«La lógica del titiritero», de Pablo Rodríguez

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La etología (el estudio del comportamiento desde una perspectiva biológica) es una ciencia rara. En otras disciplinas está relativamente claro quién es y quién no es especialista. La etología, sin embargo, parece especialmente proclive al intrusismo por parte de iluminados y advenedizos que intentan sacar provecho del tirón que el comportamiento animal tiene para los estudiantes y para el público en general. A menudo, estos autoproclamados especialistas confunden su falta de conocimientos con la ausencia de conocimientos, y transmiten una visión distorsionada, cuando no decididamente errónea, de este campo de estudio. En este sentido, La lógica del titiritero es excepcional. Su autor es especialista en biología molecular y bioinformática, interesado por las interacciones entre bacterias y plantas. Resulta difícil imaginar un campo de estudio más alejado de la etología, y sin embargo Rodríguez Palenzuela hace una exposición correcta y elocuente de una gran variedad de temas relacionados con el comportamiento animal y, especialmente, humano.

El título del libro alude a una frase de Robert Wright, que en su libro The Moral Animal afirmaba en relación a la polémica del determinismo genético: «Todos somos marionetas, y la única esperanza que tenemos de liberarnos es tratar de descifrar la lógica del titiritero.» La metáfora no es del todo adecuada, ya que sugiere que realmente existe un titiritero que controla nuestro destino y nuestro comportamiento. En realidad, hoy sabemos que el extraordinario diseño de los seres vivos, incluyendo su comportamiento, no depende de los designios de titiriteros, sino de un proceso evolutivo en el que, como nos enseñó Darwin hace casi 150 años, la selección natural desempeña un papel crucial.

El objetivo de La lógica del titiritero es proporcionar una interpretación evolutiva de algunos aspectos del comportamiento humano como el enamoramiento, las relaciones extramatrimoniales, los celos, la evitación del incesto, los conflictos entre hermanos o el lenguaje. Según el autor, la disciplina que se ocupa de estas cuestiones es la «psicología evolucionista». De hecho, hay otras disciplinas que compiten con la psicología evolucionista (la «etología humana» y la «ecología del comportamiento humano» son quizás las más representativas) y un defecto del libro consiste en pasar por alto esta pluralidad de enfoques y aproximaciones.

La idea básica de la psicologia evolucionista es que la evolución es imprescindible para entender el comportamiento humano. Dicho así no resulta especialmente sorprendente, al menos para un biólogo. Históricamente, sin embargo, los intentos por biologizar el comportamiento humano han resultado ser extraordinariamente polémicos. Uno de los más sonados es el que dio lugar al famoso debate sociobiológico que tuvo su origen con la publicación en 1975 del libro Sociobiology de Edward O. Wilson. La sociobiología que proponía Wilson no era, en realidad, una nueva disciplina; él únicamente buscó una denominación atractiva para estudiar la función o valor adaptativo del comportamiento social. Lo verdaderamente novedoso de la obra de Wilson era la adopción en sus explicaciones del «punto de vista del gen» (que popularizó Richard Dawkins en El gen egoísta), y la utilización de conceptos y teorías como la selección por parentesco, el altruismo recíproco, las estrategias evolutivamente estables y la teoría de juegos. El libro contó desde el principio con un gran número de seguidores que pronto empezaron a ser conocidos como sociobiólogos. Pero el libro tuvo también mucho impacto por otros motivos. En su último capítulo (de 27), Wilson especulaba acerca del posible valor adaptativo de algunos comportamientos de la especie humana. A pesar de que no era más que una parte ínfima de su obra, el tratamiento que dio Wilson al comportamiento humano fue blanco de las críticas de gran número de investigadores. Entre los que se encontraban S. J. Gould y R. Lewontin, también de la Universidad de Harvard, que lideraron el ataque contra Wilson, contra su libro, y contra los sociobiólogos. Este debate, que a menudo derivó en enfrentamientos ideológicos con poca sustancia científica, generó más calor que luz. El paso del tiempo ha demostrado que muchas de las tesis de los sociobiólogos eran fundamentalmente correctas. Las salvajes críticas de sus detractores consiguieron empañar el nombre de la sociobiología, pero muchos biólogos y psicólogos siguieron aplicando una perspectiva evolutiva al estudio del comportamiento humano bajo otras denominaciones, co-mo la de psicología evolucionista.

Las críticas a la sociobiología (y por extensión a la psicología evolucionista) reflejan dos temores recurrentes: que describir un comportamiento como natural o indagar en sus orígenes evolutivos implica que el comportamiento es bueno o deseable (la falacia naturalista), y que demostrar que un comportamiento tiene una base genética lo convierte en inmutable, irreversible, inevitable, y hace inútil cualquier intento por modificarlo. La lógica del titiritero responde a estas críticas en un estilo asequible y directo. Además, el texto contiene pequeños relatos que sirven para introducir algunos de los temas tratados y que hacen la lectura muy amena. En el lado negativo, el libro contiene varios errores e inexactitudes. De los dos tipos de caracteres a los que puede dar lugar la selección sexual, únicamente se refiere a los «indicadores» ignorando los denominados caracteres «arbitrarios». La frase «daría mi vida por dos hermanos o por ocho primos», que el libro atribuye a W. Hamilton, es en realidad de J. B. S. Haldane. La nacionalidad de K. von Frisch e I. Eibl-Eibesfeldt está equivocada (ambos son austríacos). Para defenderse de los lobos y de otros depredadores, las manadas de bueyes almizcleros forman un círculo con las cabezas hacia fuera, no hacia dentro. Tampoco parece justo acusar a E. O. Wilson de arrogante, ni denunciar que Sociobiology era un mal libro de divulgación, que nunca pretendió serlo. A pesar de estos defectos menores, La lógica del titiritero es un buen libro de divulgación que puede ayudarnos a comprender el lugar que ocupa, en algún lugar entre los monos y los ángeles, nuestra propia especie.

Enrique Font, Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biología Evolutiva (UV).
© Mètode, Anuario 2009.

 

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La lógica del titiritero. Una interpretación evolucionista de la conducta humana
Pablo Rodríguez Palenzuela
Ateles Editores-Hélice. Madrid, 2006. 268 páginas.

© Mètode 2011 - 59. Comprobado científicamente - Número 59. Otoño 2008
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Catedrático del Departamento de Zoología de la Universitat de València (UV) y director del Laboratorio de Etología (e3) del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva (UV) (España). Es etólogo (Universidad de Tennessee, Knoxville, EE. UU.), y su investigación aborda diversos temas relacionados con el comportamiento animal, especialmente el comportamiento y la comunicación en lagartos.