Los cambios recientes en el olivar
El olivar ha experimentado una serie de cambios que han tenido consecuencias muy importantes para el propio sector. Su superficie ha aumentado considerablemente desde finales de la década de los ochenta, coincidiendo con la entrada en la UE, hasta nuestros días. Pero una explicación basada en la extensión del cultivo no sería correcta, ya que ha ido acompañada de un más que proporcional aumento de la producción de aceite. La explicación a este incremento habría que buscarla en las innovaciones tecnológicas introducidas en el sector, como la ampliación del regadío, los nuevos marcos de plantación con variedades adecuadas a una recolección mecánica y el mayor consumo de fertilizantes y herbicidas. Así nos encontramos con el panorama clásico de una agricultura que, por una parte, intensifica el cultivo en explotaciones cada vez de mayor superficie e incorpora más inputs industriales y, por otra, abandona zonas marginales que no son eficientes ni técnica ni económicamente. Esto tiene consecuencias no sólo económicas sino también ambientales, en la medida en que, como comentaremos más adelante, se consumen más recursos naturales y éstos, consiguientemente, se degradan o acaban desapareciendo.
El suelo es uno de los recursos más importantes para la agricultura. Hacer un uso correcto de él en las prácticas agrarias lo mantiene fértil y, por tanto, evita que baje el rendimiento de los cultivos. La cuenca mediterránea, donde se ubica el olivar, es especialmente sensible a la erosión debido a su clima, con largos períodos secos seguidos por precipitaciones torrenciales, y también por causa de la orografía montañosa, en cuyas laderas, con pendientes pronunciadas, se ha asentado tradicionalmente el olivar. A estas condiciones naturales debemos añadir las prácticas agrarias que, primero, con el trabajo mecánico inadecuado en las laderas y, después, con el uso de herbicidas, han provocado graves pérdidas de suelo y la práctica desaparición de la materia orgánica en la tierra. Esta falta de fertilidad, más el interés por aumentar ininterrumpidamente los rendimientos, animan a utilizar cada vez más los fertilizantes sintéticos, que, a su vez, provocan problemas no solamente en el suelo sino también en el agua.
La mayor utilización de los fertilizantes y plaguicidas poluciona tanto las aguas superficiales como las subterráneas e incrementa los niveles de nitratos y residuos de herbicidas en el agua potable. A la conexión entre la intensificación en el olivar y el mayor uso de fertilizantes, que afecta la calidad del agua, hay que añadir el aumento de la superficie de regadío, que influye en la sobreexplotación de los acuíferos y, por tanto, en la disminución dramática de este recurso.
La actividad agraria en la historia nos muestra una relación muy estrecha entre el cultivo y la formación de hábitats que presentan una gran diversidad de flora y fauna. Esta relación secular se rompe con la irrupción de la agricultura industrial, que implica el uso de plaguicidas que exterminan indiscriminadamente insectos y aves para afectar después también a los mamíferos. Además, la extensión de la superficie cultivada, ayudada por una potente mecanización, provoca la desaparición de setos y masas forestales interpuestas, refugio de esta fauna. Los olivares han tenido asociada siempre una amplia biodiversidad, amenazada ahora de desaparición por culpa del uso de herbicidas e insecticidas. Sin contar con el perjuicio que se inflige a las aves migratorias europeas, que tienen en el olivar el refugio en sus viajes a través de España. Por otro lado, el abandono y la marginación de los bancales de olivos en las montañas, que actuaban como cortafuegos, nos priva de un importante recurso para luchar contra los incendios forestales.
Reivindicar la importancia del paisaje no es tan sólo una cuestión estética, sino que tiene que ver con el patrimonio cultural de una población que se siente identificada, que encuentra explicación a su propia historia. En el olivar las terrazas de piedra que jalonan las laderas de las montañas son representativas de un paisaje que el abandono reciente puede hacer desaparecer.
Al mismo tiempo que se producen cambios importantes en los cultivos, como consecuencia de la consolidación del modelo de agricultura industrial, en Europa crecen las aspiraciones de su población, que exige alimentos sanos, conservación del patrimonio rural y buen trato a los animales. A todos estos objetivos da una respuesta adecuada la agricultura ecológica, que promueve sistemas agrarios sostenibles tanto desde el punto de vista ecológico y económico como social. Sin embargo, para entender esta agricultura sostenible, es necesario conocer su historia; sus orígenes ofrecen algunas de las claves de la actualidad de este sistema de cultivo.
La agricultura ecológica
El inicio de la agricultura ecológica está vinculado a la antroposofía, liderada por el filósofo austríaco Rudolf Steiner, que en 1921, y ante un auditorio formado por aristócratas terratenientes alemanes, define los principios de esta nueva agricultura, basada en fundamentos antroposóficos, y que se conoce por el nombre de biodinámica. Acabada la Segunda Guerra Mundial, surge en Inglaterra la agricultura orgánica (organic farming), definida por los agrónomos Albert Howard y Eve Balfour como una alternativa a la poderosa agricultura industrial inglesa, al mismo tiempo que introduce como novedad la estrecha relación entre salud, alimentos y prácticas agrarias. Para la agricultura orgánica los fundamentos de la agricultura y, por tanto, de los alimentos y de la salud, están en el suelo: de la manera de tratarlo depende el resto. En 1946 se crea, con el nombre de Soil Association, la organización que ha agrupado hasta nuestros días a los agricultores ecológicos ingleses. Durante los años sesenta, y coincidiendo con la llegada de los movimientos alternativos, que rechazan la sociedad de consumo industrial, la agricultura ecológica cobra fuerzas, al tiempo que se desprende de algunos comportamientos conservadores adquiridos en los orígenes de la agricultura orgánica y la biodinámica. En el año 1974 se crea el IFOAM (International Federation of Organic Agriculture Movements), que reúne a todos los grupos de agricultura ecológica en el mundo y coordina congresos de investigación y ferias para la promoción y venta de la producción ecológica. Finalmente, las universidades de los Estados Unidos y Europa han introducido estos temas en la investigación y enseñanza con el nombre académico de agroecología. En 1992, la UE publica el reglamento que define la agricultura ecológica R(CEE) 2092/91, que se completa para la producción animal con el reglamento R(CEE) 1804/99. Eso permite definir un campo de actuación y de control, al mismo tiempo que posibilita el acceso a las ayudas agroambientales que la UE articula para fomentar el desarrollo rural. Todo esto estimula la entrada de los agricultores profesionales en el sector y atrae, también, el interés de las instituciones gubernamentales y sindicatos agrarios por esta actividad.
La agricultura ecológica promueve los sistemas agrarios sostenibles en las dimensiones ecológica, económica y social. Para conseguirlo prescinde de fertilizantes sintéticos y plaguicidas. La fertilización se hace por medio del estiércol, abono verde y compuesto. La lucha contra las plagas y malas hierbas se efectúa mediante la selección de variedades resistentes, rotaciones de cultivos, limpieza mecánica y lucha biológica. En la ganadería, los animales se alimentan con piensos ecológicos, se procura seleccionar las razas que mejor se adaptan al entorno y las más resistentes a las enfermedades, que sólo se afrontan con medidas preventivas y vacunas y en todo momento se procura el bienestar animal. Se recomienda usar recursos renovables y recuperar sistemas tradicionales de producción siempre que sean eficientes. La producción ecológica se somete a inspecciones que aseguran el cumplimiento de la normativa europea.
El cultivo ecológico del olivar
El olivar ecológico es el principal cultivo de esta clase en España. Con las estadísticas disponibles, el aumento de la superficie del olivar se produce entre 1996 y 1999, justo después de que España y las comunidades autónomas reconozcan, reglamenten y ayuden económicamente a estos cultivos ecológicos. La superioridad del olivar sobre el resto de cultivos se ha consolidado en los últimos años, hasta el punto que sus 91.485 ha representan la cuarta parte del total de la superficie cultivada con estos criterios. La mayor parte se localiza en Andalucía y Extremadura, que juntas tienen alrededor del 80 por ciento del olivar.
Para valorar las prácticas agrícolas es necesario definir previamente el olivar como un agrosistema con una estructura que el agricultor ha ido modificando con el fin de obtener productos para el mercado. El objetivo económico obliga a aplicar técnicas que aumentan la productividad sin tener en cuenta la naturaleza del agrosistema en que trabaja. Eso provoca la inestabilidad creciente del sistema, que se traduce en el deterioro del suelo y el aumento de plagas, y obliga a adoptar prácticas que provocan mayor inestabilidad y dependencia técnica y económica del sector agrario.
El paso previo a la práctica ecológica es conocer el funcionamiento del agrosistema del olivar. Para eso debemos entender cómo operan los procesos básicos, como flujos energéticos, ciclos de nutrientes y balances hídricos, porque comprenderlos correctamente nos permitirá determinar las actuaciones que aumentan la sostenibilidad del cultivo, que es el principal objetivo del olivar ecológico.
«La agricultura ecológica promueve los sistemas agrarios sostenibles en las dimensiones ecológica, económica y social»
Ya hemos señalado antes que el principal problema del olivar es la pérdida constante y significativa de suelo a consecuencia del cultivo. El olivar ecológico trata de corregirlo con el uso de cubiertas vegetales, terrazas y el trabajo con surcos a nivel. Con el manejo adecuado de las cubiertas vegetales se evitan escorrentías y arroyaderos, así como los efectos del golpe de las gotas de lluvia sobre el suelo; también favorece la infiltración y aporta materia orgánica al suelo. La fertilización permitida en agricultura ecológica puede utilizar el estiércol –procedente de granjas ecológicas o de ganadería extensiva– el abono compuesto y el verde. Por tanto, el olivar ecológico deberá cerrar el ciclo de nutrientes por medio del compostaje de los residuos de almazara y restos de poda; de esta manera se recuperan los subproductos (orujo), que tienen escaso valor económico pero cuya eliminación representa un coste.
Durante los últimos años la biodiversidad en el olivar se ha ido reduciendo aceleradamente con el uso de plaguicidas y el aumento del monocultivo. Para restaurar la diversidad hay que reducir ambas prácticas, al mismo tiempo que introducimos cubiertas vegetales, mantenemos los setos y las superficies boscosas próximas. Las plagas, síntomas del desequilibrio del agrosistema, se superarán con la lucha integrada y un suelo y plantas sanos y vigorosos.
La sostenibilidad del olivar ecológico incluye aspectos económicos y sociales a los que hay que referirse. El aceite ecológico es un producto que alcanza en el mercado un precio muy superior al aceite de oliva convencional. La descripción del comprador responde a una persona con rentas altas, informado e interesado por la calidad de los alimentos, preocupado por la relación entre la dieta y la salud y que incluye valoraciones medioambientales relacionadas con la producción. No puede extrañar que la demanda de aceite ecológico venga del mercado exterior y que una parte considerable de nuestro aceite ecológico se exporte. No obstante, una campaña de información sobre la existencia y características del producto incrementaría la demanda de nuestro pobre mercado interior.
El cultivo ecológico del olivar debería localizarse tanto en las explotaciones de olivicultura tradicional como en las especializadas. La primera se sitúa en zonas generalmente de montaña, de baja densidad de plantación y con presencia de árboles centenarios. La promoción del olivar ecológico en estas áreas está justificada por cuestiones de protección medioambiental y mantenimiento de la escasa población rural. Las explotaciones olivíferas especializadas son aquellas plantaciones tradicionales, con mayor densidad de árboles, y que aplican algunas de las técnicas de la agricultura industrial. La implantación de la agricultura ecológica gozaría de la ventaja de mejores suelos y condiciones de explotación, al mismo tiempo que ayudaría a conservar el medio ambiente. La política agraria europea tiene cada vez más en cuenta aspectos de desarrollo rural sostenible y se aleja de objetivos únicamente productivistas. La multifuncionalidad agraria se basa en un medio ambiente protegido que sostiene el patrimonio rural. La agricultura ecológica y, en este caso, el olivar ecológico funcionan perfectamente como instrumento de desarrollo rural.
Superficie (ha) | |
1996 | 11.596 |
2000 | 71.351 |
2001 | 82.246 |
2002 | 85.967 |
2003 | 91.202 |
2004 | 90.042 |
2005 | 91.485 |
Evolución del olivar ecológico en España (1996-2005).
Ft.: MAPA
Superfície (ha) | |
Andalucía | 41.516 |
Aragón | 1.435 |
Baleares | 283 |
Casella-La Mancha | 8.662 |
Castella y León | 8 |
Cataluña | 2.412 |
Extremadura | 32.824 |
Madrid | 373 |
Murcia | 1.281 |
Navarra | 253 |
La Rioja | 480 |
C. Valenciana | 2.001 |
Total | 91.485 |
Geografía del olivar ecológico en España (2005).
Ft.: MAPA
Garrido González, L., 2005. Olivar y cultura del aceite en la historia de Jaén. Instituto de Estudios Gienenses. Jaen.
Pajarón Sotomayor, M., 2004. Manual para el cultivo ecológico del olivar. Ecoliva.
VV.AA., 2004. Ecoliva. Olivicultura ecológica. SEAE. València.
Recursos en Internet
Ecoliva
Beaufoy, G., «The Environmental Impact of Olive Oil. Production in the European Union: Practical Options for Improving the Environmental Impact», Envirowindows.