Jaume Josa
«Darwin representaba un ejemplo de investigador de la naturaleza que básicamente liberaba de prejuicios»
Jaume Josa (Barcelona, 1945), investigador de la Institución Milà i Fontanals (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) de Barcelona, asegura que su interés por Darwin le viene de lejos. Especialista en historia de la biología de los siglos XIX y XX, el doctor Josa es experto en la recepción del darwinismo en España y en 2007 presentó, junto a Alberto Gomis, ‘Bibliografía crítica ilustrada de las obras de Darwin en España’, una ambiciosa obra que recoge minuciosamente todos los trabajos publicados en España durante siglo y medio sobre Darwin. El poeta y traficante de ideas Vicenç Altaió, director del KRTU, presenta en este monográfico dedicado al naturalista inglés una conversación personal con Jaume Josa en la que éste deja patente su particular mirada sobre Darwin y la ciencia.
Hablar de Darwin en Barcelona es hablar de Almirall, Bartrina, Peius, Odón de Buen o del republicanismo federal; del Anís del Mono o de las controversias sobre las certezas; y de Jaume Josa o sobre el método del vivir con ciencia y arte. Es decir, de los introductores, de los publicistas y de los estudiosos. Conozco la pasión de Josa por Darwin, debe ser uno de los hombres del mundo que más ha padecido las consecuencias de ello. Lo encuentro enterrado en montañas de libros que dieron a conocer la teoría de la evolución, que la difundieron y que polemizaron sobre ella. De las primeras ediciones a la última novedad. Josa es todo un personaje, un científico investigador heredero de la Academia de los Desconfiados y un erudito sabio y ameno, divulgador de la historia de la ciencia, saludado por los artistas de la vanguardia. Se deleita en las cosas de provecho y ha batallado para que ciencia, literatura y arte avancen con idéntico conocimiento y creatividad.
Las cosas, amigo Josa, no deben ser necesariamente útiles sino –como hemos aprendido del joven Darwin– observables y razonables. Más que darwinista te veo como un hombre que se hace con la naturaleza indómita de los libros. Eso es lo que haces con los libros, siempre siguiendo el método: observar cómo cambian los títulos, cómo se hacen nuevas ediciones y anotar cómo otros nuevos nacen de aquéllos. El pensamiento es una montaña de libros en equilibrio suspendido.
Si tengo que decirte la verdad, el origen del hombre no me interesa demasiado, como origen no, pero sí como proceso… Tampoco el baile de fechas sobre los millones de años hacia arriba o hacia abajo. Me parecen unos problemas externos a mí. En cambio, aún vale la pena leer a Darwin por la fuente de documentación y de comportamiento sobre el hecho natural, y la metodología que se desprende de él. Datos y reflexiones sobre «el misterio de los misterios».
¿Un naturalista que se puso a leer la naturaleza?
Y una gran idea política: entender la historia común que une a todos los seres vivos. Al final de su vida Darwin valoró el esfuerzo que había hecho con un epitafio sin fin: «El mapa del mundo deja de ser una hoja muerta.» Y habiendo dicho eso, agradeció generosamente la participación de todos cuantos le ayudaron, sabiendo que no los volvería a ver. Un hombre de bien.
¿Un hombre solo para una teoría tan rica?
La paternidad se atribuye sin exclusión a Darwin, aunque A. R. Wallace tiene que ser considerado cofundador de la teoría de la evolución. Wallace era sindicalista y militante a favor de los trabajadores –«la tierra para quien la trabaja»– y practicaba el espiritismo. Todo eso y estas teorías provocaban un choque en la sociedad victoriana. Wallace explicaba un pensamiento descrito como selección natural. Presentaron ambos, conjuntamente, la teoría en una conferencia en la Linnean Society y después Darwin terminó su libro.
«Aún merece la pena leer a Darwin por la fuente de documentación y de comportamiento sobre el hecho natural y la metodología que desprende»
Ahora lo retratan como un hombre de mal carácter…
Seguramente los miembros de un club privado de Londres no lo debían considerar tan arisco cuando se dedicaban a hacer reuniones donde corría la bebida a mansalva. He leído que incluso contrató a alumnos del King’s College para que le cantasen en la habitación. Darwin era trabajador, disciplinado y con metodología de naturalista. No olvidemos que el primer Darwin es geólogo como una fuente de comprensión de los seres orgánicos. Un estudio más como apoyo del estudio de los seres vivos y no un estudio sobre las piedras.
No puedo imaginar que en la dictadura nacionalcatólica descubrieses de pequeño una teoría científica. ¿En qué ambiente familiar te formaste?
Mis padres, padre y madre, habían sido maestros de la República en Ridaura y tras la guerra fueron depurados y expulsados del cuerpo. No fueron rehabilitados hasta el primer gobierno socialista. Mi madre se sintió libre hasta el último momento. Darwin representaba un ejemplo de investigador de la naturaleza que básicamente liberaba de los prejuicios.
¿Y Darwin en la escuela?
Tuve una formación religiosa en los escolapios y nunca sentí que el estudio de las ciencias naturales tuviese un comportamiento antirreligioso. Tenía de profesor de Filosofía a Octavi Fullat, que en aquel momento estaba escribiendo su tesis doctoral: La moral atea de Albert Camús. Después, por tradición familiar, hice la carrera de maestro. Allá me examinaron de religión y me tocó el tema 6, «La Creación». Al explicar que la interpretación del relato bíblico no hacía falta que fuera literal, una voz del tribunal me dijo: «Cíñase al catecismo». ¡Nosotros venimos de aquí!
«La polémica entre ciencia y religión, y la actual del diseño inteligente, no tienen nada de nuevo, aunque se disfracen de genética molecular»
¿Y en la universidad?
Es aquí donde nació mi auténtico interés por Darwin, en 1963. En aquel curso común hice las asignaturas de geología, con el gran paleontólogo de mamíferos Crusafont; de biología, con el doctor Prevosti, el padre de la escuela catalana de genética, que nos explicaba en directo los primeros descubrimientos del ADN y de la genética molecular, junto al doctor Parés en microbiología; y de química, con Enric Casassas, que nos decía: «Los estudiantes deben estudiar y hacer otras cosas.» Por eso hice el servicio militar obligatorio en la sección móvil de Veterinaria Militar, en Mallorca. ¡Fregar pisos y cuadras! Y me convertí en profesor de analfabetos.
Y hacia el extranjero…
Estudié el trabajo enorme y dinámico hecho sobre la investigación y la enseñanza de la biología en las escuelas y en las universidades del Reino Unido. Allá inicié la biblioteca Darwin, de visita a Down House, donde se habían redactado tantos puntos capitales, pisando el suelo por donde Darwin transitaba pensando. Al cabo de unos años, cuando tenía que hacer el prólogo para El origen de las especies (Austral, 1988), no lo quise escribir sin volver allí. ¡Ni la fiebre me impidió ir!
«La teoría de la evolución no se debe tomar como dogma y los debates son necesarios en el entorno científico»
He conocido a muchos biólogos que, habiendo pasado por tus clases aprendiendo y riendo, trabajan en las fronteras de la ciencia con espíritu libre. En cambio, el mundo carca mira con malos ojos lo que se hace en los laboratorios. En América y en Roma, los creacionistas.
Siempre ha habido polémica. Y muy a menudo la polémica está más alimentada por posiciones previas que por cuestiones científicas. Aun así muchos contrarios a las teorías de Darwin demuestran tener un gran conocimiento. La polémica entre ciencia y religión, y la actual del diseño inteligente, no tienen nada de nuevo, aunque se disfracen de genética molecular. Dicho eso, la teoría de la evolución no se debe tomar como dogma y los debates son necesarios en el entorno científico.
En la extraordinaria bibliografía crítica ilustrada de las obras de Darwin en España, que has reunido con Alberto Gomis, veo que Darwin entró muy pronto en catalán.
Viatje d’un naturalista al rededor del mon, fet a bordo del barco “Lo llebrer” fue publicado en pliegues que se incorporaban al Diari Català, de Valentí Almirall. ¡Lo tengo! ¡No digo más! También se conserva en la Biblioteca Pública Arús y en la Biblioteca de Catalunya, en cuyo catálogo figura en la entrada «Poe, Edgart. Noveletas escullidas». En la época en que no había Internet el mercado del libro viejo funcionaba por un circuito muy cerrado dentro del cual me introdujeron Manolo Sacristán, filósofo, y Lluís Soler-Sabarís, geólogo.
[Bajamos el telón y cortamos la entrevista por la mitad. Nos ponemos a comer y lo celebramos. En casa del Dr. Josa la bebida oficial es un vino negro de Rioja, Viña Tondonia. La razón: tres de los hijos de Odón de Buen se casaron con las tres hijas de López de Heredia, bodega fundada en 1877, el año que se publicó la edición de El origen de las especies, con traducción de Enrique Godínez. Nunca olvidaré que Josa me llamó la noche del quincuagésimo aniversario del descubrimiento del ADN para ir a celebrarlo juntos al bar El Pastís. Y aquí empieza la segunda parte, tras haber comido.]
Y si tomásemos unas copitas de anís… Entonamos juntos: «¡Es el mejor/ la ciencia lo dijo/ y yo no miento!»…
El aval científico para un producto, en anuncios de este tipo, llegó de la mano de Vicenç Bosch, empresario de Badalona, que en una acertada etiqueta la cara de Darwin se confunde con el mono –dicen. El éxito fue sonado, aunque pronto fue replicado por el Anís del Tigre, que en la etiqueta se comía al mono. Famosos artistas participaron en la publicidad: Casas, Utrillo, Riquer, Junceda, Bagaria… hasta un poema visual de Joan Brossa para ilustrar Tocatina (1978), de J. Mestres-Quadreny.
Es así que también la cultura de masas se acercaba a la ciencia: es el canto al progreso de los Cors de Clavé, el excursionismo científico, la mirada al cielo, con Comas i Solà, los inventos modernos, la ciencia recreativa y la poesía futurista de Salvat Papasseit y J. V. Foix. Yo te conocí cuando, desde las dos caras de la luna, presentamos Lletres galàctiques (Mall, 1984) de Sisa en el Museo de la Ciencia.
Conocí a Sisa en el bar Zeleste, catedral de la evolución galáctica de Barcelona, donde se hacían grandes disquisiciones científicas y filosóficas sobre la vida y el vivir, compartidas, en alguna ocasión, con creativa compañía. Los catedráticos de aquella barra eran Jordi Farràs, La Voss del Trópico, una síntesis inspirada entre Llull y Pujols, y Carles Flavià, erudito de la Academia y de la vida misma. Todo eso aliñado por Gato Pérez, apóstol creativo de la rumba catalana y ejemplo vital y lingüístico de los gitanos de Gracia y de Hostafrancs. Con Sisa participamos en dar a conocer el mejor libro de divulgación científica que se ha escrito en Cataluña: Ciències i paciències del calaix d’un savi, de Fra Noi.
Aún te veo sentado en el puente de Egipcíaques, de día y de noche, ¡para que no lo tirasen abajo!
Este puente une, en Barcelona, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas con el Institut d’Estudis Catalans, vía los Jardines Rodoreda, y la Biblioteca de Cataluña. Por muy pompier que fuese aquel puente neogótico, ningún arquitecto higienista lo podía tirar al suelo, representa y es un lugar de paso entre la ciencia y las letras. Siempre he defendido las dos culturas. Una aportación muy positiva fue la Comissió per a l’Estímul de la Cultura Científica, propiciada por el conseller Guitart. Y dos hitos capitales: llenar hasta la bandera el Teatre Principal, en las Ramblas, con Stephen Jay Gould, gran investigador y difusor de la teoría de la evolución; y la exposición «In Vitro. De las mitologías de la fertilidad a los límites de la ciencia», en la Miró.
«Los orígenes de mi interés vital arrancan sin duda de los veranos pasados en Mont-roig, donde los olivos, los algarrobos, los pájaros, los renacuajos y las ranas llenaban de vitalidad cada día»
Fue preparando la exposición cuando mostré el proyecto a Tàpies, y éste quiso conocer de dónde habíamos sacado todos aquellos libros. Me dijo que quería conocerte.
¡Qué honor y cuánto conocimiento tiene! Conocía las láminas de cada edición del Buffon. Y se quedó maravillado con La vida de Ramon Llull, el doctor iluminado, y el grabado del 1700 de su tumba, sostenida por unas esculturas que son el trivium y el quatrivium, las divisiones del saber. Un cuadro de Tàpies puede aportar la fuerza necesaria para explicar un cambio en el proceso evolutivo.
No te podré agradecer nunca que a raíz de aquel encuentro nos hicieses llegar, a Tàpies y a Teresa y a mí, un par de libros de ciencia a la semana hasta llegar a los cien. Y encima les ofreciste una caja con botellas de aceite de Mont-roig.
Los orígenes de mi interés vital arrancan sin duda de los veranos pasados en Mont-roig, pueblo natal de mi padre, donde los olivos, los algarrobos, los pájaros, los renacuajos y las ranas llenaban de vitalidad cada día. Calder presentó su circo a los campesinos. Los pueblos, aquellas fincas cerca del mar, eran la estancia estival durante muchos años, cerca de la Masía de Miró. Por cierto, ¿sabes si la han derribado?
Brossa sentenció que pasarían las vías del tren por dentro. También te tengo que agradecer las veces que, haciendo de chófer de Brossa y de Pepa, me invitaste allí.
Brossa era la vitalidad continua y perenne, la eterna sorpresa. Frecuentada, buscada y encontrada donde podía parecer que no pasaba nada. Un privilegio haber sido tantas veces su chófer y asistir a su reencuentro, en Brasil, con João Cabral de Melo. Brossa se señalaba la cabeza con el dedo y decía: «Siempre llevo a Cabral aquí. ¡Fue la chispa!» Podríamos cambiar el nombre del gran libro Em va fer Joan Brossa por «Me hizo João Cabral de Melo».
¿Y Dalí?
Recuerdo una visita memorable a Salvador Dalí, en Torre Galatea, cuando fuimos a presentarle, con Enric Trillas, presidente del CSIC, la revista Residencia, facsímil, y el primer volumen de la revista Nuevas tendencias. Dalí, recostado, nos hizo una pregunta que nos dejó helados: «Y la holografía, ¿qué?» ¡El primer volumen, correspondía al láser!
Josa, ¡amigo de artistas y de toreros! «Esto lo bailo yo», que decía Vicente Escudero ante un cuadro de Miró.
Miró le enviaba unos céntimos dentro de un sobre hasta que un día le devolvieron el sobre. Murió, desgraciado y sin un duro, en la Plaza Real.
Cuando eras director de publicaciones del CSIC publicaste el extraordinario diccionario de tauromaquia.
El léxico taurino español, de Pepe Torres. ¡Ay, el mundo del toro!: en 20 minutos una vida.
¿Y como ligan todos estos personajes singulares con Darwin?
Somos vida, palabras que forman un entramado que lo explica todo. La historia común de todos los seres vivos y que da información sobre su génesis sucesiva. ¡Mi vida!