Diego Mir o la utilidad del diseño

Ciencia ciudadana

Portada del número 108 elaborada por Diego Mir.

A finales de noviembre de 2017 un mural con el lema «L’horta és vida» apareció pintado en un muro próximo a la V-21, la autovía de entrada norte en la ciudad de València. Junto al lema, la «corxofa», una alcachofa invertida con detalles –una gota de sangre, dos arterias, una flecha que la atraviesa– que recordaban a los corazones de los enamorados alcanzados por Cupido, evocando un amor incondicional por la huerta. El mural era fruto de la colaboración entre el colectivo Per l’Horta y el diseñador gráfico Diego Mir, con el objetivo de denunciar y hacer visible el previsible destrozo: el Ministerio de Fomento proyectaba ampliar la V-21 a costa de 80.000 m² de huerta y la demolición del edificio donde se encontraba el mural, el Forn de Barraca.

Diego Mir creció en el barrio de Benicalap, con una huerta próxima que vio desaparecer a medida que se iba extendiendo la ciudad. Su vocación artística le llevó a iniciar estudios de bellas artes en Valencia, pero los abandonó para estudiar diseño gráfico en la EASD de Velluters. Después estuvo un tiempo colaborando en el estudio de Ibán Ramón e hizo una estancia de unos años en Madrid, para volver a València en 2016. Diego comenta que lo que le llevó al mundo del diseño fue la atracción por el ejercicio de comunicar, trabajar para un público determinado. La investigación de la función social, contrapuesta al modelo del artista que desarrolla una obra basándose en sus criterios personales.

«Diego Mir crea sus mensajes con una gran economía de recursos, pero consigue que sean a la vez sugerentes y accesibles para el gran público»

Una funcionalidad social que se une en este número de Mètode con el concepto de ciencia ciudadana, que precisamente parte de la participación activa de la sociedad en la construcción de la ciencia. Diego Mir crea sus mensajes con una gran economía de recursos, pero consigue que sean a la vez sugerentes y accesibles para el gran público. Sus diseños se encuentran asiduamente en El País, El Temps o en diferentes proyectos institucionales como los carteles recientes de las fallas de Valencia 2021. Un buen ejemplo de estos artefactos sencillos y evocadores a la vez es la imagen de la bandera europea, formada por doce estrellas amarillas de papel, que da pie a diferentes lecturas. ¿Quizás sugiere que en la UE algunos estados son auténticamente modélicos –estrellas perfectas– mientras que otros han sufrido diferentes grados de degradación institucional? Pienso en Hungría o Polonia. Tal vez hay que leer las estrellas como si fueran las doce horas de un reloj. Entonces, lo que se contempla, siguiendo el sentido de las agujas, es la imparable degradación del sueño europeo, en un momento marcado por los debates por el Brexit. Una imagen amable y sencilla a primera vista, pero más compleja y perturbadora cuando empezamos a interpretar su significado.

Partiendo de la concepción de utilidad social, es evidente que el éxito de un diseñador pasa porque la sociedad se apropie de sus productos. Esto precisamente es lo que pasó con la «corxofa», coincidiendo con el momento álgido de la lucha contra la ampliación de la V-21. Reproducida con éxito en camisetas y banderines, el derribo del Forn de Barraca, con su mural, en septiembre del 2019, esparció el dibujo por toda la ciudad en pancartas, pintadas y acciones de protesta. La imagen ideada para el mural se ha convertido en un símbolo de la defensa del territorio valenciano, llevado orgullosamente por mucha gente que desconoce quién es Diego Mir. Parafraseando al personaje del joven cartero imaginado por Antonio Skármeta, el buen diseño «acaba siendo propiedad de quien lo necesita».

Diego Mir

Ilustraciones de la serie «Ciencia ciudadana» de Diego Mir (2021), realizadas para el número de Mètode dedicado a la colaboración entre ciudadanía y ciencia.

© Mètode 2021 - 108. Ciencia ciudadana - Volumen 1 (2021)
Profesor de secundaria y miembto de Per l'Horta (Valencia).