Las zonas de clima hiperárido, árido, semiárido y seco-subhúmedo («tierras secas» si traducimos el vocablo dryland o «zonas áridas» como nos gusta más llamarlas) ocupan más del 40 % de la superficie terrestre y son el hogar de más de 2.000 millones de personas. En contra de la imagen que se tiene de este importante conjunto de biomas, las zonas áridas albergan el 36 % de los depósitos de carbono, el 30 % de las zonas forestales, el 50 % de la ganadería mundial y el 44 % de las tierras de cultivo. Estas cifras dan una idea de su importancia social, económica y ecológica –el tema del primer artículo del monográfico– y abogan por la necesidad de conocer y comprender su funcionamiento y gestionar las actividades humanas en un clima cada vez más cambiante. Ello es clave para permitir su desarrollo y evitar su desertificación.
Se estima que un quinto de las zonas áridas ya está desertificada, y este proceso se está acelerando. La lucha contra la desertificación no ha presentado soluciones muy efectivas hasta la fecha y las razones tienen que ver, como nos explica Víctor Castillo, con la construcción histórica del concepto y los intereses contrapuestos alrededor de la Convención de Naciones Unidas dedicada a la desertificación, una de cuyas consecuencias es el alejamiento entre ciencia y política. Los trabajos que completan el monográfico se centran en los principales usos del suelo y sus consecuencias. Laura Yahdjian y colaboradores ilustran la importancia de conocer los efectos del pastoreo –el principal uso en las zonas áridas (62 %)– sobre la vegetación y el suelo para poder diseñar estrategias que eviten la desertificación de la Patagonia argentina. Por su parte, Anahi Ocampo y colaboradoras ponen el acento en el uso de los recursos hídricos, explorando casos de Argentina, Bolivia, Chile y México en relación con la agricultura de regadío y la minería. A partir de estas experiencias muestran cómo los usos del agua y las visiones de desarrollo compiten en un escenario climático cada vez más apremiante.
Esperamos que los artículos de este monográfico ayuden a comprender la importancia de las zonas áridas y la necesidad de que su desarrollo vaya de la mano de la salvaguarda de sus recursos. La sostenibilidad de estos lugares fascinantes (y del planeta en su conjunto) pasa por ofrecer oportunidades a sus habitantes pero siendo conscientes de que la vulnerabilidad de sus recursos, exacerbada por el cambio climático, requiere una gestión cuidadosa del territorio.