Los abejarucos y el trabajo colectivo de los ornitólogos

Abearuco

Tienen colores vivos y llamativos. No pueden pasar desapercibidos. No hay que tener el oído muy fino para detectarlos desde el principio de la primavera, cuando nos sobrevuelan en bandadas que llegan desde la invernada africana. Y no se llaman abejarucos por casualidad. Este pájaro despierta aversión y simpatía a partes iguales.

El hecho de ser un pájaro poco amigo de esconderse lo ha hecho popular entre los observadores de fauna de todos los niveles. Es una de aquellas especies inconfundibles tanto por su reclamo repetitivo como por la forma distinguible desde lejos y una vez lo tienes cerca sus colores te sacan de dudas de manera definitiva. El hecho de tratarse de un ave migratoria aún añade más atractivo a la especie, ya que somos muchos los que esperamos oírlos al llegar el buen tiempo como si fuesen una suerte de marca en el calendario anual. Anida en taludes de lugares abiertos, a menudo asociados a la agricultura o a riberas fluviales. Al llegar de su viaje desde África excava un túnel en la arena mullida. Pocas veces encontraréis una única pareja criando en uno de estos taludes, son aves muy gregarias y acostumbran a hacer colonias de cría. En caso de no encontrar taludes adecuados pueden llegar a practicar el nido excavando el túnel directamente en el suelo, lo que los hace mucho más vulnerables a la depredación. Sitúan los nidos en lugares donde abunden los insectos de talla media y grande de los cuales se alimenta: odonatos, coleópteros y –¡ay!- himenópteros como abejas. Y aquí hemos encontrado la causa de la persecución contra estos pájaros que practican algunos apicultores. El hecho de ser aves gregarias puede causar un gran número de bajas en explotaciones apícolas. Y los apicultores defienden sus intereses de muchas maneras, ya sea colgando espantapájaros en los alrededores de las colmenas, ya sea atravesando la zona con hilos de nailon donde esperan que se estrellen los pájaros al hacer sus pasadas rasantes para cazar las abejas, rodeando de redes los principales pasos de los pájaros o, en el peor de los casos, a tiros de escopeta.

«El hecho de ser un pájaro poco amigo de esconderse ha hecho al abejaruco popular entre los observadores de fauna de todos los niveles. Es una de aquellas especies inconfundibles tanto por el reclamo repetitivo como por la forma distinguible»

Otro asunto en el que la administración competente en materia de medio ambiente tiene que intervenir para garantizar el difícil equilibrio entre conservación de la biodiversidad y el desarrollo económico de las personas que viven en el territorio. ¿Es necesario que lo repitamos? Quizá sí. El bienestar –básicamente la economía– de los productores primarios es una pieza clave en la conservación de los hábitats y las especies que viven en un medio ancestralmente ligado a actividades humanas. Aquí la administración tiene que jugar de nuevo al funambulismo. Juego difícil y peligroso sin unas herramientas que te asistan en el paseo aéreo. Por lo menos en Cataluña esta herramienta existía.

El Atles dels ocells nidificants de Catalunya fue un libro editado en 2004 pero que recogía los trabajos que se habían hecho en el período de 1999 a 2002. Los objetivos básicos de esta obra eran determinar la distribución de las aves que anidan en Cataluña y medir los cambios producidos en relación al período cubierto por el último atlas (1975-1983). Y para alcanzar estos objetivos se necesitaba mucho esfuerzo y muchas personas trabajando en el campo. Toda Cataluña fue dividida en cuadrados de 10 x 10 km asignados a un responsable del cuadrado. Cada cuadrado fue dividido a su vez en cuadrados 1 x 1 de los cuales se muestrearon en sesiones de una hora 5 cuadrados por cada cuadrícula de 10 x 10 (en total unos 32.000 cuadraditos 1 x 1 en toda Cataluña). Estos censos se llevaron a cabo dos veces al año: una de marzo a abril y otra de mayo a junio. Con esta información, que se complementaba con pormenores sobre el hábitat y otros datos suplementarios, se pudo abordar una de las principales novedades del nuevo atlas: los mapas de índice de abundancia. A partir de la información de los censos de una hora realizados en las cuadrículas 1×1 se pudieron elaborar unos mapas que recogían la probabilidad de encontrar una determinada especie durante el período reproductor ¡en cuadrados de 500 x 500 metros! Los datos de los muestreos se dividieron en dos bloques, un primer grupo de calibración con el 70% de los cuadrados y un segundo grupo de evaluación que recogía el restante 30%. Los datos de evaluación sirvieron para comprobar si el modelo generado por el 70% de los datos se ajustaba a unas observaciones independientes que no se habían utilizado para generar el modelo.

Así, cuando la administración necesitó diseñar una línea de subvenciones para compensar los daños de los abejarucos sobre las explotaciones apícolas, el mapa de índices de abundancia fue una magnífica herramienta. Cuanto mayor fuera la probabilidad de aparición de abejarucos en la zona mayores eran las cantidades adscritas a los apicultores que habían sufrido las molestas visitas de los pájaros comedores de abejas.

Un juego a tres bandas que no hubiese sido posible sin una administración que confió en el trabajo de los investigadores, un colectivo de voluntarios que recogieron datos de manera sistemática y unos apicultores que pudieron recibir compensaciones a cambio de su contribución a la conservación de la diversidad.

Bibliografía

Estrada, J., 2005. Atles dels ocells nidificants de Catalunya 1999-2002. ICO/Lynx. Bellaterra.

ICO, 2011. «Abellerol (Merops apiaster)». Servidor d’Informació Ornitològica de Catalunya. ICO, Barcelona.

Muntaner. J., 1983. Atles dels ocells nidificants de Catalunya i Andorra. Ketres. Barcelona.

© Mètode 2011 - 70. Cuando se quema el bosque - Número 70. Verano 2011
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Biólogo y fotógrafo de la naturaleza..