Aparentemente, Pardals al cap. La fascinació humana pels ocells es un ensayo sobre la pasión por las aves, pero su discurso sutil y elegante puede leerse como un tratado del bien mirar. Su autor, el escritor polaco Stanislaw Lubienski (Varsovia, 1983), desarrolló desde niño la capacidad de observar de forma minuciosa y con sensibilidad a los pájaros y sus hábitats y costumbres, y con los años aprendió a afinar bien esa mirada. Los viajes, las enciclopedias, los artículos científicos, los cuadros al óleo y algunas películas y novelas contribuyen enormemente, a su juicio, a dotar de significado las percepciones en el campo o en la ciudad cuando, después de un vuelo en zigzag, un pájaro se detiene «en una caña seca como en ese cuadro de Van Gogh».
A medida que el lector acompaña a Lubienski en sus jornadas con los prismáticos por la colina Harbotka o por las azoteas de Varsovia, se da cuenta de que tiene en sus manos una obra buscadamente original, con una estructura fluida, donde tan pronto parece que se encuentra delante de un cuaderno de campo, como de unas memorias de niñez, como de un ensayo de historia del arte. Sin embargo, siempre dominan dos centros de gravedad: la voz de la primera persona que observa y la realidad tangible observada. En efecto, en esta obra los pájaros carpinteros, los martinetes, los cernícalos patirrojos, las garzas reales, los mitos y los cárabos uralenses son retratados en su contexto: entre los junquerales y en los bosques de píceas, en los paisajes otoñales que los acogen después de una larga travesía. «La migración de los pájaros es para mí el mayor milagro de la naturaleza», dice Lubienski tras explicar que las agujas colipintas atraviesan «el inmenso Pacífico de una sola vez».
Las descripciones –los momentos más luminosos de cada capítulo– son armónicas, sensitivas y vividas, y se transmutan a medida que avanzan en agudas reflexiones concéntricas que se van reanudando, sin estridencias ni categorizaciones, hasta llegar al punto final. El discurso está salpicado de un buen puñado de historias breves –de fotógrafos de aves, del ornitólogo James Bond, de la última cena de François Mitterrand o de la primera transmisión radiofónica de la BBC desde un campo y del papel que tuvieron los ruiseñores en esta– que orientan la lectura y le proporcionan una coloración emocional que permite al lector fijar algunos pasajes escogidos en la memoria.
Con un modelo de lengua que, como la mirada, se presenta delicado y preciso, Pardals al cap es y no es, al mismo tiempo, un libro científico. Lo es porque el autor ha devorado con ansia las grandes obras y tratados especializados –Svensson, Rothenberg, Collin y Dobrowolski son referenciados constantemente– y porque aborda con seriedad y rigor la tarea de observar a las aves. Y, al mismo tiempo, no lo es porque parte de la subjetividad y la anécdota particular, y porque se ayuda de las más variadas disciplinas artísticas a la hora de retratar y pensar la vida de los pájaros. Eso sí, el resultado es un excelente texto que sirve para complementar la lectura de algunas enciclopedias o guías de aves, tanto para el ornitólogo exigente como para el público general.