¿Agua infinita?

Nana Kofi Acquah

Hacer florecer el desierto. Que los ríos no lleguen al mar. Son salmos reiteradamente repetidos, hasta hacerse consustanciales a muchas sociedades humanas. Nadie como Joaquín Costa ha expresado estas ideas, grabadas en el subconsciente de varias generaciones: «Domesticamos los ríos con el freno de los diques y la cadena de los canales». Esta visión, meramente productivista, ha menospreciado el valor patrimonial del agua en términos culturales y ambientales a lo largo del siglo XX.

La explotación del agua y de los ecosistemas acuáticos ha sido unos de los pilares del crecimiento económico del pasado siglo. Toneladas de hormigón han sometido a los ríos, en vastas empresas con cuantiosa inversión pública. Presas y canales han transformado los regímenes fluviales y han confeccionado nuevas socionaturalezas, sirviendo al propósito de abrevar una población en expansión. El agua subterránea ha contribuido también a esta misión hidráulica, pero lo ha hecho de forma más discreta, pozo a pozo, bien disimulada en los paisajes agrarios. Esto le ha valido el apelativo de revolución silenciosa. Los acuíferos se explotan y sobreexplotan de forma poco perceptible, por lo que Naciones Unidas declaró el pasado 2022 el año del agua subterránea, con el significativo lema «Hacer visible lo invisible». El abuso no se hace tangible hasta que las fuentes se secan y el agua deja de correr por los lechos fluviales. Y entonces generalmente es demasiado tarde, porque encima del acuífero se ha consolidado ya un robusto entramado social, económico y político, que ha fijado fuertes raíces.

Es cierto que el crecimiento demográfico del pasado siglo no pudo sostenerse sin la masiva movilización de los recursos hídricos y la multiplicación de los regadíos. Pero junto a este camino ha quedado todo un rosario de víctimas sociales y ambientales. Humedales sedientos, ríos esmirriados y riberas raquíticas, así como sequías que han puesto en evidencia las debilidades del modelo productivista ante los ojos de sus principales clientes. Y todo esto dejando al margen la degradación de la calidad del agua.

De las cenizas de estos desastres está surgiendo un nuevo paradigma, en buena medida plasmado en la Directiva Marco del Agua de la Unión Europea. En su primer epígrafe se declara que «el agua no es un bien comercial como los demás, sino un patrimonio que hay que proteger, defender y tratar como tal». Este dosier explora algunas de las nuevas sendas que se abren en esta dirección, en Europa y en otros lugares, y que tratan de conjugar herramientas sociales y tecnológicas, buscando transparencia en la gestión, conservación de los ecosistemas acuáticos y, perdónenme la banalidad, sostenibilidad en los usos.

© Mètode 2023 - 117. El legado de los dinosaurios - Volumen 2 (2023)
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Investigador del Centro Valenciano de Estudios sobre el Riego de la Universitat Politècnica de València y profesor asociado del Departamento de Geografía de la Universitat de València.