La historia del arte puede explicarse a partir de revisiones y actualizaciones de un puñado de temas, ya sea Prometeo encadenado o la liturgia de difuntos. En menor medida, ocurre lo mismo con las artes narrativas como el cine y la literatura. Con desigual fortuna, títulos clásicos toman nueva vida y obras que en su momento tuvieron un impacto restringido a una comunidad lingüística pasan a ser referencias globales cuando las filma Hollywood en inglés. En el cine esto ocurre casi desde los inicios, y películas como Ben-Hur o Los diez mandamientos tuvieron actualizaciones para aprovechar la llegada del sonido y el color. En menor medida, la literatura también ha aprovechado el concepto de rehacer obras anteriores, por lo que tenemos revisiones de la Odisea (Ulysses), Romeo y Julieta (West Side Story), El conde de Montecristo (The stars’ tennis balls) y muchos otros.
Y la literatura científica, ¿se presta a hacer remakes? Por su naturaleza, las obras científicas evolucionan de forma diferente a las obras de ficción. En palabras de Polanyi, el barco de la ciencia se va rehaciendo en alta mar con los materiales disponibles, que no siempre son los más adecuados. No existe ningún incentivo para reescribir un libro si lo que la comunidad científica espera es un texto nuevo que lo mejore o lo refute. La reducción imparable de los formatos hace que los libros sean objetos raros, más adecuados para la divulgación que para la comunicación de investigación primaria, y reescribir un artículo en realidad es escribir uno nuevo. El registro escrito del progreso científico empuja hacia los fundamentos (o hacia el vertedero de la historia) los trabajos anteriores, y en el mejor de los casos los utiliza como referencia para enmarcar el contexto de los nuevos trabajos.
Por eso sorprende positivamente una iniciativa como la de Steve Jones, que en 1999 actualizó El origen de las especies siguiendo el esquema del original. Su libro Almost like a whale no sustituye al de Darwin, pero responde a la pregunta «¿Qué hubiera pasado si Darwin hubiera sabido genética?». El texto podría haberse ordenado como cualquier otro libro de divulgación de la teoría de la evolución, pero seguir con todo detalle el índice del Origen permite valorar el mérito del trabajo original y la magnitud del progreso posterior. Planilandia, la sátira matemática victoriana, tuvo un remake en 2001 por parte de Ian Stewart.
Hasta donde yo sé, el género del remake se agota aquí. Podríamos añadir un remake híbrido, lo que Neil deGrasse Tyson hizo de Cosmos. Actualizó la serie de Sagan, con la misma estructura de capítulos y, a menudo, los mismos ejemplos. Pese a la calidad indiscutible del resultado, los tiempos son otros y el impacto de la nueva serie es incomparablemente menor del que tuvo la original en un tiempo en el que los espectadores teníamos mucha menos oferta.
¿Qué libros clásicos podrían beneficiarse de un buen remake, a color y con efectos especiales para acercarlos a los lectores de hoy? ¿Los diálogos de Galileo? ¿Los estudios de Goethe sobre el color? ¿Quién se atrevería? Si alguien se atrevió a rehacer el Crimen perfecto de Hitchcock…
Abbott, E. A. (1993). Planilandia. Editorial Laertes.
Jones, S. (1999). Almost like a whale. Doubleday.
Stewart, I. (2001). Flatterland. Perseus Publishing.