La literatura funeraria es un género literario situado entre la biografía y las memorias, pero con dos características que lo hacen diferente de los otros. Una es que no tiene voluntad de durar: es literatura de circunstancias, como un poema improvisado después de un banquete de celebración. Pero a diferencia de este, la necrología es un homenaje escrito en circunstancias tristes.
La otra característica es que las necrologías se suelen acabar de prisa y corriendo. El periodista Pereira de la novela de Tabucchi encarga necrologías de gente famosa a un colega para que las tenga preparadas cuando llegue el momento de publicarlas, pero normalmente las necrologías se escriben sobre la marcha. Con más motivo si se trata de una persona joven muerta de manera inesperada.
En estas circunstancias, escribir una necrología es un encargo penoso que, en el mejor de los casos, puede servir para llamar la atención de los lectores sobre una persona que no conocían. Chesterton escribió que el periodismo era anunciar que Lord Jones había muerto a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo. Cuando se trata de científicos, muy poca gente sabe que están vivos. Incluso, en las revistas científicas especializadas, las necrologías suelen ser de la categoría «Lord Jones» porque, con la excepción de un puñado de científicos mediáticos, fuera del propio campo de actividad todo el mundo es un perfecto desconocido.
Por eso vale la pena aprovechar esta triste circunstancia para destacar algunos elementos biográficos y combinarlos con recuerdos del autor de la necrología, que permitan a los lectores hacerse una idea de cómo era la persona homenajeada, más allá de las fechas, los trabajos y el resto de cifras que normalmente resumen una vida. Al tratarse de un científico, es importante incluir un elemento divulgativo. Al fin y al cabo, una vida dedicada a la ciencia acaba generando contribuciones, bien sea en forma de descubrimientos o en forma de magisterio, o un poco de cada. Si un lector, hojeando el diario, descubre que Lord Jones existía y entiende qué hizo como científico, es un pequeño triunfo póstumo, una última contribución al bien común.
Una biografía honesta debe mostrar las luces y las sombras de la persona biografiada. En cambio, una necrología solo tiene sentido si señala el punto álgido de su contribución humana, la marca que deja el agua cuando baja la riada. En contra de lo que pueda parecer en los momentos difíciles, todos dejamos una, a menudo por encima de lo que nos creemos.
Chesterton, G. K. (2013). Els relats del Pare Brown. Barcelona: La Magrana.
Tabucchi, A. (1995). Afirma Pereira. Barcelona: Edicions 62.