La recivilización, de Fernando Valladares

Abundan en estos tiempos de desconcierto, incertidumbre, desencanto y distopías, los ensayos que reflexionan acerca de cómo reconducir la deriva del planeta. Hay varios puntos de inflexión o umbrales que despiertan en la comunidad científica y en la sociedad un desasosiego más o menos pronunciado. Desde luego está el calentamiento global, pero también el hecho de que, por primera vez en muchos siglos, los hijos vayan a vivir peor que sus ancestros, al menos en el supuesto primer mundo. Claramente, el panorama no parece muy esperanzador, aunque también hemos de decir que los contemporáneos ven su mundo como una de las peores versiones posibles; cualquier tiempo pasado fue mejor, como magistralmente retrata Woody Allen en su Midnight in Paris. La recivilización forma parte de esta saga de ensayos que pretende arrojar luz sobre los diversos aspectos –que son muchos– que se entremezclan en una realidad compleja, falseada y cada vez más inaprensible.

La propuesta de Fernando Valladares tiene ciertos rasgos diferenciales que merece la pena señalar. En el buen sentido, diría que es un ensayo que se parece a un libro de autoayuda, pues ahonda en situaciones personales para reflexionar sobre el alcance de lo que tenemos encima. Es una buena idea porque, tal y como la obra presenta capítulo tras capítulo, es realmente difícil deslindar nuestro rol como individuos en este enorme enredo planetario. No se trata de echarnos la culpa o de sentir responsabilidades inaplazables; en el fondo se trata de tomar conciencia de nuestro papel en el mundo y de lo que colectiva y coordinadamente podemos hacer. El ensayo –que despega desde un planteamiento propio de las ciencias de la Tierra, de las bases ecológicas y ambientales del problema que supone agotar y maltratar nuestro hogar– se adentra sin remilgos en cuestiones de tipo espiritual y ético, y abundan las citas filosóficas y antropológicas. Por eso decía que el planteamiento de Valladares, además de atrevido, no es fácil de clasificar, lo cual, al menos a mí, me parece más un mérito que algo criticable.

No encontrará el lector un tratado al uso en el que se repasen metódicamente las bases biológicas del planeta y cómo las hemos alterado. Todo ello se describe y referencia, pero el libro no da tregua al ir acumulando temas y puntos de vistas. Queda para después la tarea de ir profundizando en los aspectos que cada uno considere oportuno. Lo que está claro es que nos enfrentamos a un grave problema, tanto como para amenazar la supervivencia de la especie (el planeta puede seguir perfectamente sin nosotros, como lo hizo sin los dinosaurios).

Buena parte de la solución radica en querer saber que tenemos un problema. A ello se alude en la sección dedicada a la descripción de las zancadillas que nos ponemos para no afrontar la cruda realidad. Para ello, la edulcoramos, banalizamos o falseamos. Recuerda al planteamiento de la película Don’t look up, la sátira que utiliza la inequívoca caída de un asteroide que destruirá la Tierra y su banalización como una analogía del cambio climático y la indiferencia del gobierno y los medios de comunicación ante la crisis climática. El denominado greenwashing es una de las formas de hacernos trampas al solitario. Parece que basta llenar de lemas bienintencionados cualquier espacio (anuncios, logos, furgonetas de reparto, etc.) para conjurar el calentamiento global, el agotamiento de los caladeros pesqueros o la degradación de los acuíferos. Parece que todas las empresas son ecológicas, limpias y sostenibles. A tenor de la narrativa que nos van suministrando compañías y gobiernos, parecemos vivir de modo más armónico con la naturaleza que los neandertales. No se puede negar que los publicistas hicieron bien su trabajo, ni tampoco que el consumo diario de un cazador-recolector era de 1.900 kilocalorías y el de un ciudadano occidental de 196.000, si tenemos en cuenta todo el consumo de energía asociado al transporte, la calefacción, la alimentación, etc. A pesar de tanto adorno, cuesta creer que una petrolera produzca energía limpia o que la agricultura actual sea una buena aliada de la fauna.

Podemos seguir mirando a otro lado, hacer como que todo va fenomenal, como parece a la luz de los beneficios de récord (otro más, igual que la temperatura) de los bancos y de empresas como Amazon, Apple, Meta o Microsoft. Al primer mundo, material y financieramente, le va bien. ¿Por qué iba a querer cambiar? Esa es otra de las barreras, creer que cambiar el orden actual nos va a colocar en una situación de precariedad y desventaja de la que hemos tardado siglos en desvincularnos. Esa es la tesis de Martín Caparrós en Contra el cambio, aludiendo a que la lucha contra el cambio climático supone desplegar una serie de estrategias que minan el verdadero cambio (recuerda a otro clásico, El Gatopardo de Lampedusa, cambiar todo para que nada cambie).

Una de las enseñanzas del libro de Fernando Valladares, en la sección dedicada a hablar de las iniciativas que se pueden llevar a cabo para abordar el necesario cambio de rumbo, es que «debemos vivir con menos sin sentir que eso sea un retraso. Si lo sentimos como un retraso, no habremos entendido nada y, sobre todo, no avanzaremos más que a la fuerza». El lector sacará sus propias conclusiones tras leer el enorme caudal de información y reflexiones, y verá con mejores ojos unas soluciones que otras. Lo que a mí me queda claro es que todo pasa por un cambio de prioridades, por la recuperación de valores colectivos en detrimento de los individuales, pero que ese pequeño salto al vacío requiere cierta confianza. Señala Valladares que el cambio está en marcha, y que basta con que el 20 % de la población esté comprometida con esta nueva visión para dar el salto definitivo. Nos falta ese punto de confianza que tienen los niños cuando se enfrentan a algo nuevo y vemos en su mirada la incertidumbre de atreverse o no. Lo que deja claro este libro, corroborado por cientos de artículos e informes científicos, es que vamos a tener que confiar y atrevernos a hacer las cosas de otra manera.

© Mètode 2024 - 121. Todo es química - Volumen 2
Doctor Ingeniero Agrónomo por la Universidad Politécnica de Madrid. Investigador postdoctoral en el Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio de la Universidad de Alicante e investigador postdoctoral de la Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC), Almería. Es especialista en desertificación, modelos de simulación dinámicos y cambio global.