Vicent Martínez Sancho

«Es un fraude decir que la energía nuclear no emite CO2»

Profesor de Física de la Universitat de València

Vicent Martínez Sancho (Simat de la Valldigna, 1943) ha ejercido como profesor de Física en la Universitat de València durante más de cuarenta años, adscrito al departamento de Física Teórica. A pesar de destacar por escribir la primera obra en catalán para el estudio de la física en la universidad, también ha publicado obras en el campo de la relatividad y la física nuclear. Esta vez nos sorprende con L’ús de l’energia nuclear (Homo sapiens?) (Bullent, 2011), un ensayo en el que el físico se posiciona de una manera tajante contra el uso que hacemos de la energía nuclear. Con la claridad y sencillez de un maestro, el profesor Martínez Sancho explica a Mètode el largo viaje que recorre el uranio desde que se extrae hasta la producción de electricidad en las centrales nucleares. Las consecuencias de este proceso son para él un ataque contra la naturaleza y la vida humana.

«La denominación ‘Homo sapiens’ es desafortunada. ¿Crees que Carl von Linné habría acuñado el término si hubiese conocido Hiroshima y Nagasaki?»

Su último libro, L’ús de l’energia nuclear (Homo sapiens?), analiza el modelo energético actual y sus consecuencias. Según asegura usted, la malversación energética que practica el ser humano no lo hace merecedor del término Homo sapiens.
No es exactamente así. Yo no hago un enfoque económico, yo no hablo de malversación energética. Sino de atentado contra la vida –que es bastante más grave–, porque incluso los que hacen el negocio también salen perjudicados, aunque no lo sepan. Con respecto a la denominación Homo sapiens, la encuentro desafortunada porque una persona sabia es una persona que es inteligente, que es prudente, que tiene serenidad… ¿Tú crees que Carl von Linné habría acuñado el término Homo sapiens si hubiese conocido Hiroshima y Nagasaki? Yo creo que no.

«Fukushima será un desastre peor que Chernóbil»

Mientras estaba escribiendo este libro, sucedió el accidente de Fukushima. ¿No llegó a pensar que se trataba de un mal presagio?
Justamente así lo citaba en el libro y citaba el caso del susto que produjo el accidente de Kashiwazaki-Kariwa, al otro lado del Japón, prácticamente a la misma latitud. Aquel siniestro casi lo arrasa todo. Y acabo mi primer capítulo del libro preguntándome qué pasaría si el terremoto hubiese aumentado un grado de intensidad. Y al día siguiente, ocurrió el desastre de Fukushima. Recuerdo que las primeras noticias solo hablaban del tsunami y del terremoto. No dijeron nada de la central nuclear durante muchas horas.

¿En su opinión Fukushima tendrá las mismas consecuencias a largo plazo que Chernóbil?
Es pronto aún, pero acabará como Chernóbil y como Maiak. Es decir, allá no hay ninguna solución por mucho que digan. Lo que pasa es que ahora se tiene que construir un sarcófago por encima porque durante muchas generaciones habrá una fuga de radiactividad aunque sea mínima. Yo creo que será un desastre peor aún que Chernóbil. La radiación emitida por la central ucraniana fue 500 veces superior a la que desprendió la bomba atómica sobre Hiroshima en 1945. Entonces fueron evacuadas 350.000 personas en una zona de 150.000 km². Eso es 5,6 veces la superficie del País Valenciano. Si ahora estallara Cofrentes, ya lo sabemos, tendríamos que emigrar.

Si es que nos salvamos. 
Exactamente, si es que nos salvamos.

¿Así pues, cómo valora la situación actual de las centrales nucleares? 
Mira, actualmente hay 434 nucleares funcionando en el mundo, según el Ministerio de Industria, y desde la primera que se construyó, se han cerrado ya 122. Todas han sufrido un accidente. Lo que pasa es que la industria nuclear utiliza un lenguaje lleno de eufemismos. Hablan de incidentes, anomalías y desviaciones. Cuando todo son accidentes, unos catastróficos y otros no. Ha habido tres grandes catástrofes: Maiak, Chernóbil y Fukushima. El caso de Maiak, en 1957, es el más silenciado. Nos enteramos del accidente cuarenta años después de que ocurriera porque era una central que pertenecía a la antigua Unión Soviética, aunque los servicios de espionaje de EE UU sí que lo sabían.

Vicent Martínez Sancho fue el primer físico que escribió una obra sobre física en catalán. / © Fernando Morant

¿Cuáles son las causas más comunes de los accidentes?
Pueden ser de todo tipo: por averías en los sistemas de enfriamiento (como Maiak), por averías mecánicas eléctricas (como Three Mile Island), por un error en el diseño de la central (como Chernóbil) o por un terremoto (como Fukushima). Los más peligrosos son los accidentes provocados por la naturaleza. Lo muestra claramente el caso de Fukushima, ya que Japón es el país con sistemas de construcción más seguros del mundo, pero cuando se desarrolla una energía tan enorme como la de un terremoto o un tsunami, se lo lleva todo, por muy seguro que sea.

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© Fernando Morant

Hablando de los accidentes, estos nos remiten directamente a la radiactividad. Nosotros solemos relacionarla con una connotación negativa y se nos olvida que esta existe de una manera natural en la naturaleza, es lo que se podría llamar desintegración radiactiva. ¿Qué diferencia hay entre esta y la radiactividad provocada? 
La radiactividad está en la naturaleza desde siempre. Pero una cosa es estar en la naturaleza desde siempre y otra cosa es que se concentre a grandes dosis. En la naturaleza, se comporta de manera generalmente inocua. Pero de manera provocada y a grandes dosis, la radioactividad puede causar alteraciones orgánicas, como muchas clases de cáncer. Así pues, tenemos asegurado un futuro horrible. Todo esto es lo que les pasó a los que estuvieron sometidos a las radiaciones de Chernóbil y a los voluntarios que fueron a ayudar en Japón. Después de Fukushima morirán todos. La energía nuclear ha sido mal utilizada hasta ahora porque se podría aprovechar para fines terapéuticos de manera controlada, como el tratamiento del cáncer con radioisótopos. Pero tal como se está utilizando, el uso de la energía nuclear, para mí atenta contra la conservación de todas las especies vivas de la Tierra. Y eso es una cosa que se tiene que decir, porque los residuos radiactivos no tienen soluciones, por muchos almacenes que se construyan, que aseguran la vida allá durante cincuenta o sesenta años. Eso es de risa. Después de estos años, el material radiactivo continuará allá, después de millares y de millones de años. Lo que no dicen los estados y la industria nuclear es que eso es trasladar el problema: después de sesenta años el problema continuará porque el almacén se habrá deteriorado.

«Algunos se llenan el bolsillo aprovechándose de la degradación de la naturaleza. La miseria humana de todo este personal es lo que me ha
motivado a escribir el libro»

Por lo que respecta a los almacenes, los hay de dos tipos: los almacenes temporales centralizados (ATC) y los almacenes geológicos profundos (AGP). ¿Qué consecuencias provocan estas en la naturaleza?
Cuando está haciéndose la fisión en las centrales nucleares, las barras de combustible quedan inutilizadas, porque ya se ha producido la combustión del uranio 235, y queda una muestra de U-235 y 238, más todas las cadenas de desintegración de cada una. Eso se lleva a una piscina para que descanse unos seis meses con la finalidad de que vaya disminuyendo la emisión de radiación de todos los elementos más activos. Después de un tiempo, los residuos son depositados, según la actividad, en instalaciones subterráneas de poca profundidad, o bien en ATC o en bien AGP. Pero todo esto es muy peligroso. Lo que pasa es que el personal no se da cuenta de que la Tierra es un organismo. Continuamente hay cambios en la orografía, hay desplazamientos, bajadas y subidas de agua, hay cambios de temperatura… Lo que pasa es que la vida humana, como es tan corta, no lo percibe. Los residuos, a la larga, lo que hacen es modificar todos estos sistemas de seguridad y de regulación que tiene la Tierra. Algunos no se dan cuenta y se llenan el bolsillo aprovechándose de la degradación de la naturaleza. La miseria humana de todo este personal es lo que me ha motivado a escribir el libro.

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© Fernando Morant

Teniendo en cuenta el estado de bienestar que disfrutamos, si no queremos prescindir de todos los lujos que tenemos, ¿qué alternativa nos queda?
Las energías renovables.

¿Piensa que se puede abastecer a todo el mundo con ellas?

De sobra. Te pondré un ejemplo. En estos momentos todo, el diseño urbanístico de las ciudades, incluso la construcción de los edificios, sirve a las multinacionales convencionales de la luz, como Iberdrola. El Estado español obliga por ley a que aquellos que se dedican a generar electricidad con, por ejemplo placas fotovoltaicas, la inyecten en la red. El sistema no deja que tú mismo te abastezcas de energía de manera independiente. Hablas del bienestar. ¿Pero de qué bienestar? El de los poderosos. Yo propongo un crecimiento, pero un crecimiento que no beneficie solo a los poderosos. Ellos lo que quieren es que pagues la factura. Si tú no pagas una factura, te cortan la luz. Si cogemos la energía del viento, del sol, del agua de los mares, eso no hay manera de que lo corten. Te independizarías y los debilitarías.

¿La construcción de estas fuentes alternativas de generación eléctrica produce CO2?

Sí, la construcción sí. Igual que la de las centrales nucleares. Desde el momento en que el hombre se hace agricultor, empieza a emitir CO2, aunque se emitiese de manera asimilable por la naturaleza. Lo que pasa es que hay transformaciones que son compatibles con la vida –como todas las que comportan un canje energético con nuestro entorno– y transformaciones que no lo son, como es el caso de la energía nuclear.

¿Y en qué medida se emite CO2 a la atmósfera durante el proceso de generación eléctrica en las centrales nucleares? 
En primer lugar, cuando hablamos de la fisión nuclear, hay que decir que esta forma parte de un drama en tres actos. Un primer acto es el enriquecimiento del uranio, un segundo es la propia central nuclear y el tercero, y más dramático de todos, son los residuos radiactivos. La función de la central nuclear es solo la de calentar agua,  para que el vapor mueva el generador que produce la electricidad. Por tanto, en la central nuclear, el uranio hace el mismo papel del petróleo o del carbón en otra central termoeléctrica: calienta el agua y produce vapor. Los defensores de las centrales nucleares argumentan que no se produce CO2, y eso es parcialmente cierto. Pero es que se olvidan del primer y del tercer acto del drama. Los defensores de las nucleares dicen que no se emite CO2, uno de los gases causantes del cambio climático, en el proceso degeneración de electricidad en las centrales nucleares. Pero en el proceso que hay desde la pecblenda –mineral del que se extrae el uranio–, hasta el enriquecimiento del uranio, sí. Se ha emitido utilizando energía convencional para buscar las minas de pecblenda, para extraerla y para transportarla. Eso significa la generación y utilización de una enorme cantidad de energía procedente de combustibles fósiles. Después empieza el proceso de separación del uranio, que también implica emisiones de CO2: es consumir energía para producir más energía. Eso que dicen que el uso de la energía nuclear no emite CO2 es un fraude! Soy la primera persona que denuncia abiertamente esto en un libro.

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© Fernando Morant

¿Pero cuál de los dos modos de generación eléctrica produciría más CO2? ¿Los combustibles fósiles o la energía nuclear?

Yo diría que este segundo proceso. Pero aún estoy esperando que alguien, vinculado a la energía nuclear lo diga y haga el cálculo.

Parece que los medios de comunicación solo abren un debate cuando hay desastres como el de Fukushima. ¿Cómo se podría abrir una discusión sin que tuviera que haber un desastre?
La solución no la veo en un debate, sino en un proceso educativo. Encuentro carencias enormes en la formación elemental en el campo de la ciencia. De hecho, hay una frase hecha que yo tengo muy aburrida: «la gente de la cultura y de la ciencia». Eso es una aberración. La ciencia es cultura. Lo que manifiesta esta expresión es una carencia enorme en la formación de las personas. La persona culta en la cultura europea occidental era aquella que había leído la Odisea, la Divina comedia y las SagradasEscrituras. Mientras que, por ejemplo, ignoran que los Elementos de Euclides –la aritmética, geometría y teoría de números– se enseñaban durante más de 2.000 años en los foros de educación europea y no europea. Lo que echo en falta ahora es una formación más integral, más humanista. A mí no me valen los debates si hay estas carencias. Yo recomendaría a todos que pensemos por qué hemos dejado de cultivar parcelas importantes del saber que nos evitarían muchos dramas, como el problema de la energía nuclear. Mira si todo esto es peligroso que no hay ninguna compañía de seguros del mundo que asegure a una central nuclear porque el riesgo potencial de un desastre provocaría una completa ruina.

© Mètode 2012 - 73. La fuerza del mundo - Primavera 2012
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Estudiante de Periodismo, Universitat de València.