La ciencia y la tecnología se han visto reflejadas en numerosas obras bien conocidas y representativas de la literatura universal.
En el verano gris de 1816, cuando la guerra y la revolución parecían haber pasado, Mary Wollstonecraft Shelley creó (inadvertidamente) uno de los mitos más perdurables de la modernidad occidental: Frankenstein, o el moderno Prometeo.