De forma semejante a lo que pasa con los pájaros en el mundo de los vertebrados y con las mariposas en el de los invertebrados, entre las plantas las orquídeas cautivan la fascinación del público. La mayor parte de la gente admira su belleza e incluso disfruta criándolas en casa. También podrá contemplar la complejidad de las flores y la marcada simetría bilateral que presentan. Algunos conocen la interacción que mantienen con los insectos polinizadores y tal vez que representan un papel fundamental en los ecosistemas donde viven, pero poca cosa más.
No creemos, pues, que sea superfluo destacar algunos rasgos de su vida fascinante. Empezaremos por unas cifras contundentes: sin contar las decenas de miles de híbridos y las variedades de cultivo, se conocen cerca de 30.000 especies de orquídeas. Son, por tanto, una de las familias más numerosas del mundo vegetal y ocupan todo tipo de ambientes, salvo los desérticos y los polares. Las orquídeas son plantas herbáceas normalmente perennes, que pueden ser terrestres o epífitas, y cuya longevidad es secular: algunas encontradas hacia 1850 todavía hoy continúan creciendo y floreciendo. Las hay minúsculas, como Bulbophyllum; otras que forman enormes agregaciones de cientos de kilos, como es el caso de Grammatophyllum; y una (Sobralia altissima) que puede sobrepasar los 13 metros. Las flores pueden medir desde unas décimas de milímetro (Platystele) hasta los 76 cm de Phragmipedium caudatum.
Pero las orquídeas también han escrito las páginas más cautivadoras de la historia natural: desde las flores que simulan la hembra de un insecto para seducir al macho, el cual, al querer aparearse, las poliniza, hasta el caso de Angraecum sesquipedale, que propició que Charles Darwin predijese la existencia de una mariposa sin verla. Basándose solo en la enorme longitud de los nectários de la flor, el naturalista dedujo que debía existir «algo» con una espiritrompa de la suficiente longitud como para llegar al néctar del fondo… y en 1903 se confirmó la predicción al descubrirse un esfíngido (Xanthopan morganii praedicta) que la poliniza.
Por otro lado, la palabra orquídea normalmente nos sugiere las maravillas exóticas, olvidando que aquí también tenemos algunas. El libro Orquídies de les serres de Montsant i de la Mussara es un fiel testimonio de ello. De cada especie se incluye el nombre científico (con el descriptor y eventualmente algún sinónimo), el nombre popular cuando lo tiene, la época en la que florece y el tipo de terreno y hábitat donde se encuentra. Punto y aparte merecen las fotografías, porque, aparte de la belleza, son muy ilustrativas para clasificar las diferentes especies. Cada una va acompañada de tres fotos (una a página completa) y un dibujo. En pocas palabras, es un libro digno de ver y admirar, ya que representa una puerta abierta a la belleza de nuestro patrimonio natural.