Cuando le preguntaron a Margaret Mead cuál era el primer signo de civilización en las poblaciones de homínidos, respondió que un fósil de fémur cicatrizado, indicio evidente de cooperación. La antropóloga concluyó que una fractura de tal magnitud hubiera significado la muerte del individuo a no ser que este hubiera recibido el auxilio y apoyo de otros. Sin duda, nuestra capacidad para cooperar contribuyó a nuestra supervivencia, pero no solo eso: también impulsó la prosperidad de las sociedades y dio forma al mundo de hoy. La democracia, la investigación científica o Internet, son solo algunos ejemplos de grandes logros de la humanidad que no hubieran sido posibles sin la acción colectiva de grandes grupos de personas. La historia del mundo es una historia de cooperación.
¿Dónde emerge la cooperación por primera vez? Probablemente, la familia es el primer núcleo cooperativo, en el que los progenitores deciden invertir sus esfuerzos conjuntamente para cuidar a su descendencia. Desde aquí, la red cooperativa se extendió a otros individuos con menor grado de parentesco, a amigos e incluso a completos desconocidos. Esta tendencia a los actos cooperativos no es un prodigio exclusivamente humano: a lo largo del libro se visitan muy oportunamente otras especies del reino animal que también son grandes cooperadores como los suricatos, las hormigas o los peces limpiadores.
The social instinct ofrece una historia integral sobre nuestra habilidad para cooperar, haciendo hincapié en los ambientes de nuestro pasado evolutivo que propiciaron la aparición de estas soluciones de grupo. Aunque pueda parecer compleja, la explicación que se da de la cooperación no solo encaja harmoniosamente con los postulados de la teoría del gen egoísta de Richard Dawkins, sino que la enriquece con una perspectiva que la dota de profundidad social. No es posible explicar la cooperación como un acto espontáneo y meramente generoso. El nepotismo y la corrupción son también actos cooperativos, aunque sus consecuencias no sean beneficiosas para el grueso de la sociedad. Contratar a un familiar o un amigo para un puesto en nuestra empresa es un acto cooperativo. En este caso, la distinción entre cooperación y competición dependerá de la perspectiva que se tome. De hecho, la cooperación consiste habitualmente en reunir esfuerzos precisamente para mejorar la posición en relación con otros individuos. La autora del libro se aleja de cualquier especie de visión romántica para analizar minuciosamente la cooperación como una sofisticada estrategia más orquestada de lo que pueda parecer en principio. La reputación, por ejemplo, funciona como una garantía social que indica la probabilidad de que una interacción con un individuo tenga un resultado justo y recíproco.
En definitiva, este libro nos demuestra que la cooperación es un rasgo que ha marcado nuestro rumbo como especie. Nichola Raihani va más allá y anticipa que nuestra capacidad de cooperación tendrá un papel determinante para nuestro futuro. ¿Cómo será posible afrontar el reto inminente de la crisis climática si no es con un esfuerzo de cooperación? The social instinct es una lectura inspiradora que, poniendo el foco en nuestra faceta más humana, nos hace ver el futuro con más optimismo.