Paisajes del olvido

Martí Domínguez

El abandono del mundo rural durante el siglo, XX y especialmente en la segunda mitad, ha sido una constante en el ámbito del mediterráneo. Masías y pueblos de la montaña valenciana, catalana y balear padecieron el despoblamiento como consecuencia de la emigración a la costa, al extranjero o a las grandes conurbaciones. Es desde los años ochenta cuando se retoma el interés por la recuperación de aquellos viejos paisajes olvidados. Personas que los habitaron o sus descendientes; románticos que se deleitan en la percepción estética del paisaje; o simplemente el ciudadano urbano que busca unas raíces, han propiciado el reencuentro de los lugares de la memoria.

Son muchas las motivaciones que llevan al neorrural a coger las maletas e ir a vivir lejos de la ciudad. Factores sociológicos o materiales han acortado las distancias, existe una mayor disponibilidad horaria y económica y la sociedad tiene más consideración medioambiental.

En esta nueva perspectiva, el neorrural encuentra que la situación del campo no es la misma ahora que hace unas décadas. Hace falta dar vida al paisaje, y por eso es necesario derribar o restaurar viviendas, dotar de servicios o habilitar accesos adecuados. También hace falta crear las condiciones que permitan los suministros básicos, y si la vuelta es permanente, harán falta servicios indispensables.

En el caso de actividades más esporádicas en el mundo rural también se tiene que hacer accesible el paisaje agrario. Así, se han de señalar los lugares que visitar, abrir nuevos caminos o restaurar los que había, reutilizar antiguas infraestructuras o actuar sobre los elementos patrimoniales existentes.

Todas estas actividades suponen una presión sobre el entorno que puede transformar los antiguos espacios rurales en un semiespacio urbano donde el hombre de hoy proyecta sus necesidades, de forma que el paisaje recibe una impronta desconocida. por eso es por lo que los elementos identificativos se revalorizan como patrimonio y mayormente se acaban folklorizando, como es el caso de molinos, caminos adoquinados, norias o demás.

Las nuevas presencias en el mundo rural son un reto y un riesgo. Reto porque devuelven la vida a unos espacios baldíos, y también porque mantienen diversidad en la sociedad actual. Riesgo porque la excesiva presencia en los lugares agrarios puede romper este frágil equilibrio entre el hombre y la naturaleza, entre el ser y el espacio que lo rodea. En lo que tampoco sería deseable caer es en una folklorización de los nuevos espacios habitados. Hay que dotarlos de vida propia y adaptarlos a una realidad cambiante y global como la del siglo XXI.

© Mètode 2002 - 36. Paisajes del olvido - Disponible solo en versión digital. Invierno 2002/03

Departamento de Geografía, Universitat de València.

Periodista, Red de Museos de la Diputación de Valencia.