«Simbiosis», de Andrés Moya y Juli Peretó

Juntos y muy revueltos

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Simbiosis. Seres que evolucionan juntos / Andrés Moya y Juli Peretó / Síntesis, 2011. 204 páginas.

El estudio de la simbiosis, entendida como una forma de interacción biológica en la que existe una estrecha y persistente relación entre organismos de distintas especies, nunca ha sido fácil. Si bien hace siglos se descartaba la entonces monstruosa idea de que un organismo viviese dentro de otro para beneficio mutuo y se clasificaba a todas las formas vivas como entes individuales, actualmente se conocen millones de estas interacciones.
A pesar de tales descubrimientos, solo ahora se pueden analizar en profundidad tales relaciones pues se requiere de técnicas muy avanzadas, como la metagenómica, para ello. Afortunadamente este libro escrito por dos reconocidos investigadores del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva, como son Andrés Moya y Juli Peretó, ofrece un exquisito resumen sobre dónde hemos llegado con el estudio de la simbiosis y hacia adónde nos lleva.

¿Innovar sumando? Con esta pregunta comienza este texto sobre el estudio y las implicaciones que ha tenido y tiene la simbiosis sobre el concepto de organismo, de evolución y de la propia vida. Porque la simbiosis requiere del encuentro, del contacto y de la unión permanente de dos seres para seguir un camino evolutivo conjunto. Es como si estos dos actores representasen mejor sus obras cuando están juntos que cuando están separados. Una vez se ha afianzado, uno de los hechos que se observa es la reducción genómica del endosimbionte pues se aprecia un sesgo hacia la pérdida de genes que ya no se necesitan, como si estos fueran ahora lastres. Uno de los ejemplos más conocidos de simbiosis desde el punto de vista bioquímico y genético que hay en el libro es el del pulgón que contiene a la bacteria endosimbionte Buchnera aphidicola. El pulgón se alimenta del floema de las plantas, líquido rico en azúcares pero pobre en ciertos aminoácidos, y es aquí donde el microorganismo participa, pues, gracias a la fuente de carbono que le transfiere su hospedador, este produce aminoácidos esenciales para ambos: así el insecto no necesita buscar otra fuente de alimento.

Y sin embargo, esto de la simbiosis no es nada nuevo. Gracias a los estudios que realizó la prestigiosa y estimada Lynn Margulis se ha consolidado uno de los hechos más fascinantes en la biología. Aunque las ideas no fueron originalmente suyas, sí lo fue la recopilación de datos y la presentación de una teoría irrefutable sobre el origen procariótico, hace miles de millones de años, de la mitocondria y el cloroplasto. Su aportación ha sido clave en el campo de la simbiosis. Los autores navegan a lo largo del libro por todos los mares de conocimiento que han emanado del estudio de la simbiogénesis y atracan al final de este en una tierra donde aún queda por explorar: genes esenciales y biología sintética. Tras muchos estudios parece que se ha llegado a un consenso, siempre dependiendo del entorno, de unos 208 genes esenciales de los que la mayoría participan en el control de la información genética. Cuando tales genes y sus funciones sean absolutamente conocidos, no tomaría mucho tiempo abordar la síntesis del primer –y más simple– ser vivo desde cero. De momento hazañas parecidas como la de Craig Venter se han realizado con éxito. ¿Conseguiremos liberar a Prometeo de la biología sintética sin abrir la caja de Pandora?

© Mètode 2013 - 76. Mujeres y ciencia - Invierno 2012/13

Bioquímico. Karolinska Institutet (Suecia).