La práctica del arte contemporáneo en parte consiste en otorgar a los objetos una función que no le es propia, en hacer para el objeto una nueva carga semántica, simbólica, emocional o vivencial. Hacer arte está ligado a la memoria por una gruesa maroma, pues construir un objeto artístico es depositar en un soporte perdurable una imagen, es dar tiempo a lo que nace de la imaginación.
Desde hace unos años Alex Francés teje, borda, anuda, une y dispone objetos. En el inicio de esta etapa en el proyecto 8 cos enganxat, fabula un relato sobre cómo se construyen las imágenes, utiliza la paradoja de construir objetos artísticos para ser vistos por ciegos, utiliza palangre y lo anuda con la técnica del ganchillo, crea órganos internos de un cuerpo de artista y crea una armadura externa para proteger el cuerpo del artista. En otras piezas como los Giróvagos, se ocupa de construir cuerpos y moverlos, o anuda flecos, o construye paisajes con objetos encontrados. Todas estas obras no son sino entelequias del yo: trata de solucionar la ecuación que plantea la diferencia entre el yo y el cuerpo, y para solucionar la igualdad suma al cuerpo el concepto de trascendencia. Yo = cuerpo + trascendencia.
El artista se comporta entonces como un dios, como El Prometeo moderno1, porque actúa como un artista, porque se dedica a crear, a añadir a los objetos/cuerpos el tiempo, historia y conocimiento; esto es, añade a los objetos trascendencia.
La transcendencia en Alex Francés es memoria y duelo, es un camino pocas veces rectilíneo, un tránsito del dolor al olvido y del dolor al recuerdo. La melancolía es la enfermedad que no existe, es una consecuencia de la acumulación de bilis negra en el cuerpo, surge como anomalía de un fluido inexistente. Pero la melancolía sí existe y es motor; la melancolía rompe y pega, acompaña desde el yo al cuerpo y desde el dolor al amor, mueve el duelo. La forma de mover el duelo es crear objetos que son herramientas de amor.
«La transcendencia en Alex Francés es memoria y duelo, un tránsito del dolor al olvido y del dolor al recuerdo»
La labor de estos últimos años como artista de Alex Francés se ha centrado en lijar, limpiar, fregar, lustrar, pulir y bruñir objetos, hacerlo mediante procesos de repetición; pegado a la tradición oriental, se ha dedicado a repetir un mantra de creación mediante el cual ha ido cargando de significación objetos que no la tenían, y que por ese contacto con su cuerpo han recibido un ordenamiento sintáctico: su cuerpo de artista ha funcionado como pila voltaica que traspasa energía vital al objeto con tal de que este mantenga su vida propia.
Para Alex con estos objetos se realiza el proceso de «invocación»: traer, dar voz o presencia a lo invisible. Tal y como expresa el mismo:
Para mí, si la práctica del arte tiene que ver con la memoria, con el proceso de duelo, lo es en tanto que recuperación, construcción o preservación de un espacio particular de dolor, que por una parte sujete u ordene la angustia por la pérdida, y por otra recupere o preserve lo ausente en un espacio de dolor plausible, dolor que es mi dolor, mi tesoro particular, la forma que tengo de invocar, de recuperar de nuevo lo allí perdido.
Pero estos procesos, tanto el artístico como el proceso de duelo, escapan a toda lógica o intento de ser definidos o sistematizados; están –funcionan– fuera del tiempo lógico, son más bien el producto de un darle vueltas a ese algo ausente hasta que se produce el acontecimiento o la formalización de una imagen del dolor plausible, un espacio al que acudir para rememorar algo o alguien con un nombre, que sustentan algo de lo indecible que allí, en ese nombre, se perdió.
No existe más solución para la pérdida que el recuerdo. No existe otra solución para el dolor más que sufrirlo, invocarlo, conseguir modularlo a través de su memoria.
1. Título original que luego quedó como subtítulo de Frankestein, la novela de Mary Shelley. (Vuelve al texto)