadano culto.
En España, hay un factor añadido, que es que la gente culta no sólo ignora los rudimentos de la ciencia, sino que además casi se enorgullece de su ignorancia, y esta es una situación que, por el bien de este país, convendría que cambiara, aunque es ciertamente muy difícil. En este punto es donde los medios de comunicación tienen un papel relevante. Desde luego que las instancias educativas, la escuela, la universidad, también tienen el suyo; pero son los medios de comunicación los que forman a casi toda la población mediante una información continua de lo que éstos transmiten. Lo que deben lograr es superar esta brecha que separa a los científicos de laboratorio de la sociedad.

Pero eso tampoco interesa, porque realmente formar la sociedad quiere decir hacer que sea más culta, y por lo tanto no poder dominarla o manipularla.
Bien, no interesa a determinadas personas. Depende de quién se hable. Por ejemplo, a los gobernantes, que prohíben los experimentos con embriones humanos o células madre, no les interesa que la sociedad se informe sobre estas posibilidades; preferirían dejar las cosas como están, sin embargo, en mi opinión, a la mayoría de la gente sí que le interesaría conocer cuáles son estas posibilidades y pronunciarse sobre ellas. No interesa principalmente a los que están en el poder; para ellos el ideal sería que la gente continuara en la ignorancia, eso es obvio. Afortunadamente, hay un sistema democrático y quien está en el poder ahora puede dejar de estarlo en poco tiempo. Los intereses de los gobernantes son un argumento menor, debemos centrarnos en lo que interesa a la sociedad, al ciudadano.

«Una técnica muy periodística: poner cara a las cosas y contar anécdotas, es la que se tendría que aplicar también para divulgar ciencia»

Hablando de la sociedad, tiene la idea preconcebida de que las ciencias son muy complicadas, que todo son fórmulas y números. Pero en realidad las ciencias van más allá y permiten explicar procesos cotidianos como el enamoramiento o la búsqueda de pareja. ¿Cómo hace un divulgador para romper con esta idea preconcebida?
Precisamente titular los artículos con “el enamoramiento” o “la búsqueda de pareja”. Las fórmulas, las ecuaciones o los conceptos obtusos se ponen después, en el párrafo en el que el lector ya esté enganchado en una historia de intriga y no tenga más remedio que leer el artículo entero para acabar de conocer toda la historia.
La ciencia afecta a muchas cuestiones cotidianas que interesarían a cualquier persona, y es por aquí por donde hay que coger al lector, por lo que le interesaría a cualquiera: qué come, de quién se enamora, qué enfermedades le pueden afectar… Incluso los ataques bioterroristas, ¿qué mejor forma de explicar la bacteriología que a través de un ataque bioterrorista o bajo el pánico del ántrax? Se trata de ocasiones de oro para publicar artículos relacionados con el tema en cuestión que, además, es de actualidad. Por ejemplo, si operan a un futbolista de un tipo raro de cáncer, suele ser una buena ocasión para explicar en qué consiste este cáncer, qué perspectivas hay o qué vías de investigación. Si se aprovechan estas situaciones, y se estimula la curiosidad del lector aprovechando el hilo de la actualidad se puede lograr una buena divulgación.

Aun así, también hay miedo de aburrir. Una vez ya se ha enganchado a los lectores y llegan las fórmulas, pueden cansarse y abandonar el texto.
Sí, pero tenemos un factor a nuestro favor: la ciencia es de las pocas buenas noticias que publican los periódicos, porque es una cosa que no se sabía y que pasa a saberse. Siempre es progreso y se trata de buenas noticias. También se puede presentar como una historia de misterio, ya que hay investigadores implicados que exploran, tiran del hilo del enigma y llegan a unas respuestas. Después, si dejamos de lado el tratamiento que se le da, al final, creo que el lector está obligado a leerse estas fórmulas que pones en medio si quiere conocer la historia completa.

© M. Lorenzo

¿Cuál es, entonces, el criterio que predomina a la hora de elegir el tema para los artículos: el de divulgar la ciencia a un público inexperto y desconectado de este mundo, o el de la curiosidad científica?
Por desgracia, el criterio que predomina en un periódico es la actualidad. Lo que prima en un periódico en temas de ciencia es el último descubrimiento de un laboratorio americano o español; lo que publicarán mañana las revistas Nature o Science; el gran acontecimiento en que se convirtió la presentación del genoma humano, con Bill Clinton y Tony Blair… No estoy de acuerdo con esta situación; no creo que deba ser así, porque satisfacer o estimular la curiosidad del lector y divulgar los descubrimientos útiles para la sociedad son opciones mucho más fuertes, razonables y, a largo plazo, más positivas.
Son dos opciones muy viables que, en cambio, se usan muy poco porque la actualidad, como es habitual, siempre primará en un medio de comunicación.

¿Cómo hace, pues, el divulgador para atraer la atención del lector y cómo llama su atención, ya no sólo con un artículo de prensa, sino también en un libro?
Las técnicas son las mismas. Darwin, por cierto, dijo que toda su obra capital, El origen de las especies era sólo un argumento extendido a lo largo de doscientas páginas. Esencialmente era uno sólo, aunque podría haber publicado un artículo de periódico con la teoría de la evolución. La técnica no es distinta para elaborar un libro. Estas obras no dependen tanto de estar enganchados a la actualidad, pero pueden aprovecharse de la curiosidad del lector y del interés de dar a conocer y explicar datos. La cuestión es que el periodista, el autor de la obra, sea capaz de explicarlo todo de una manera atractiva. Un tema difícil de explicar es todo un reto para un escritor.

¿Lo es también para el lector?
El reto del escritor es que no lo sea para el lector. Por eso tratar de explicarlo todo de la mejor manera posible, sin vocabularios extremadamente complejos y sin retorcer ideas. Estructurando de manera sencilla y tratando de no aburrir con lo que cuenta. Se debe presentar el tema como la mayor aventura con la que se pueda encontrar el lector.

Para lograr esta fidelidad y esta sed de lectura ante la obra o las publicaciones temporales, ¿qué hace un divulgador?
Si has logrado interesar a un lector con un artículo, si te ha leído una vez y le has gustado, la próxima vez buscará tu firma. Pueden pasar cinco años sin que te lean, pero una vez se han encontrado con tus textos, aunque nada más sea una vez, y los has enganchado y les ha divertido leerte, regresarán a tu firma buscando nuevamente esta diversión.

«En España la gente culta no sólo ignora los rudimentos de la ciencia, sino que además casi se enorgullece de su ignorancia»

¿Podría definir cuál es su objetivo como divulgador?
Quizá, aparte de la claridad y de la amenidad, que son imprescindibles, me obsesiono un poco por huir de aquella divulgación paternalista, que muestra los hechos y teorías de la ciencia como si se tratará de verdades reveladas para una audiencia ignorante a quien ilustrarás desde tu posición más elevada. Me gustaría huir como de la peste. Es como la ciencia que se enseña en las escuelas, con los teoremas y fórmulas presentadas como verdades reveladas unas tras otras. A mi parecer ésta es la peor manera de divulgar la ciencia, tanto en escuelas como en prensa o libros. La ciencia es un proceso activo hecho por personas de carne y hueso que se equivocan, que tienen envidias, que intentan superar el trabajo del que tienen al lado, y la mejor manera de mostrarla a la gente es exactamente ésta, presentándola tal como es. Para analizar un hecho científico debemos explicar las dificultades y los caminos angostos por los que los científicos han llegado a aquel concepto. No sólo es más interesante, sino que es más realista y da una idea más clara de hasta dónde puede llegar el valor de verdad de una ley científica, de un hecho científico establecido.

¿Sería como buscarle un lado más humano?
Sí, absolutamente. Esta es una técnica muy periodística: poner cara a las cosas y contar anécdotas. Pues bien, esta personalización, aplicada como técnica, es la que se tendría que aplicar también para divulgar la ciencia, tanto en la prensa como en las escuelas. Se trata de poner los avances y descubrimientos en relación con los aspectos de la vida cotidiana a los que afecta. En algunos casos, como con la medicina o la nutrición, resulta muy sencillo, y en otros campos, como la física cuántica, más complicado. La solución que yo propondría es que escribamos más sobre medicina y menos sobre física cuántica. Este es mi consejo.

«Integrar las ciencias en el mundo de la cultura en general es un aspecto fundamental de la humanidad, no tiene mucho sentido hacer ciencia si a la sociedad no le sirve para nada»

La Universitat de València acaba de incorporar los estudios de periodismo en su oferta académica y ya ha puesto en marcha un programa innovador que da la posibilidad a los estudiantes de especializarse en la divulgación científica. ¿Qué le parece esta apertura en la relación entre la ciencia y las letras?
Me parece maravilloso. Creo que es una asignatura pendiente, no ya en España, sino en todo el mundo, salvar la fractura entre las ciencias y las letras. Es aquello que Snow llamó “la tercera cultura”. No es una cultura de ciencias ni de letras, sino el resultado de la suma constructiva de ambos campos. Considero que es muy importante integrar las ciencias en el mundo de la cultura en general, porque es un aspecto fundamental de la humanidad y no tiene mucho sentido hacer ciencia si a la sociedad no le sirve para nada porque no se enterará de qué se hace en los laboratorios. Es la sociedad la que, por cierto, financia nuestros experimentos y, al menos, debería saber qué se hace con su dinero. Por otro lado, esta jactancia de la que hablábamos antes de la gente de letras que ignora la ciencia y esta tendencia a pensar que no le hace falta conocerla es una actitud que es imprescindible superar. Nos jugamos el futuro. Tendríamos que abrirnos, ampliar campos, quizá el peor enemigo de todo esto es la especialización en estos dos campos. Superémosla, no podemos arriesgarnos a especializarnos hasta el punto de no entendernos unos a otros. Es imprescindible integrar las ciencias en el mundo de la cultura.

© Mètode 2004 - 41. Disponible solo en versión digital. Ciencia animada - Primavera 2004

Estudiante de periodismo de la Universitat de València.