Ilusión y realidad

Ver es en sí mismo una operación creativa, que requiere un esfuerzo.
Henry Matisse

¿Qué ves en la imagen que acompaña este artículo? Probablemente la respuesta será: «dos perros dálmata, sentados y mirando al frente»; tal vez incluso tengas la impresión de que te están mirando fijamente. En realidad, no son más que manchas negras sobre fondo blanco. Ahora bien, si solo has visto un montón de manchas negras, empieza a preocuparte y consulta a un neurólogo. Los dálmatas son una creación de nuestro cerebro como resultado del complejísimo proceso de la percepción visual. Continuamente recibimos información del medio externo (el mundo que habitamos) e interno (nuestro propio cuerpo), información que nuestro cerebro interpreta en centésimas de segundo y le da sentido. El proceso de percepción es un proceso creativo que involucra a gran parte de nuestro cerebro y, además, se aprende. En este punto mucha gente pensará: «a mí no me enseñó nadie a ver, nací con esa capacidad». Aprendemos a ver en la infancia a través de la experiencia con el mundo visual, combinando información de diferentes modalidades sensoriales y sin ser conscientes de ello. Sin esa experiencia, no somos capaces de «dar sentido» a la información que desde la retina (la parte sensible del ojo) llega al cerebro. Esto lo sabemos por experimentos de privación visual en animales, pero también a través del estudio de personas que nacieron ciegas o perdieron la vista a una edad muy temprana y la recuperaron en la edad adulta (tras un trasplante de córnea, por ejemplo). Estas personas no son capaces de calcular distancias, ni de integrar los diferentes elementos de un objeto para darle sentido. No percibirían los dálmatas, solo las manchas. Viven en un mundo a medio camino entre la ceguera y la visión, que puede resultar muy frustrante.

117-87_latLa necesidad de «aprender a ver» se debe tanto a la naturaleza del estímulo como al diseño del sistema. La información que la retina envía al cerebro es inherentemente ambigua. La imagen que proyecta en la retina un objeto grande y lejano puede ser idéntica a la de un objeto pequeño y cercano. Un objeto proyecta imágenes muy distintas dependiendo de su orientación. La longitud de onda reflejada que percibimos como color varía en función de las características cromáticas de la luz que incide sobre el objeto y lo mismo ocurre con la intensidad de luz reflejada. Habitualmente, lo que percibimos está muy lejos de la realidad medida con reglas, láseres y fotómetros. Las ilusiones visuales son la evidencia más clara de la disociación entre la realidad física y la percepción subjetiva. Cuando experimentamos una ilusión, podemos ver algo que realmente no está ahí, no ver algo que sí está o ver algo diferente de lo que realmente está. Es por esta desconexión entre realidad y percepción que las ilusiones visuales se han interpretado como errores del cerebro en la recreación del mundo físico. Algunos investigadores han propuesto una reinterpretación del significado biológico de las ilusiones visuales y de lo que revelan sobre la percepción. Las ilusiones visuales representan configuraciones que se dan a menudo en nuestra cotidianidad y que nos permiten interpretar el mundo en que vivimos. En el ejemplo que se muestra a la izquierda percibimos el cuadrado A como más claro que el B, pese a que tienen exactamente la misma tonalidad de gris. Nuestro cerebro hace un rápido cálculo probabilístico basado en nuestra experiencia previa con luces, sombras y dameros, para concluir que lo más probable es que A sea un cuadrado blanco en sombra y B un cuadrado negro iluminado. Lo más probable es que sea así.

«Percibimos el mundo no exactamente como es, sino como nos resulta útil percibirlo»

La supervivencia de los animales depende de la capacidad para ajustar su comportamiento al ambiente en el que viven. Por tanto, la evolución debería haber favorecido la capacidad para obtener información fiable del medio en que nos desenvolvemos. Tendemos a pensar que la fiabilidad depende de la precisión de los instrumentos de medida, pero la información más fiable no es necesariamente la más exacta. La posibilidad de percibir el mundo de manera diferente a lo que las medidas físicas indican, más que engañarnos, nos ayuda a interactuar con él. Percibimos el mundo no exactamente como es, sino como nos resulta útil percibirlo.

© Mètode 2015 - 87. El origen de la vida - Otoño 2015
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Profesora agregada Serra Húnter del Departamento de Medicina Experimental. Facultad de Educación, Psicología y Trabajo Social. Universidad de Lleida.