Entrevista a Pedro Ruiz-Castell

«La importancia de la tecnología no siempre radica en la innovación»

Profesor titular de Historia de la ciencia

Entrevista a Pedro Ruiz-Castell

Historia de la tecnología a través de veinte objetos (Institució Alfons el Magnànim – Centre Valencià d’Estudis i d’Investigació, 2023) es el último libro de Pedro Ruiz-Castell. En esta obra a medio camino entre el manual de consulta y el libro divulgativo, el autor recupera veinte artefactos relevantes, desde una perspectiva eurocéntrica, para el desarrollo tecnológico de la humanidad.

Licenciado en Física en la Universitat de València (UV) y doctorado en Historia en la Universidad de Oxford, ha centrado sus investigaciones en el desarrollo de la historia de la astronomía en los siglos XIX y XX, la presencia de la ciencia en la esfera pública, la instrumentación científica y los museos de ciencia y tecnología. A lo largo de su trayectoria, además, ha coordinado el Departamento de Documentación e Investigación del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de Madrid y fue investigador postdoctoral del Departamento de Filosofía y del Centro de Historia de la Ciencia (CEHIC) de la Universitat Autònoma de Barcelona.

En la actualidad, es profesor titular en el Departamento de Historia de la Ciencia y Documentación en la UV y miembro del Instituto Interuniversitario López Piñero de Estudios Históricos y Sociales sobre Ciencia, Tecnología, Medicina y Medioambiente. Nos hemos acercado al Palau Cerveró, en la plaza Cisneros de València, para habla con éde las cuestiones que aborda en el libro.

En cuanto a su trayectoria profesional, ¿cómo se planteó el salto de la física a la historia?

Estudié física porque era una manera de saciar la curiosidad, de entender el mundo que nos rodea, pero siempre he tenido muy presente el ámbito de las humanidades. Soy de la antigua licenciatura, y el verano de cuarto a quinto hice unas prácticas en un acelerador de iones pesados y allí decidí que acabaría la carrera porque me gustaba mucho, pero mi interés era tratar de entender, de una manera más global, el funcionamiento del mundo. Y esto me lo permitía la historia. Así, el último año de carrera lo hice pensando en cómo ir hacia la historia de la ciencia o, al menos, hacia otra aproximación a las ciencias. Al final, ya que cursé la asignatura de Historia de la Física, acabé dedicándome a ello.

¿Cómo surge la oportunidad de estudiar en Oxford?

Cuando empiezo el programa de doctorado de Historia de la Ciencia y de la Comunicación Científica, se pone en marcha el proyecto Thesaurus dentro de los actos de conmemoración de los cinco siglos de la Universidad. Entre sus objetivos estaba la catalogación de patrimonio científico. Así, surgió la posibilidad de ir a hacer un máster, que en aquel momento era prácticamente único en Europa, que me permitiría especializarme precisamente en la catalogación de instrumentos y patrimonio científico. Así que me marché Oxford y ya me quedé a hacer la tesis doctoral.

El título del libro es Historia de la tecnología a través de veinte objetos, pero incluye el fuego o el proyecto de la bomba atómica. ¿Cómo definiría qué es un objeto?

En el libro uso una definición deliberadamente ambigua de objeto, justamente para dar cabida a toda una serie de debates de cierta relevancia desde el punto de vista de la historiografía de la ciencia y de la técnica, y cubrir así gran parte de la historia de la humanidad. Muchas veces, no son objetos propiamente dichos, sino conceptos vinculados a estos objetos. El libro está basado en mi experiencia como profesor de Historia de la Tecnología desde que me incorporé a la Universitat de València en 2010. Este se encuentra a medio camino entre el libro de divulgación y el manual porque estaba buscando un mecanismo que fuera diferente, pero atractivo, para los estudiantes, para abordar todas estas cuestiones.

¿Por qué ha seleccionado estos veinte objetos? ¿Se planteó incluir algunos otros que, finalmente, ha excluido?

Cualquier elección es subjetiva y no pretendía hacer una historia exhaustiva. Sobre todo, quería plantear estudios de caso que me permitieran hablar de ciertas cuestiones y hacer reflexionar, tanto al alumnado como al público general, alrededor de estas. De hecho, hay momentos en los cuales he dudado cuál sería la mejor elección. Nunca llueve a gusto de todos. Pero he tratado de combinar la relevancia que podría tener determinada innovación en un contexto histórico concreto con la aportación o la capacidad que tenía para facilitar una serie de debates o de cuestiones que a mí me interesaban y mostrar la complejidad de aquello que denominamos tecnología y, obviamente, ciencia.

Portada del libro Historia de la tecnologia a través de veinte objetos, de Pedro Ruiz-Castell

Portada del libro Historia de la tecnología a través de veinte objetos, de Pedro Ruiz-Castell. / Institució Alfons el Magnànim-Centre Valencià d’Estudis i d’Investigació

Los objetos que ha seleccionado hacen un recorrido a lo largo de toda la humanidad, pero cuando más nos acercamos al presente, más objetos hay. ¿Cree que cada vez la evolución va más deprisa?

Hay toda una serie de prejuicios y de percepciones, entre las cuales, que la edad mediana fue una época oscura desde el punto de vista del desarrollo científico y tecnológico, cosa que no es cierta. Y, de hecho, en el libro trato de demostrarlo. Sin embargo, cuanto más nos centramos en cuestiones actuales, tanto para el alumnado como para el público en general, es mucho más fácil identificarse con objetos y debates surgidos a partir del siglo XIX y hacer las reflexiones a las que invita el libro.

De hecho, en el libro hay siete objetos del siglo XIX, ¿diría que este siglo es «el siglo de las innovaciones»?

En cierto modo, sí que es el siglo de las innovaciones, porque tenemos la aparición y el dominio de nuevas fuentes de energía a partir de la Revolución Industrial, como el vapor, la electricidad o la industria química. Hay un desarrollo muy notable a partir del siglo XIX y, por lo tanto, está justificada [esta acepción]. ¿Quiere decir esto que no ha habido desarrollo tecnológico o innovaciones en otros periodos de la historia? Obviamente no. Y esto es lo que trata de desmontar, también, el libro.

¿Considera que hay objetos que han sido más clave que otros en la historia de la tecnología?

Es una pregunta complicada. A mí no me gusta dar más importancia a unos objetos que otros, pero es cierto que sí que ha habido algunos que han tenido un papel clave en determinantes contextos. Por ejemplo, la imprenta ha sido crucial en la circulación y difusión del conocimiento, en la posibilidad de ver informaciones contradictorias e intentar dirimirlas y, por lo tanto, en establecer una nueva manera de producir conocimiento. También es cierto que la importancia de la tecnología no siempre radica en la innovación. Hay muchos historiadores de la tecnología, como por ejemplo David Edgerton, que han planteado que el progreso de las sociedades, muchas veces, tiene mucho más que ver con técnicas o tecnologías tradicionales, que no con innovaciones que han tardado más en incorporarse a nuestra vida. Por lo tanto, lo que me interesa es profundizar en el proceso histórico, pero también en la complejidad y las negociaciones que son necesarias [para que este se produzca]. Una de las ideas que, por ejemplo, sale en el libro, y que no está muy asumida por la comunidad de historiadores, es la idea del sistema tecnológico. Estos muestran la necesidad de centrarnos en aquello que motiva la difusión y uso de una tecnología y no solo en el objeto o en su producción. En esta línea, no he buscado hacer un ranking de cuáles son los objetos más importantes o interesantes, sino facilitar herramientas para reflexionar sobre su papel en contextos históricos determinados.

Ha mencionado que elegiría algunos objetos más relevantes, ¿cuáles?

Mucha gente hablaría de la computadora, de los ordenadores, del origen de la inteligencia artificial a través de los trabajos de Alan Turing, o la imprenta, pero podríamos encontrar muchísimos. De hecho, por ejemplo, para poder hablar de la computación moderna, hay que hablar del transistor, que también aparece en los procesos de miniaturización, como se comenta en el libro. Aun así, no soy muy partidario de elegir. De hecho, dejaría que otros eligieran. Lo que hago aquí es una primera presentación de objetos que podrían ser vistos con interés para contar, no solo la historia de la humanidad, sino la complejidad de los procesos tecnológicos, que al final, como la ciencia, son procesos sociales y producto de la negociación.

La preocupación ética del uso de la tecnología y la ciencia es reciente, como menciona en el epílogo. ¿Siempre irá la reflexión ética por detrás del desarrollo tecnológico?

No, no necesariamente. De hecho, creo que es fundamental que vayan juntos, y por eso creo que está justificado que los futuros ingenieros o tecnólogos se formen en estos temas. Está claro que no siempre será posible que estos planteamientos éticos o morales se avancen al desarrollo tecnológico. Habrá casos en que habrá que hacerlo a posteriori. Pero cuanto más formada esté la gente, cuanto más consciente sea de que estas cuestiones están presentes en la práctica tecnocientífica, más fácil será poder hacerlo en el momento adecuado. El caso paradigmático en la actualidad, probablemente, es todo lo que tiene que ver con la inteligencia artificial y los estudios del cerebro. Es cierto que se desarrolla muy deprisa la parte científico-técnica, pero también hay muchas iniciativas para salvaguardar los derechos de las personas, para regular determinados aspectos que son fundamentales para mantener la integridad y todas las cuestiones del ámbito más ético que no son ajenas a las personas que están desarrollando las tecnologías.

En el libro habla del proyecto de la bomba atómica y critica la idea que la ciencia y la tecnología sean «productos neutros per se, siendo la sociedad la responsable de su uso». Usted califica esta visión como «tremendamente ingenua y acrítica», que ignora que la actividad científico-tecnológica incorpora intereses económicos, políticos, sociales». ¿Considera que saber los posibles usos de un objeto, como la bomba atómica, obliga a regular su desarrollo o, incluso, prohibirlo?

De nuevo, tenemos que entender la complejidad del proceso. La bomba atómica se desarrolla en un contexto muy particular, bajo el miedo a que Hitler y la Alemania nazi la desarrollaran antes. Ante esa posibilidad real, Einstein planteó estudios para ver si era posible el desarrollo de una arma atómica basada en las reacciones en cadena, a pesar de que él será el primero en abogar por un control armamentístico desde el primer momento. Y no fue el único, hubo muchas voces en contra del lanzamiento de las bombas en Japón. De todo este proceso, lo que me interesa es mostrar que cualquier objeto refleja una serie de valores e ideas. Y que nos tenemos que preguntar hasta qué punto el desarrollo tecnológico se puede igualar a progreso. Porque las consecuencias no siempre son las que uno entendería como una mejora del mundo, que es lo que para muchas personas tendría que ser la tecnología. Pero, obviamente, el desarrollo de cualquier cosa responde a ideas que proceden de personas y de sus intereses y, por lo tanto, no existe la neutralidad. Estamos condicionados por nuestra formación, educación, contexto, intereses, obsesiones… Y tenemos que ser conscientes de que cuando desarrollamos cualquier tipo de respuesta, no nos podemos simplemente desvincular de ella, aunque resulte más cómodo hacerlo.

© Mètode 2023
Estudiante de Periodismo (Universitat de València).