«Peste & Cólera», de Patrick Deville

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Todo el mundo conoce a Pasteur, el instituto que lleva su nombre, la vacuna contra la rabia, el funeral de estado y todo eso. Pocos conocen a Yersin. Alexandre Yersin fue un suizo pasteuriano –es decir, miembro de la banda de científicos que, a caballo entre dos siglos y alrededor de Louis Pasteur, llenaron el mundo de la medicina de descubrimientos, vacunas y premios Nobel–. Yersin descubrió nada menos que la bacteria responsable de la peste. Y su vacuna.

Peste & Cólera es un libro difícilmente clasificable, a caballo entre la biografía, la novela histórica y la novela a secas. Lo primero que sorprende es el estilo, impecable, de frases cortas, lacónicas, precisas. La visión del autor casi nunca se presenta directamente; todo es sutil, un poco frío, pero transparente. La utilización de las frases cortas, contundentes, a menudo reforzadas con puntos y a parte, recuerda al estilo de Alessandro Baricco –autor de Seda y Océano–, de quien se diferencia, eso sí, por una factura mucho más frugal y por la falta de las efectistas repeticiones del italiano.

El libro nos narra la vida de Yersin desde que llegó al Instituto Pasteur hasta su muerte en Indochina. Curiosamente, la descripción del descubrimiento de la bacteria de la peste y de su vacuna no pasa de una página. En cambio, el libro se sumerge en los viajes de Yersin, en su gusto por la etnología, la botánica, la astronomía, la agronomía, la arquitectura. No es un libro sobre un hito científico, es un libro sobre un hombre, un gran hombre, tocado como pocos por los dioses con el genio –también en el sentido del carácter fuerte–; y sobre algo que sin duda fascina a Deville por encima de todo: el hecho de que nadie está obligado a elegir hacer lo que sabe hacer mejor. Yersin hace descubrimientos remarcables en el campo de la biomedicina, pero él lo que quiere es ver mundo, viajar a bordo de un barco, cultivar las más raras orquídeas, introducir cultivos como el árbol de la quina, de donde se extrae el más antiguo de los remedios contra el paludismo. Aislado en Indochina, Yersin se comunica con la familia y con los amigos pasteurianos con cartas de un gran valor literario. Allí lo cuenta todo: la lanza del bandido que le ha atravesado el pecho, sus esfuerzos por controlar el clima tropical con cometas de acero que vuelan a un kilómetro de altura entre las nubes, los progresos de sus plantaciones.

El libro es mucho más que la vida de Yersin, porque por él desfilan los más notables científicos y políticos de la primera mitad del siglo pasado. También contiene las anécdotas más terribles, como la de Joseph Meister, el niño que Pasteur curó de la rabia, el niño milagro. Meister se convirtió con los años en el guardián de la tumba de Pasteur, una increíble cripta bizantina en el sótano del Instituto Pasteur. Pero estamos en 1940, los alemanes han invadido París y los soldados de la Wehrmacht fuerzan la entrada en la tumba. Ultrajado, Meister, que ya tiene 64 años, se dispara un tiro en la cabeza. 

Según avanza la obra –y la vida de Yersin– la decisión vital del genio suizo se consolida. Europa, el mundo, son territorios complejos, llenos de política y envidias. De Europa vienen guerras, persecuciones, tiros al pecho en medio de la noche. Dos guerras mundiales en un abrir y cerrar de ojos. Yersin huye de la segunda Gran Guerra –la última de momento– a bordo del último avión de Air France que recorre Eurasia en escalas, de oeste a este, hasta llegar a su refugio de Nha Trang.

Si con Baricco había una leve semejanza formal por las frases cortas y los puntos y aparte, las raíces del libro se deben buscar sin duda en Conrad y su El corazón de las tinieblas. El hombre de intelecto lacerante y determinación férrea, el exotismo, la fuga y el viaje al corazón de las selvas, la fundación de una especie de reino local donde es aclamado por los nativos… Todo evoca a Kurtz. Un Kurtz, eso sí, benévolo y querido sin miedo por los habitantes del país, que incluso hoy en día lo veneran –literalmente, en los templos– como una figura benefactora. Conrad y su crítica de la explotación de los nativos están también presentes en la obra de otro pasteuriano heterodoxo que pasa por las páginas del libro: Céline. El autor de Viaje al final de la noche trabajó también en el famoso instituto del distrito XV de París, junto a Roux, Jacob, Monod o Laveran. Céline, como Yersin, eligió ser esquivo, y acabó dedicándose a la literatura, aprovechando para hacer un retrato despiadado del Instituto Pasteur, que presenta como un lugar sucio, donde los científicos aprovechan el gas gratuito para hacerse la comida entre cadáveres y ratones moribundos. Yersin rompe de manera más suave con los pasteurianos y, pese a las marcadas fluctuaciones de la intensidad de su tarea de investigación, nunca deja de escribir, de compartir datos y experiencias con el grupo de compañeros que se han quedado en la metrópoli.

En París lloverán los premios Nobel. En la selva de Indochina Yersin será sistemáticamente olvidado. Si tenemos que hacer caso del retrato que nos hace Deville, la falta del galardón máximo no le debió molestar en absoluto. La porquería de la política, las guerras, el sufrimiento de la gente, toda aquella mierda insoportable le hacen estar cada vez más a gusto en Nha Trang. Pasa el tiempo. Relativamente solo, con la compañía de colaboradores, estudiantes y los niños de la aldea. Cuando desmonta algún instrumento, deja la chatarra fuera, para que los niños jueguen con ella, como si fuera un parque urbano con toboganes y casitas. Cada día con una idea nueva, con un proyecto diferente, haciendo y deshaciendo aparatos científicos, sexando pollos, construyendo carreteras en sus vastos dominios. Porque Yersin, con las plantaciones de árboles medicinales y las producciones de caucho, acaba haciéndose rico. Quizá la riqueza llega a pesar de él mismo, igual que su genio natural para la investigación microbiológica le facilitó hacer uno de los principales descubrimientos de la historia de la medicina, como quien no quiere la cosa.

Yersin muere a los ochenta años en el porche de su casa de Nha Trang. Muere como eligió vivir: lejos, solo, polifacético hasta el final y, sobre todo, libre. 

Manel Porcar. Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva (UV).
© Mètode 83, Otoño 2014.

 

98-83Peste & Cólera
Patrick Deville
Traducción de José Manuel Fajardo. Anagrama. Barcelona, 2014.
234 páginas.

«El libro nos narra la vida de Yersin. Curiosamente, la descripción del descubrimiento de la bacteria de la peste y de su vacuna no pasa de una página»

 

© Mètode 2014 - 83. Los números de la ciencia - Otoño 2014

Investigador de la Universitat de València (España) en el grupo de Biotecnología y Biología Sintética del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas I2SysBio (Universitat de València – CSIC) y presidente de Darwin Bioprospecting Excellence SL (Parque Científico de la Universitat de València). Entre los campos que investiga está la bioprospección en ambientes hostiles a la búsqueda de microorganismos de interés industrial, así como varios aspectos del desarrollo de la biología sintética como disciplina emergente. Actualmente es el coordinador del proyecto europeo H2020 BioRobooST que agrupa veintisiete instituciones públicas y privadas de Europa y seis socios de Asia y América con el objetivo de impulsar un proceso internacional de estandarización en biología sintética.