Entrevista a Laura Toribio
«El objetivo de la divulgación científica es crear cultura científica»
Investigadora en el CIEMAT y divulgadora científica
Laura Toribio (Salamanca, 1986) es investigadora en el grupo de cosmología del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), donde su trabajo actual se centra en la elaboración de grandes catálogos cosmológicos. En particular, determina el desplazamiento al rojo de millones de galaxias para conocer la posición en el espacio de cada galaxia, así como la separación e identificación de los diferentes objetos utilizando para ello técnicas de inteligencia artificial.
Laura Toribio se licenció en Matemáticas en la Universidad de Salamanca y se doctoró en el Instituto de Astrofísica de Canarias. La investigación es su pasión, pero también lo es la divulgación. Es como escoger entre papá y mamá.
Durante su faceta divulgadora ha impartido numerosas ponencias en eventos y conferencias destinadas al público general de diferentes edades. Actualmente, colabora en el programa de radio «Serendipias» de la cadena SER y coordina las actividades de divulgación del departamento de investigación básica en su centro de investigación, el CIEMAT. En esta entrevista hemos podido conocerla y hablar con ella sobre el papel de la divulgación científica en el conjunto de la ciencia. La conversación deja entrever la importancia de una actividad en la cual cada vez se suman más científicos a hacerla.
Eres matemática y astrofísica. ¿Qué es lo que te llevó a especializarte en matemáticas y seguidamente en astrofísica?
Cuando estaba en el colegio no pensaba que la astronomía fuera una profesión sino más bien que era una curiosidad. Por un lado, a mí se me daban muy bien las matemáticas, sobre todo se me empezaron a dar bien cuando apareció la aritmética. Pero hubo un momento que para mí fue un cambio de mentalidad: presentarme a una olimpiada de matemáticas. Ahí ocurrieron dos cosas. La primera es que me obsesioné con un problema de matemáticas y la segunda es que quedé entre los diez primeros. Ahí me di cuenta de que era buena en matemáticas y que en un futuro me podía dedicar a ello. Por otro lado, la especialización en astrofísica fue porque terminé la carrera en plena crisis del 2008 y un profesor me dijo que por qué no seguía estudiando. A partir de ese momento empecé a investigar más y me di cuenta de que podía ser astrónoma. Hice el máster de astrofísica aunque la mayoría de los que lo estudiaban eran físicos, es decir, había pocos estudiantes de otras disciplinas. Ahora no sé si será igual, pero considero que en el campo de la astrofísica es importante que existan profesionales de distintas ramas: químicos, geólogos, ingenieros, etc.
Hablas de la necesidad de perfiles profesionales distintos dentro del campo de la astrofísica. ¿Crees que es importante el modelo multidisciplinar en el ámbito de la investigación?
La multidisciplinariedad enriquece no solo a la investigación sino también a las personas. Que te apasionen disciplinas que son aparentemente distintas es maravilloso porque te das cuenta de que se establecen sinergias muy bonitas entre ellas. Por ejemplo, yo soy una gran defensora de no separar a la gente de letras y ciencias. Creo que hacer esas separaciones es ridículo porque un campo nutre al otro. Personalmente, mi ocio no está enfocado en la ciencia; en mi tiempo libre leo y a veces leyendo se me han ocurrido metáforas o analogías para explicar conceptos científicos; o también de pequeña iba a teatro que considero que es un ámbito que me ha ayudado mucho para hacer divulgación científica.
Sobre la divulgación científica. ¿En qué punto de tu carrera descubriste el valor de la divulgación científica y cómo comenzaste a involucrarte en ella?
Empecé a hacer divulgación científica cuando estaba haciendo el doctorado en el Museo de la Ciencia y el Cosmos, pero lo frené porque tenía que escribir la tesis. También dejé la investigación porque tuve que irme unos años al extranjero, pero cuando volví decidí retomar todas las cosas que había dejado de hacer por x motivos. Entonces me presenté al Famelab, que era un concurso de monólogos científicos que organizaba la Fundación Española para Ciencia y Tecnología junto con el British Council y quedé segunda. A partir de ahí pasaron dos. La primera es que obtuve formación, que es muy importante; y la segunda es, de la misma manera que me pasó con la Olimpíada de Matemáticas, que me di cuenta de que era buena haciendo divulgación. Ahí decidí que quería dedicar tiempo a comunicar lo que hacía en investigación y desde entonces empecé a participar en diferentes eventos de divulgación, sobre todo en monólogos y charlas, en la radio y en mi trabajo.
¿Cómo logras equilibrar tu trabajo de investigadora con la faceta de divulgadora científica?
Cuesta. Cuando divulgas dejas de lado la investigación y es normal porque tienes que sacar el tiempo de algún sitio, pero hay que compensar. En mi caso, la divulgación institucional la hago en mis horas de trabajo, pero la divulgación más artística las hago en mis horas de ocio.
Y, ¿no te has planteado nunca igual dedicarte al 100% a la divulgación científica?
Hubo un momento en el que sí, justo cuando empecé a tener un poco de tirón y me empezaron a llamar de diferentes sitios, pero es que yo ahora tengo una plaza fija en el CIEMAT entonces no me lo planteo. Solo lo haría si en mi centro de investigación me dijeran que me dedicara a eso porque necesitan crecer en el ámbito de la divulgación.
¿Qué características crees que debe tener un buen divulgador científico?
Tiene que ser empático porque tiene que entender que el público no va luego a examinarse de un examen, sino a pasárselo bien. Y, por otro lado, debe saber acortar la distancia con el público para que no le vean como una figura alejada difícil de comprender.
Antes decías que tus hobbies te habían ayudado con la divulgación científica y, por ejemplo, cuando fue tu charla en el Neurona Fest en el campus de Burjassot de la Universitat de València utilizaste la metáfora de la casa para explicar la estructura del universo. ¿Por qué crees que este tipo de analogías son tan efectivas para realizar divulgación científica?
Cuando creas una analogía creas una imagen más común para el público. Si hablo de ecuaciones la gente se asusta. Pero si hago comparaciones con algo que el público conoce es mucho más fácil de que entiendan la idea. En mi caso, busco analogías en las que siento que la gente se pueda identificar, como comprarse una casa o mentir para ligar con el objetivo de que conecten un concepto científico con una situación cotidiana y de que se sientan cómodos en la charla.
¿Utilizas otra estrategia aparte de las analogías?
Utilizo a mi entorno. Les hago las charlas y me ayudan a darme cuenta de que el vocabulario que utilizo no es tan sencillo como pienso. Gracias a eso identifico algunas palabras que pueden causar problemas y las sustituyo por otras o cambio la forma de decir ciertas cosas. También intento que quede simpaticón porque creo que el humor relaja la seriedad que tiene la ciencia.
Es la mejor forma para acercarte a un público no científico.
Creo que sí. Es la mejor forma para seducir a la gente que no le gusta la ciencia. Lo veo con mis amigas cuando me dicen que les gusta la charla. Les hace sentir bien entenderlo. Por eso es muy importante que las personas sientan que la ciencia no es únicamente de los científicos, sino que sientan que ellos también son capaces de entenderla.
Desde tu perspectiva, ¿qué objetivo debe tener la divulgación científica?
Crear cultura científica. Hay cultura del deporte, de la música, del cine y, sin embargo, no hay cultura científica. ¿Por qué? No hay un rato de telediario en el que se cuenten los descubrimientos científicos de la semana, de la misma manera que pasa con el deporte o el tiempo. No hay programas de entretenimiento científico y si aparece es de forma anecdótica. La ciencia se entiende únicamente como una profesión no como una afición. Y en parte la tarea que tienen los divulgadores es crear cultura científica y entonces cuando la tengamos estará más normalizado porque igual que apuntas a tu hija a que haga algún tipo de deporte, de repente las puedas apuntar a laboratorio no sé…
Y luego las extraescolares. La música por ejemplo puede ser una profesión, pero al mismo tiempo una afición.
Exacto. Existe una cultura musical donde se apunta a los hijos a aprender música. Sin embargo, si apuntas a tu hijo a mates es porque no se le da bien y necesita ayuda. Es decir, no lo estás apuntando a una actividad con la finalidad de que se lo pase bien como no sé apuntarlo a una asociación de astronomía donde aprendan a entender el cielo o a montar telescopios. Creo que falta cultura científica en este país y en parte la tarea que tenemos los divulgadores es hacer que exista.
Los divulgadores mayoritariamente estáis en las redes y todos sabemos que en las redes hay mucha desinformación. ¿Cómo mantienes un equilibrio entre hacer que la ciencia sea accesible sin sacrificar el rigor científico?
Siempre hay que sacrificar algo de rigor. Nosotros cuando hacemos ciencia necesitamos unas ecuaciones porque todo tiene que ir cuadrado, pero cuando contamos lo que hacemos y nos desprendemos de ese rigor matemático, ya estamos perdiendo esa actitud en lo que estamos contando. El punto es no contar mentiras. Sobre todo lo que tienes que decir tiene que quedar claro lo que es, no puede dar pie a la ambigüedad.
Por último, ¿cómo te gustaría que avanzara la divulgación en los próximos años?
Me gustaría decir: «Hace treinta años no iba a un bar a escuchar ciencia». Me gustaría que la divulgación estuviera normalizada porque eso significaría que hemos logrado el objetivo de qué la ciencia llegue al público de una forma distinta. Me gustaría sobre todo que la divulgación ayudara a que los centros de investigación se llenen de investigadores e investigadoras de perfiles muy diversos, porque la diversidad hace avanzar a la ciencia. Y me gustaría que por fin existiera esa cultura científica de la que hablábamos.