«Bajo un cielo blanco» de Elizabeth Kolbert

Intervenir la naturaleza

Bajo un cielo blanco
Elizabeth Kolbert
Traducción de Lluís Riera. Crítica. Barcelona, 2021. 215 páginas

Entonces Dios dijo: «Hagamos el hombre a nuestra imagen, parecido a nosotros, y que tenga dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los animales domésticos y salvajes y sobre todos los animales que se arrastran por encima de la tierra». Son palabras del Génesis (1:26), y parece como si la humanidad, creyentes y no creyentes, las hubiera tomado al pie de la letra. Así, la especie humana, desde que lo es, no ha parado de explotar los recursos de nuestro planeta, hasta llegar a la revolución industrial, que lo aceleró todo: incremento desmesurado de las emisiones de CO2, calentamiento y cambio global, incluyendo la crisis de la biodiversidad. Desde la invención de la máquina de vapor, la temperatura media global ha subido 1,1 ºC. Parece que llegar a 2 ºC podría ser catastrófico, y se ha establecido que hay que limitar el incremento en 1,5 °C, como mucho.

La solución más obvia ya la sabemos: disminuir las emisiones de CO2, hasta llegar a prácticamente eliminarlas. Pero hay, cuando menos, dos problemas. Uno es que cuesta mucho reducirlas, tanto en los países, digamos, ricos, que no se avienen a cambiar su modelo, como en los países, digamos, pobres, que aspiran al modelo de los países ricos. El otro problema es que incluso si las paráramos ahora del todo, la inercia de la situación actual parece que nos llevaría a superar el temido umbral de los 2 °C de incremento.

Estos datos nos los recuerda Elizabeth Kolbert, en su libro Bajo un cielo blanco. Después comenta una serie de soluciones, probadas en el pasado y propuestas para el futuro, para afrontar el cambio global y la crisis de la biodiversidad. Algunas de las probadas han demostrado que el remedio fue peor que la enfermedad. Es el caso de la importación de depredadores de determinadas plagas, que a su vez se han convertido en plagas peores, y que se piensa que podrían ser controlados importando otro depredador… O de los esfuerzos para limitar la expansión de peces de agua dulce exóticos (que se prevé que sería desastrosa), mediante la electrificación de tramos de ríos y de canales…

Pero el calentamiento global continúa, y hay que tener pensadas soluciones radicales por si llega un momento en que no queden otras. En la parte final del libro, Kolbert nos habla de las emisiones negativas de carbono, es decir, de retirar CO2 de la atmósfera, por ejemplo, capturándolo y convirtiéndolo en piedra, literalmente. Una solución cara, pero técnicamente factible. También nos explica, al límite de las soluciones creativas, la estrategia de reducir la radiación solar mediante la dispersión de partículas reflectantes, de carbonato de calcio, por ejemplo, en la estratosfera, de forma que llegue menos radiación. El color del cielo ya no sería azul, sino blanco, pero quizás conseguiríamos enfriar el planeta.

Merece la pena saber que existen estas ideas arriesgadas, porque nunca se sabe. Hay que recordar, sin embargo, los errores cometidos en el pasado cuando hemos intervenido en la naturaleza, y a la vez ser conscientes de que, si aplicamos soluciones globales, las consecuencias de equivocarse tendrán escala planetaria. No será nada fácil tomar decisiones sobre estas nuevas estrategias. Kolbert las explica muy bien, pero no se preocupa por tomar partido. Seguramente eso lo deja para el lector. Y hace muy bien.

© Mètode 2021 - 111. Transhumanismo - Volumen 4 (2021)
Director del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF), Barcelona.