Cuando hablan los que ya no están
Elisa García-Prósper y Manuel Polo-Cerdá presentan su artículo «La memoria escrita en los huesos» a estudiantes de Periodismo
Decía la periodista Leila Guerriero, en su crónica El rastro en los huesos, que cuando se junta el hueso con la historia, todo cobra sentido. Son, precisamente, estos relatos que hay bajo la piel los que Elisa García-Prósper, doctora en Arqueología, y Manuel Polo-Cerdá, doctor en Medicina, han tomado como centro de su investigación sobre la necrópolis romana de la calle Quart de Valencia, que más tarde han recogido en forma de artículo bajo el título de «La memoria escrita en los huesos», publicado en el monográfico que ellos mismos han coordinado recientemente en la revista Mètode.
El miércoles 30 de octubre, los dos investigadores se presentan frente a la clase de cuarto de Periodismo de la Universitat de València, dispuestos a transmitir no solo las historias de quienes ya no están, sino también el métode de trabajo adoptado para describirlas. Martí Domínguez, biólogo, escritor y director de Mètode –y profesor de los alumnos que reciben a Elisa García-Prósper y Manuel Polo-Cerdá– introduce a los ponentes, ambos miembros del Grupo Paleolab, equipo multidisciplinar en activo desde hace más de quince años, dedicado al estudio bioantropológico de los restos humanos arqueológicos y la antropología forense de los derchos humanos.
«Yo quería excavar muertos, saber qué tienen que contar, cuál era su historia particular, no la oficial. Quería conocer la verdadera historia, que es la que conforman los pequeños relatos», empieza Elisa García-Prósper. Así, la doctora explica que, para poder contactar con este pasado, es necesario «volver a los escenarios de un momento histórico y aportar nuevos datos, dar un giro».
Esto es lo que ella y su compañero hicieron en la necrópolis romana de Valencia que, según defienden, tenía un origen y una cronología que después se demostraron incorrectas. Con un trabajo prolongado y una combinación de diferentes ámbitos científicos, el equipo pudo sumergirse en la historia de unos antiguos habitantes que, en lugar de venir del sur de Italia –como se pensaba– venían del norte, además de en su estratificación social, en sus ritos, sus enfermedades y su forma de vida.
Elisa García-Prósper: «La verdadera historia es la que conforman los pequeños relatos»
Pero la presentación de los autores de «La memoria escrita en los huesos» no solo se centra en el «qué», sino también y sobretodo, en el «cómo». Elisa García-Prósper y Manuel Polo-Cerdá hablan a los futuros periodistas sobre los métodos científicos de investigación, de cómo empezaron estableciendo hipótesis de trabajo, buscando unas posibles respuestas a los interrogantes planeados, que después tenían que demostrar empíricamente. De la misma manera, Manuel Polo-Cerdá destaca la ayuda recibida de técnicas y estudios recientes, como, por ejemplo, la tecnología del ADN o las investigaciones sobre enfermedades óseas congénitas.
Ambos investigadores establecían un método de trabajo: «Lo que se pretende en cualquier análisis interdisciplinario de una necrópolis se parece a lo que se hace en una clínica: se interroga a los sujetos. Ellos no nos van a contestar, claro, pero lo biológico sí que lo va a hacer. Lo que tenemos que saber es qué queremos preguntar, y poner los medios para hacerlo», destaca Manuel Polo-Cerdá.
Es, precisamente, en esta idea de interdisciplinariedad en la que los dos ponentes se apoyan en todo momento. Afirman que sin una colaboración entre distintos círculos científicos, su investigación no habría sido posible. «La incorporación en los equipos de investigación de nuevas disciplinas nos daba datos, nos permitía concretar y confirmar hipótesis», señala Polo-Cerdá. Elisa García-Prósper lo ratifica: «En arqueología tienes que estar siempre mirando qué hacen los de al lado. Es como una tarea periodística: tienes que ir contrastando siempre la información que tienes».
Pasado y presente
Los ponentes ligan su tarea, además, con la actualidad política y social, en particular con la memoria histórica. Advierten del peligro de vender desde el periodismo que el ADN puede resolver siempre las identificaciones, y de no profundizar en la verdadera gestión de la aproximación a la historia y la identidad de los huesos. Y no solo critican la simplificación y tergiversación que a veces la prensa generalista presenta, sino también la incapacidad de gestionar la memoria histórica que caracteriza al poder política, tanto estatal como valenciano: «Hemos compartimentado la memoria histórica», denuncia Manuel Polo-Cerdá, y pone como ejemplo la fosa de Pajaroncillo, Cuenca, donde hay cuerpos valencianos que sus familias hace años que intentan exhumar, pero el acceso a los cuales es difícil por tratarse de otra comunidad.
Así, pasado y presente conectan, el método científico se presenta y las reivindicaciones sociales encuentran un espacio, de la mano de una doctora en Arqueología y un doctor en Medicina. Así, se hace memoria de los huesos, proyección de la correcta divulgación científica, y apología de la interdisciplinariedad y la cooperación entre expertos. Y una necrópolis se revela como nexo entre ciencia y periodismo, entre la sociedad de antes y la de hoy. «Es una forma de dignificación del muerto, pero también del vivo», explicaba Leila Guerrero. Es una conexión que llega a ser una necesidad social.