Alarma

Hace unos días el responsable de un importante grupo de investigación de la Universitat de València con múltiples conexiones con otros grupos de España y el extranjero me comentaba su desencanto ante las dificultades crecientes que se plantean en la realización de la investigación. Y no se lamentaba precisamente de las dificultades de los problemas científicos o de la escasez de medios materiales a emplear. Su mayor queja residía en las incertidumbres que no cesan de producirse en la financiación y la gestión de la investigación, incertidumbres que en muchos casos ponen en riesgo el propio trabajo.

«No se trata de inyectar mayores recursos en la investigación, que también, sino de hacer que esos recursos permitan a los investigadores aplicarse a su trabajo con libertad y continuidad»

Cabría citar, entre ellas, todas las derivadas del largo lapso que transcurre desde que se produce una convocatoria hasta que se resuelve, de la extemporaneidad de las subvenciones que se comunican sin tiempo material para poder ser ejecutadas por imperativo de unas lejanas normas de “Hacienda”, y que por tanto se pierden, de la necesidad de renovar anualmente el marco legal que acoge un proyecto cuya duración prevista se extendía por varios años, de la falta de un calendario regular de convocatorias de proyectos, de becas… En fin, de una provisionalidad que se contrapone al sosiego que es necesario para investigar. Y todo ello con un incremento de controles burocráticos que hasta no hace mucho se consideraban innecesarios, y siguen siéndolo a juicio de quien suscribe. Las esperanzas que se suscitaron con la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología en el Gobierno español, y la Oficina de Ciencia y Tecnología en el Gobierno Valenciano, van languideciendo a medida que pasa el tiempo. La reacción es demasiado lenta para hacer frente al dinamismo que impone la investigación, en un mundo como es el de la ciencia, cada vez más competitivo.

No quisiera que estas palabras fuesen interpretadas en un tono reivindicativo. Realmente quieren expresar un sentimiento, el sentimiento que se condensa en el título, y que, como antiguo responsable de la investigación en la Universitat de València y actual rector, me causa una extraordinaria preocupación. La languidez del sistema español de I+D está generando un sentimiento de frustración y de cansancio entre nuestros investigadores que pone en grave riesgo la continuidad del mismo sistema. El investigador debe emplear una gran parte de su esfuerzo, no ya en generar conocimientos o en transferirlos, sino en la gestión, en la burocracia, en hacer frente a normativas cambiantes, cada vez más abrumadoras, en esperar las ocasionales convocatorias de alcance incierto.

Es imperativo que las luces rojas de alarma que vienen encendiéndose cada vez con mayor frecuencia, sirvan para despertar de su letargo a los responsables políticos, y a la sociedad en general. No se trata de inyectar mayores recursos en la investigación, que también, sino de hacer que esos recursos permitan a los investigadores aplicarse a su trabajo con libertad y continuidad, los liberen de las incertidumbres y de las servidumbres administrativas. De este modo podrán trasmitir a las jóvenes generaciones que se incorporan a la investigación la misma ilusión que aportaron cuando comenzaron su vida científica.

© Mètode 2002 - 32. ¿Qué hay detrás del genoma? - Disponible solo en versión digital. Invierno 2001/02

Catedrático de Química Física. Fue vicerrector de Investigación de la Universitat de València entre 1998 y 2002, y rector de esta institución entre 2002 y 2010.