Entrevista a Xavier Bellés
«Para entender cómo vemos a los animales hoy en día, es importante entender cómo se veían en el pasado»
Director del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona y adaptador del «Bestiari»
Desde las fábulas de Esopo hasta los dibujos animados de Disney, los animales siempre se han utilizado para dar lecciones morales. ¿Tienen un fundamento científico las asociaciones entre animales y preceptos? ¿Estas interpretaciones persisten en el imaginario aún hoy, en la época de la zoología científica? ¿Cómo ha cambiado nuestra manera de describir los otros animales? ¿Y nuestra relación con ellos? Hablamos de todo eso con Xavier Bellés, entomólogo y director del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF) de Barcelona. Bellés ha adaptado al catalán moderno el Bestiari (Colección «Monografies Mètode», 2010), una de las obras que más han contribuido a consolidar el imaginario que rodea a los animales.
«Los bestiarios eran los libros más leídos después de la Biblia. Eran libros de referencia, porque conjugaban conocimientos naturales y morales»
¿Cómo nace su interés por los bestiarios?
Aunque soy biólogo, mi interés no viene tanto de la biología como de la curiosidad por la historia medieval. Soy aficionado a la historia y me fascina el hombre medieval. Al ver las representaciones de animales en las iglesias románicas, en el ábside y en los portales, me pregunté cómo debía ver los animales el hombre medieval. Eso me llevó a interesarme por los bestiarios medievales.
¿Qué nos aporta hoy en día conocer la visión de los animales que tenían los hombres medievales?
Nos aporta una lección sobre cómo ha evolucionado el conocimiento del mundo animal. Para entender bien una idea es interesante saber cómo se ha desarrollado. Los hombres medievales veían en un animal un símbolo, no lo veían como un objeto, capaz de moverse y de hacer determinadas acciones: cuando veían una paloma, veían el símbolo de Jesucristo. Eso nos permite entender el gran cambio que tuvo lugar en el Renacimiento: el animal ya no se ve como un símbolo, sino como una máquina. En la Ilustración, el reino animal se ve como un mundo de formas –no de símbolos– que se puede ordenar a través de la clasificación. Finalmente, en épocas más modernas aparecen la evolución y la selección natural. Entender cómo los hombres del medievo veían los animales nos permite reconstruir este largo camino.
En este acercamiento a la visión medieval, ¿qué le ha sorprendido más?
Lo que más sorprende es la ingenuidad, la fe ciega con la que se creía que los animales estaban en el mundo como mensajes de la divinidad para los humanos. Después de haber leído muchos bestiarios y visto muchos frescos y portadas, aún me sorprende que, cuando un hombre medieval veía una paloma, no veía un animal, sino la imagen de Dios. Se creían un montón de historias sobre los animales absolutamente antinaturales, imaginarias.
¿Qué rasgos son los que definen un bestiario?
Un bestiario es un libro de animales que utiliza los conocimientos sobre los seres vivos para sacar lecciones morales. Siempre tiene dos partes: una de historia natural, normalmente muy tergiversada, y una moral, que extrae una lección moral a partir de la parte de historia natural.
¿Era un libro importante en la Edad Media?
Dicen que los bestiarios eran los libros más leídos después de la Biblia. Los escolares y eclesiásticos se los sabían de memoria. Todas las parroquias y las familias nobles tenían copias. Eran libros de referencia, porque conjugaban conocimientos naturales y morales.
¿Hay alguna razón por la que desde siempre el mundo de los animales encaje con la enseñanza moral? Pienso, por ejemplo, en las fábulas de Esopo.
Este acoplamiento está muy arraigado en la sabiduría popular. Las fábulas son un buen ejemplo, pero también se pueden mencionar los refranes. Una lección moral a secas puede ser difícil de digerir. Al contrario, los animales son un vehículo para que la enseñanza entre de manera más amable. Me imagino a los feligreses de una iglesia románica del Pirineo, hace mil años: no debían tener una gran cultura, había que utilizar imágenes –como las de las portadas y las de los frescos– y un lenguaje que hiciese fluir un mensaje, que además solía ser durísimo.
¿Qué antecedentes literarios tienen los bestiarios catalanes de la Edad Media?
Es una historia larga. En el siglo iii aC, en Alejandría, un autor anónimo escribe el Physiologus, una obra que conjuga la descripción de animales con lecciones morales. En el siglo xi, se redescubre este libro y se transforma en el Bestiario. Se aumenta el número de animales, de 50 a 150 o incluso 200, se añaden o se inventan nuevos animales y nuevas interpretaciones morales. Cada país crea su propia variante de este modelo. En Italia, se escribe el Bestiario toscano, caracterizado por dar mucho peso a la enseñanza moral. Todos los bestiarios catalanes, redactados en los siglos xiv y xv, derivan del modelo toscano.
«El trabajo de los científicos tiene que ser muy especializado. Pero te Hace ver un mundo cada vez más reducido. Compaginar la ciencia con inquietudes humanistas amplía muchísimo la ventana desde donde ves el mundo»
¿Cuál es la razón de esta conexión con Italia?
Hay mucho intercambio comercial entre Cataluña e Italia. Pero es cierto que también había relaciones con Francia, y sin embargo se prefieren los modelos italianos a los franceses. Creo que eso revela una razón más profunda. El Bestiario toscano es muy piadoso, mientras que los bestiarios franceses más tardíos llegan a ser incluso frívolos. Esta razón religiosa influye más que las geopolíticas, ya que encaja más con la idiosincrasia de Cataluña en la época.
¿Qué características tiene un bestiario típico de esta época? ¿Es un catálogo de animales bastante completo? ¿Qué nivel científico tiene?
Un bestiario medio tendría unos 50 o 100 animales, la mayoría familiares al lector: todos los animales domésticos (el asno, la vaca, la paloma, las abejas, el perro…), algunos exóticos (el cocodrilo, por ejemplo) y animales imaginarios, pero que la gente pensaba que eran reales (el unicornio, el dragón, el ave fénix…). Casi todos son cuadrúpedos terrestres; hay bastantes aves (el águila, la paloma, la grulla, el pelícano…) y pocos peces. Naturalmente, mezclan los peces con los mamíferos marinos. Por ejemplo la ballena y la sardina son ambos peces, según estos libros. Los bestiarios son muy semejantes entre sí, es insólito encontrar versiones especialmente originales. La parte moral se fundamenta en las escrituras y en las enseñanzas de los padres de la Iglesia. La parte naturalista tiene fuentes como la historia natural de Plinio el Viejo o el libro de animales de Claudio Eliano. Normalmente es una descripción muy poco científica, fundamentada en copiar a Plinio o a Eliano, sin comprobar si lo que decían era verdad. A su vez, tampoco estos autores comprobaban lo que escribían: más bien recopilaban todos los testimonios –y las fantasías– que explicaba la gente. En todo caso, también hay descripciones bastante detalladas. Por ejemplo, el avestruz se suele describir como un pájaro que tiene alas pero no puede volar, que tiene pies de camello, que pone los huevos en el suelo y no los cuida hasta que nacen los pollitos. Efectivamente, el avestruz no vuela, tiene patas con dos dedos y es cierto que deja los huevos en la arena y no los incuba continuamente.
¿Qué pesa más: la descripción científica o la enseñanza ética?
Sin duda, la lección moral. Todo está hecho a medida de esta enseñanza. Los animales y las historias se eligen en función de eso. Si la realidad no se adapta a la lección moral, se modifica y se inventa. Se dice que el perro es ladrón, aunque en realidad no lo sea, para decir: no robes, no seas como un perro. Un bestiario no deja de ser un sermonario, una herramienta para que los curas puedan hacer sermones.
¿Pero los lectores se lo creían todo?
Yo creo que los feligreses sí que se lo creían. El hombre medieval estaba agobiado por el miedo de ir al infierno: lo que le decía el cura, se lo creía. Pero no estoy seguro de que el propio cura, que era más instruido, se lo creyese al pie de la letra. Aunque hay ejemplos de gran credulidad: Juan I se gastó una fortuna para conseguir cuernos de unicornio. Los utilizaba para hacer amuletos y ponía trocitos en las copas, contra las venenos.
¿Los animales fantásticos se fundamentaban en alguna observación real?
Muchos son deformaciones de animales reales. Cuando Marco Polo ve un rinoceronte, no duda en identificarlo como un unicornio. Por otra parte, los cuernos que se conservan en los museos, clasificados como cuernos de unicornio, suelen ser de narval.
«A parte de los eclesiásticos y algunos nobles, los medievales no sabían escribir. La finalidad de las imágenes de los bestiarios no es la descripción zoológica, sino representar una escena, describir una historia»
¿Qué papel tienen las imágenes en los bestiarios?
Como en el caso de las portadas y de los capiteles de las iglesias, las imágenes transmiten el mensaje. A parte de los eclesiásticos y algunos nobles, los medievales no sabían escribir: por eso las imágenes eran importantes. La finalidad de las imágenes de los bestiarios no es la descripción zoológica, sino representar una escena, describir una historia. Por ejemplo, en el bestiario se dice que la hiena come cadáveres: la imagen que suele acompañar a esta descripción no es el retrato de una hiena, sino una representación del animal que se abalanza sobre un ataúd y devora al pobre difunto. Algunas representaciones son como cómics, explican toda una historia. Por ejemplo, se representa un perro con un trozo de carne en la boca, que pasa por un puente: al ver su reflejo en el río, suelta la carne que lleva en la boca, y la arroja al río para coger el trozo que le parece más grande. Otra cosa graciosa es que los ilustradores se atreven a representar animales que no han visto nunca. A la hora de dibujar el cocodrilo, por ejemplo, se basan en el texto: cuadrúpedo con piel dura, espinas, garras, boca grande… Y salen unos monstruos irreconocibles.
¿Cuáles son las particularidades de los bestiarios catalanes?
En 1963, Saverio Panunzio publicó para la editorial Barcino una obra capital, donde describe todos los bestiarios conservados en Cataluña. Entre ellos, hay dos con un texto muy completo –la base de mi adaptación– y uno con imágenes. Este último me llamó mucho la atención. Fui a la Biblioteca de Cataluña y me lo enseñaron. Es muy emocionante tener en las manos un objeto de hace 500 años. Es un libro pequeño, modesto, de papel, con cubiertas de pergamino flexible. Me imaginé al cura del monasterio de Ripoll que era su propietario, con este mismo libro en la mano, pensando en la manera de utilizar aquellas imágenes para impresionar a sus feligreses. Entonces –hace ya quince años– pensé que eso se tenía que poner al alcance de la gente: es un texto que te da una idea muy clara de cómo pensaban los hombres y las mujeres de la Edad Media. Sin embargo, para aprovechar la lectura, se tenía que escribir de una manera que fuera más amable, más fácil de leer. Continué interesado en los bestiarios, pero este proceso de adaptación no se llevó a cabo hasta que, hace un par de años, Martí [Domínguez, director de Mètode] me invitó a hacerlo.
¿Cuáles son los retos de adaptar al idioma moderno un texto medieval?
El reto principal es ponerlo en un lenguaje fácil de leer, pero a la vez respetar el estilo y el espíritu del original. Se tiene que poner la sintaxis moderna, pero con el mínimo de manipulación. Cuando hay arcaísmos que ya no se usan nada, hay que elegir palabras actuales. Pero se tienen que evitar los neologismos. Por ejemplo, cuando se habla del elefante, se dice que este animal no puede doblar las rodillas. El texto original dice que el elefante no tiene junturas. La palabra más adecuada sería articulaciones, pero un medieval nunca la utilizaría: como junturas se entiende, la dejé tal cual.
¿Cómo se articulan su trabajo de científico y sus intereses humanistas?
Para mí, es un gozo poder tener inquietudes que van más allá de la ciencia. El trabajo de los científicos tiene que ser muy especializado, si no, no puedes progresar. Pero te lleva a ver un mundo cada vez más reducido. Compaginar la ciencia con inquietudes humanistas amplía muchísimo la ventana desde donde ves el mundo. Además, estos intereses no están tan desligados: entender la evolución de una idea te ayuda mucho a entender el estado de los conocimientos actuales.
¿Cómo pasan los animales de símbolos a objetos naturales?
Este cambio es el que más me fascina. Se produce en el Renacimiento, pero los primeros pasos se dan en los siglos xiii y xiv, cuando aparecen individuos que empiezan a cuestionar hechos establecidos. Un ejemplo muy bonito es Alberto Magno, que escribió mucho sobre animales. Los bestiarios antiguos decían que el avestruz comía hierro: pero Alberto dice que no. ¿Por qué? Porque él le ha dado hierro y no se lo ha comido. Eso que parece tan trivial es una revolución: se trata de un experimento. Roger Bacon dice que la sangre del cabrito no rompe el diamante, como se había creído durante siglos. ¿Por qué? Porque él lo ha probado. En el siglo xiii empiezan a aparecer grandes enciclopedias, donde se mezclan observaciones ciertas y falsas. Tomás de Aquino, discípulo de Alberto Magno, pone punto final al alegorismo de la Edad Media: afirma que los hechos espirituales se pueden interpretar en términos alegóricos, pero los hechos naturales son lo que son, no se tienen que interpretar como símbolos. En los siglos xiv y xv las enciclopedias se vuelven más serias. Finalmente, en el Renacimiento se redescubre a Aristóteles, que había dicho muchas verdades sobre los animales. Pero el gran cambio es la experimentación: no creerse que hay peces que vuelan, sino ir a la playa para verlos.
¿Qué queda hoy en día de esta asociación entre animales y símbolos? Algunos documentales de animales parecen impregnados…
Esta asociación está muy presente en la cultura popular: muchos mitos perviven, los dichos y los refranes los refuerzan. El cuervo, por ejemplo, tiene mala prensa y la paloma buena, y resulta que el cuervo es un animal fiel y la paloma no mucho. Hoy en día lo sabemos, pero aún vemos la paloma como símbolo de la paz y al cuervo como un símbolo del mal. Es un atavismo que pervive desde el siglo iii antes de Cristo. Todo el imaginario de la casa Disney se fundamenta en simbolismos de este tipo: el cuervo y el lobo continúan siendo los malos. Además, estos mensajes se dirigen a niños y niñas, muy sensibles y permeables, y que acaban creyéndoselo.
¿Quizá es tiempo de cambiar nuestra relación con los animales, también a nivel simbólico?
Uno de los dramas de la biodiversidad es el dominio del punto de vista judeocristiano. El Génesis dice claramente que los animales fueron creados por Dios para que estuviesen al servicio del ser humano. Cualquier actuación desmedida que los humanos hagan contra los otros animales, desde la cima de la pirámide en la que se sienten enaltecidos, se considera justificada. Pero hay mucha reflexión que hacer sobre los derechos de los animales. No solo desde la filosofía, sino también desde la ciencia básica. Por ejemplo, hoy podemos saber mucho sobre la percepción del dolor. Sabemos cuáles son los transmisores que señalizan las vías del dolor. Se puede saber por vía bioquímica o molecular si le estás activando a un gusano o a un perro las vías del dolor: no hace falta que te lo diga verbalmente. En estos temas, hay mucho trabajo por hacer.