Entrevista a Rolf Tarrach

Rolf Tarrach

 Foto: M. Lorenzo

Rolf Tarrach (Valencia, 1948) es catedrático de física en la Universitat de Barcelona. Un día aceptó la llamada de Josep Maria Bricall, en aquel momento rector de la Universitat de Barcelona, para incorporarse a un vicerrectorado. Desde entonces, ha alternado su trabajo en la física de partículas con los cargos de gestión. Ha mantenido siempre una actitud crítica hacia la administración y la política científica española. Quizá esta posición es, paradójicamente, la que le ha llevado a Madrid. El pasado septiembre se hizo cargo de la presidencia del CSIC con el reto de incrementar significativamente la inversión estatal en ciencia, de alterar una tendencia histórica de precariedad y de retraso con respecto a Europa. Ahora, el peso de su cargo le hace moderar las maneras, pero no renuncia a sus propósitos.

Rolf Tarrach llega puntual a la redacción de Mètode. Ha bajado a Valencia para acudir a un par de reuniones y ha aprovechado para visitar a su madre. Hace meses que nos había prometido un hueco en la agenda para que le hiciéramos una entrevista y hoy cumple su palabra. Le esperan también Martí Domínguez y Jesús Navarro, buen amigo y compañero de Rolf desde la juventud.

En cuanto llega a la redacción, Rolf debe llamar al Ministerio. Desde el despacho escuchamos una conversación acalorada. Los tres bromeamos: quizá de aquí a unos segundos ya no será presidente del CSIC. En estas esferas ya se sabe cómo funcionan las cosas. En ese caso ¿seguiríamos con la entrevista?

    Rolf entra finalmente y se disculpa. Hace casi la misma broma. Su carácter, enérgico y abierto, facilita la entrevista, que se desarrolla cordialmente, en algún momento entre risas. También hay algún silencio largo previo a la respuesta: en su posición se deben medir con cuidado los pasos y, sobre todo, las palabras. Alguna cuestión comprometida deberá leerse entre líneas.

¿Qué recuerdos tiene usted de cuando estudió aquí, en la Universitat de València, en los años sesenta?
Era un ambiente muy politizado y por tanto, creo que era una época muy interesante. Recuerdo que cuando estudiaba cuarto, cerca del 68 o 69 debía ser, de los que hacíamos física teórica, que éramos diez personas, salvo dos o tres, todos estábamos en la comisaría. Yo diría que eso hacía que hubiera mucha solidaridad entre los estudiantes. De alguna manera teníamos la sensación de riesgo.
Desde el punto de vista del profesorado tengo la idea –aunque quizá sea una imagen falsa– que en aquella época los profesores eran excepcionales. Eso no quiere decir ni buenos ni malos: tenían características muy pintorescas. Recuerdo un profesor de óptica que decía que la luz era una forma de propagación de la energía divina, es decir, que había un profesorado que todavía explicaba la física con ayuda de conceptos que no corresponden estrictamente a la ciencia.


Dice que aquel era un ambiente muy politizado, pero ahora los sectores más conservadores de la sociedad valenciana se quejan precisamente de eso, atacan a la Universitat de València porque, a su entender, está muy politizada ¿Cómo lo ve?
Hoy he estado con otro rector y lo que me ha dicho es eso, que la Universitat de València tiene unas características especiales porque está más politizada. A mí, eso me parece bien, otra cosa es si los ideales me gustan o no, pero el hecho de tener unos ideales al margen de ganar dinero me parece extraordinariamente positivo. A mí, la verdad, que haya ideales me parece muy bien. Yo pienso –seguramente porque soy de otra generación– que el hecho de que el único ideal que le quede a la gente sea el capitalismo es una barbaridad, porque la verdad es que el capitalismo no tiene soluciones para los problemas de la humanidad. Por tanto, todo lo que sea un ideal, me parece positivo.

¿Qué destacaría de la evolución de la Universitat de València de los años sesenta hasta ahora?
Destacaría –en cierta manera ya lo he dicho– que el profesorado se ha transformado en un profesorado normal. Ser profesor, ahora que hay tantos profesores, es una profesión normal. Y también diría que ahora ser estudiante es una cosa natural. En aquella época, ser estudiante de una universidad no sé si era un privilegio, pero sí que era formar parte de una minoría y además, para los que querían hacer una carrera académica, había muchas posibilidades, era una época de crecimiento; se veía venir que se iba a crecer, si se hacía una buena tesis y una estancia en el extranjero tenías un 50% de posibilidades de quedarte en la universidad.
Yo creo que eso hacía que trabajaras con un poco más de idealismo; trabajabas en una situación precaria que, hoy en día, ya se ve en la prensa, no se acepta. Cuando yo hablo con los becarios de esto, les digo que el problema de fondo no es si tienen una beca o un contrato para hacer la tesis, el problema de fondo –quizá todos no son conscientes de esto– es precisamente que no tienen futuro, si lo quieren académico. Si ellos después tuvieran muchas posibilidades ya sabrían que están en una fase dominantemente formativa y pasajera.
Cuando estaba de postdoc en el CERN –en aquella época España no estaba en el CERN–, recuerdo que me becaba el Ministerio de Industria y me pagaban en pesetas, que en Ginebra no daban absolutamente para nada: yo sobrevivía gracias a mi mujer y a lo que me pagaba Pepe Bernabeu, que tenía un sueldo del CERN. Además me pagaban con seis meses de retraso, porque el dinero me lo enviaba un individuo que estaba en Suiza, en la embajada, que recibía el dinero de todos los españolitos enviados a Suiza y lo ponía en una cuenta corriente seis meses y se quedaba con los intereses. Yo enviaba cartas y me respondían “el dinero ha salido” y yo les contestaba “bien, pero no ha llegado” y al cabo de seis meses cobrábamos. Eso son cosas que hoy en día no pasan.

Creo que se equivoca… Las becas de doctorado de la Generalitat Valenciana se pagan con tres y cuatro meses de retraso.
Eso hoy en día es absolutamente injustificable. No debería pasar. No tiene justificación.

Ha sido vicerrector, decano, asesor de conseller… ¿Por qué comenzó a ocuparse de los temas de gestión? ¿Era una carrera premeditada?
No, las cosas han venido como han venido. Mi primera intervención de esta clase fue ser vicerrector. Eso me lo propuso Bricall, que quería crear un gran vicerrectorado de investigación que se ocupara de muchas cosas. Por la tarde le dije que sí y después por la noche no pude dormir, y al día siguiente le dije que no. Bien, me dijo de todo, se cabreó muchísimo. Entonces, unas semanas después me tuvieron que operar. Tenía problemas de columna y un día dando una clase me quedé inmóvil. Fue una operación un poco complicada y tuve que quedarme cuatro meses en casa. Cuando uno pasa cuatro meses en casa tiene mucho tiempo para pensar. Y pensando, pensando, pensé que me había pasado toda la vida haciendo física y quizá había llegado el momento de hacer alguna cosa por los universitarios en general y, en concreto, por mi universidad. Entonces, cuando ya estaba más recuperado, le envié una nota a Bricall diciéndole que si en algún momento necesitaba de mi ayuda que pensara en mí, aunque sabía que tenía el equipo cerrado. Y mira, me llamó, se inventó un vicerrectorado que no existía y me colocó allí. Bricall es un hombre interesante y resultó muy enriquecedora la experiencia.

Ya hace unos cuantos años vino a Valencia, a la Facultad de Física, para dar una charla sobre desarme…
Ostras, sí. Se me había olvidado…

…ahora, con Bush en el gobierno de los EEUU, con toda la cuestión de los escudos antimisiles… ¿volvería al activismo pacifista?
Bien, quizá este tipo de problemas son para los más jóvenes, pero si pensara que se trataba de un problema muy grave… Lo que pasa es que he adquirido una especie de pesimismo. El comportamiento de la especie humana lo entiendo cada vez menos. La especie humana piensa a muy corto plazo. Soy un poco pesimista en lo tocante a cómo se están tratando los problemas medioambientales. Pienso, por ejemplo, en el tema del agua. Hay un abuso increíble. Pienso en un ejemplo no demasiado elegante: ir al lavabo y tirar seis litros de agua por aguas menores… eso, es una barbaridad. Bien, ahora ya hay sistemas de presión, pero eso debería ser por ley. O dicen también que por las tuberías se pierde casi un 40% de agua potable ¿Cómo es que no se hace nada? Tengo la sensación de que nos movemos por las cosas inmediatas y no pensamos demasiado a largo plazo.

Ya que saca el tema del agua, ¿qué piensa del hecho que los cuatro representantes de la ciencia española en el Consejo Nacional del Agua hayan votado en contra del Plan Hidrológico Nacional?
Pienso que el Gobierno siempre debe tener un asesoramiento científico, después debe decidir lo que debe decidir. El Gobierno lo ha elegido la mayoría y los científicos solamente son una pequeña parte de la población. A mí me gustaría que el Gobierno escuchara más a los científicos. No hablo de éste, hablo en general de los gobiernos. Pero de todas maneras, ellos tienen que tomar la decisión.
Yo no soy un experto sobre el agua. Yo todo lo que puedo hacer es escuchar a los colegas que saben de eso. Y lo que me dicen los colegas que saben es que el Ebro no da para hacer tantas martingalas y yo, que voy mucho al delta del Ebro, de forma intuitiva estoy de acuerdo con ellos. No me imagino cómo quieren sacar más de 1.000 hm3 cada año. No me lo imagino. ¡Me tirarán a la calle por decir estas cosas!

Siempre ha mantenido una actitud crítica hacia la política científica. Cuando le dieron el premio Narcís Monturiol dijo cosas que sentaron muy mal entre los políticos. Ahora, ¿continúa siendo tan crítico?
Bien, yo era un poco radical. En el fondo, continúo siendo radical, pero las formas las he moderado. En parte por el cargo que ocupo, en parte porque he visto qué difícil es hacer las cosas que yo pensaba que eran fáciles de hacer. Y ese es un aprendizaje muy interesante. Por ejemplo, en relación con la creación de nuevas plazas, el CSIC debe pedir el número de plazas a su ministerio, y el ministerio lo pide a la Dirección general de la Función Pública, y la Función Pública decide cuántas plazas de ocupación pública habrá en oferta el año que viene. Y éstos son los que mandan. Ellos reparten las plazas entre los funcionarios de prisiones, las fuerzas de seguridad, etc., y para ellos, los científicos son un colectivo como cualquier otro. Lo mismo pasa con el dinero para investigar: el Consejo no es un organismo financiador, es un organismo ejecutor.
Entonces me he dado cuenta de que el funcionamiento de la administración pública está hecho para vigilar que no haya demasiados funcionarios, y como España tiene un modelo de investigación que continúa siendo un modelo de funcionario, entonces, claro, hay una contradicción: por un lado, dicen los políticos –y yo– que queremos más investigadores y por otro hay una restricción del número de funcionarios y de investigación, una situación de la que es difícil salir. Además, la opción de abrir nuevas vías contractuales también se limita. Y yo entiendo la lógica; si tú haces un contrato, después el contratado litiga, va a los tribunales, gana, y al final lo tienes que hacer funcionario. Por tanto, ellos lo controlan todo y lo controlan con la condición de no cargar excesivamente al Estado, que es un principio correcto también.
Por tanto, yo estoy aprendiendo mucho de las dificultades reales de hacer una política científica interesante. Y eso hace que esas expresiones que yo decía antes… Ahora digo: yo decía eso, pero es que ahora veo las dificultades que hay. De todas formas, tengo que decir que se pueden hacer cosas. Y se trabaja para hacer cosas. El éxito que tengamos, ya lo veremos.

En su carta de presentación como presidente del CSIC decía que tenía dos objetivos fundamentales: crear más plazas de investigación –también lo ha dicho hace un momento– y otra era la estimulación de la investigación en las comunidades autónomas, las universidades y las empresas. ¿Cómo están las cosas, pasados seis meses?
Continúo pensando lo mismo. El Consejo es una institución interesante y tiene potencial para hacer muchas cosas. Dentro de la oferta de puestos de trabajo de este año se incluyen 95 plazas nuevas de investigadores –80 de científico titular, 10 de investigador científico y 5 de profesor investigador– y todavía tenemos pendiente si Función Pública nos deja sacar algunas de interinos. Eso es un cierto potencial.
Por otro lado, para mí, es importante estimular a las comunidades autónomas para que den prioridad a la investigación. Después, ellos tienen sus presupuestos y le dan importancia a una cosa o a otra. Pero si yo, vía CSIC, consigo que una comunidad ponga dinero en un proyecto que sin el CSIC no se haría, pues eso es interesante, así la investigación española daría un paso adelante. Por tanto, como el Consejo es la única institución española que puede representar este papel, a mí es un papel que me gustaría desarrollar. Claro, desarrollarlo más, siempre que yo tenga más presupuesto, que siempre está muy contado.
Ahora, las cosas van lentas. Mis ganas de hacer las cosas rápidamente, con el funcionamiento de la administración pública… Hacer cosas quiere decir ponerte un cierto tiempo y al final sí, cuidado, al final consigues hacer cosas que son positivas para el sistema de investigación.

¿Y piensa que se puede hacer investigación en “provincias”? ¿No ve la investigación cada vez más centralizada?
Pienso que el sistema español de investigación está un poco centralizado, en Madrid en primer lugar, y después en Barcelona. Es cierto que no puedes diluirlo totalmente: necesitas centros de cierto nivel. La ciencia hoy en día necesita centros de cierto nivel; no es lo mismo tener diez mediocres que tres muy buenos.
La investigación es mundial. Ahora, yo no veo por qué una comunidad como la de Valencia no pueda tener uno o dos centros de prestigio mundial. No veo por qué no. Si nos fijamos en el modelo alemán de los institutos Max Planck, de los 78 centros no todos son de nivel mundial, pero una veintena sí. Y están distribuidos por Alemania. La Comunidad Valenciana creo que tiene potencial. Hay algunos que, ¡caray!… Bien, no daré nombres.

La creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología ha sido recibida de manera desigual, unos ven un signo esperanzador y otros lo perciben con escepticismo. ¿Qué valoración hace usted?
Mi valoración es positiva. Crear un ministerio es complicado. Y este ministerio, dadas las circunstancias en las que se ha creado, ha necesitado de un largo periodo para intentar organizarse internamente y eso los investigadores lo han notado. Seguramente se podría haber hecho mejor, pero era una cosa muy complicada de hacer.
Por otro lado, yo sé –porque ayudo– que se trabaja en líneas interesantes que tratan de modificar dos o tres leyes –y no quiero ser más explícito– que limitan un poco el desarrollo de la ciencia en España. Y si eso se consigue, se podría abrir mucho el desarrollo de la ciencia en España. Hay muchas ganas y mucha ilusión de hacerlo. Yo no sé decir qué éxito tendrá.

Con todo lo que me ha dicho y con su pasado antibelicista, ¿cómo reaccionó cuando se destapó la inclusión de gastos militares en los presupuestos del ministerio?
Bien, para mí estas cosas se deben decir de una manera clara. Una cosa es I+D y otra I+D+I y eso se debe dejar muy claro. Yo no le veo más problema. Y después se debe dejar claro qué son subvenciones y qué son créditos. Estas cosas se deben decir como son. Y no tengo nada más que decir.
Pero bien, en España se gasta demasiado poco en I+D. Es imposible que alguien diga lo contrario. Sí, en los próximos años se crecerá –a mí el ritmo que me gusta es un 0,1% sobre el PIB–, el sistema tampoco debe duplicarse en dos años porque seguramente haríamos un uso incorrecto del dinero. No tiene sentido coger ahora a todo el mundo –que es lo que pasa a menudo en este país– y después no coger a nuevos jóvenes que se están formando. Lo importante de un sistema científico es la regularidad.
Obviamente, el país tiene otros problemas. Yo recuerdo un día hablando con el presidente Aznar, que me dijo: las pensiones mínimas son muy bajas y las tenemos que subir. Y tiene razón. Tiene toda la razón y eso cuesta mucho dinero. Pero no creo que eso se tenga que hacer sacrificando la ciencia, porque dentro de quince años continuaremos teniendo las pensiones bajas por culpa de no tener una economía suficientemente desarrollada para tener buenas pensiones. Siempre surge el problema de si viene primero el bienestar económico y después, como un lujo, la ciencia y la tecnología. Yo creo que lo que pensamos hoy, cada vez más personas, es lo contrario: hagamos una buena investigación, una buena ciencia y tecnología y entonces será más fácil tener una buena economía.

Para acabar, me gustaría saber si en sus últimas visitas a Valencia ha ido al Museo de las Ciencias.
No, pero tengo ganas de ir. Tengo ganas de ir también al Jardín Botánico, lo recuerdo de cuando era niño. En el Museo de las Ciencias estuve viendo la carcasa antes de la inauguración, por tanto, si quieres preguntarme por el interior no tengo opinión porque no he estado.
De todas formas, en un museo la parte difícil es el contenido. España es un país que tiene buenos arquitectos y donde se consigue dinero para hacer obras interesantes. Por no hablar de Valencia, el Guggenheim es un edificio excepcional, pero cuando yo fui el contenido no era excepcional. Es más difícil tener un contenido excepcional. Aquí el exterior es excepcional y del interior, como no lo he visto, no tengo opinión. Pero ya digo que ésta es la parte difícil. Para hacer un buen proyecto museístico se deben tener en cuenta muchas ideas. Veo que es una cosa muy complicada y sospecho que debe de ser muy cara.

Carles Sanchis Ibor. Departamento de Ingeniería Hidráulica y Medio Ambiente. Universitat Politècnica de València.
© Mètode 29, Primavera 2001.

«El problema de los becarios no es si tienen una beca o un contrato para hacer una tesis, el problema es que no tienen futuro académico»

Foto: M. Lorenzo

«Que el único ideal sea el capitalismo me parece una barbaridad, porque el capitalismo no tiene soluciones a los problemas de la humanidad»

Foto: M. Lorenzo

«La administración pública vigila que no haya demasiados funcionarios y España tiene un modelo de investigación que continúa siendo funcionarial. Hay una contradicción»

 

Foto: M. Lorenzo

«En España se gasta
demasiado poco en I+D.
És imposible que alguien diga lo contrario»

© Mètode 2013 - 29. La ciencia del vino - Disponible solo en versión digital. Primavera 2001
Investigador del Centro Valenciano de Estudios sobre el Riego de la Universitat Politècnica de València y profesor asociado del Departamento de Geografía de la Universitat de València.