Vivir la ciencia
El último mes de febrero, los asistentes a uno de los cursos de la cátedra de divulgación científica organizada por la Universitat de València y la Fundación Cañada Blanch gozaron del testimonio de uno de los científicos que han cambiado el concepto de lo que entendemos por divulgación científica. Philippe Chomaz, físico y divulgador francés, participó en este curso de “Comunicación científica”, coordinado por Jesús Navarro, donde expuso su forma de entender hoy en día la difusión de la ciencia. Describió con detalle el proyecto que en 1997 desarrolló junto a una compañera periodista y que resultó pionero e increíblemente innovador. Su objetivo era la creación de un lugar de divulgación ameno y próximo, al que todos tuvieran acceso y donde científicos y gente de calle se reunieran en un intercambio de preguntas y respuestas. La idea fue creciendo y formándose, se añadió jazz en directo, temas de actualidad y se convocó científicos relacionados que tuvieran alguna cosa que aportar. Con todo esto pretendían situar la ciencia, a veces demasiado distante, en el contexto siempre atractivo del ocio. Había nacido el primer “bar de ciencias”.
París fue la ciudad elegida para alumbrar este acontecimiento tan inusual, que una vez desarrollado se fue dando a conocer. Utilizaron una publicidad tentadora para hacer saber a todos que se había transformado un lugar de encuentro diario en un entorno para el coloquio, donde se podía hacer cualquier pregunta y donde siempre se encontraría respuesta. “No es preciso reinventar los lugares de encuentro, ya existen”, cuenta Philippe Chomaz. El éxito fue tan grande que hoy en día hay más de cuarenta bares de ciencia por toda Francia y muchos otros en el resto de Europa. ¿Cuál ha sido su secreto? Según su creador, simplemente se basaron en un principio: la comunicación, que es el intercambio fundamental. Haciendo que desaparezcan los grandes podios y las clases magistrales, se logra que científicos y ciudadanos sigan alrededor de la misma mesa, se hablen y además se entiendan. Philippe Chomaz nos comenta que en la comunicación el factor más importante es escuchar, no intentar cambiar al otro, sólo así se logra un resultado del todo satisfactorio. En este entorno propicio para el diálogo, la relación directa crea un vínculo y logramos que no se pierda el nivel emocional aunque hablemos de ciencia.
Su iniciativa fue más allá, ya que se creó también un “centro de cultura científica”. Éste está encargado de acercar los científicos al pueblo, para que sus conocimientos estén al alcance de todos. Encontrar un científico en un mercado no debe ser tomado como algo poco serio. En esta nueva ciencia de “calle”, de lo que se trata es de hacerla más comprensible, pero no por eso más simplificada. Es importante no confundir la traducción con la desnaturalización de conceptos, sólo hay que buscar palabras sencillas para explicar conceptos complejos. El objetivo, igual que en el bar de ciencias, es el contacto directo y también el intercambio de papeles, ya que ahora es el ciudadano quien tiene la palabra. El divulgador francés lo considera muy importante, y asegura que discutiendo los temas es como se construye una verdadera sociedad.
Desde que John Brockman describió una tercera cultura, la científica, los intentos por tratar de divulgarla no han cesado. Ahora nos encontramos con propuestas innovadoras, próximas, para lograr un verdadero y estimulante intercambio de ideas. Disponer de auténticos bares de ciencia en España será un nuevo e interesante proyecto que tendremos que promover.