Editorial del número 108

La participación activa de la sociedad en la ciencia no es nueva. Hay ámbitos como la astronomía o la botánica, por poner solo dos ejemplos preclaros, en los que el peso de las personas aficionadas o amateurs ha sido considerable. Aun así, la progresiva profesionalización del conocimiento científico, cada vez más especializado, ha ido incrementando la distancia entre los que se dedican profesionalmente a la ciencia y el resto de la ciudadanía. Por otro lado, la ciencia, como actividad social que es, requiere dotarse de elementos que la lleven a ser más abierta y participativa. El concepto de ciencia ciudadana, como se ve en el monográfico de este número, no tiene una definición unívoca sino plural, como la sociedad misma. Aun así, se puede decir que está determinado por la contribución activa de la ciudadanía en la investigación científica. En procesos de observación y recolección de datos, la participación ciudadana permite obtener un volumen y diversidad de observaciones que sería difícil de conseguir de otra forma. Pero, además, posibilita hacer el seguimiento y beneficiarse del resultado. La tecnología ha facilitado esta colaboración a través de aplicaciones móviles, webs y redes sociales (como ya mostrábamos en el artículo «Atrapar el [mosquito] tigre», publicado en el número 88 de Mètode y donde los autores afirmaban que estábamos al principio de una nueva era de la comunicación entre ciudadanía y comunidad científica). La ciencia ciudadana se ha desarrollado con fuerza y continuará evolucionando a lo largo de las próximas décadas. Las fronteras entre disciplinas, y entre profesionales y no profesionales de la ciencia, empiezan a flexibilizarse. En un mundo diverso, plural y democrático, el conocimiento científico tiene que combinar y aprovechar tanto las aportaciones individuales como las colectivas. De este modo, la sociedad ha entrado en escena para representar el papel que le corresponde y contribuir a hacer un mundo más culto y libre. En el monográfico colabora el diseñador gráfico Diego Mir, que ha creado una serie pensada para ilustrar este tema.

Además, en este número encontramos un perfil del socioecólogo Ramon Folch y entrevistamos también al vicerrector de Investigación de la Universitat de València, Carlos Hermenegildo, que nos ofrece su visión de la pandemia como gestor universitario y especialista en salud. Y de medio ambiente, investigación y del sistema científico hablamos con Fernando Maestre, premio Jaume I de Protección del Medio Ambiente 2020. 

© Mètode 2021 - 108. Ciencia ciudadana - Volumen 1 (2021)