«La revolución química», de José Ramón Bertomeu Sánchez y Antonio García Belmar

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“Malos tiempos para la lírica”: esta podría ser la descripción hecha por un rockero impenitente, y no demasiado cultivado, del ambiente que se respiraba en la Europa del siglo XVIII. Mientras que «un fantasma recorría el continente» (la revolución burguesa), al otro lado del Atlántico los acontecimientos discurrían por otros derroteros: Washington era elegido primer presidente de la República y los Estados Unidos de América se consolidaban como un nuevo y pujante país.

¿Qué sucedía mientras tanto en el mundo de la ciencia? La práctica científica se encontraba constreñida básicamente a Europa, donde, décadas antes, se había iniciado la revolución científica. En efecto, ya en el siglo anterior, los científicos habían emprendido la revisión de la física incidiendo en la experimentación y buscando soporte a las ideas atomísticas (The Sceptical Chymist: Or Chymico-Physical Doubts & Paradoxes, Robert Boyle, 1661). Pero la frontera entre la física y la química era muy difusa, casi inexistente; tampoco existían límites nítidos entre la química y las ciencias de la salud, la farmacia y la medicina, que estaban bien establecidas. La química, por tanto, carecía de entidad propia. En este contexto tiene lugar lo que ha sido considerado por numerosos historiadores de la ciencia como el nacimiento de la química, a juicio de los autores de manera simplista.

Aunque hoy en día resulta evidente que la Revolución Francesa no se inició con la toma de La Bastilla, en determinados ámbitos no parece asumirse que la química carece de padre, por más que Lavoisier pueda ser acreedor de este título. En esta obra, los autores hacen un meritorio y, a mi juicio, exitoso esfuerzo por desmitificar los planteamientos que llevan a presentar los trabajos de este autor como la base sobre la que se ha levantado la química moderna. A lo largo de la obra los autores destacan dos aspectos críticos en el desarrollo del conocimiento: la complejidad de la evolución, que no revolución, de las ideas científicas, y el que ésta casi nunca es el resultado del trabajo de una sola persona, sino el de la actividad, no siempre coordinada y sinérgica, de numerosos investigadores que, a menudo, se encuentran muy alejados tanto geográfica como, en ocasiones, filosóficamente.

También hay que agradecerles el esfuerzo que realizan para presentar de manera didáctica y atractiva el desarrollo de las ideas que, partiendo de teorías tales como la del flogisto, en principio considerada «consistente» y que, posteriormente, se mostró completamente errónea, condujeron al establecimiento de las bases de la química como ciencia: la identificación inequívoca de algunos elementos químicos y la existencia de relaciones estequiométricas entre ellos en diferentes compuestos tales como el agua. Bienvenido, pues, el esfuerzo de los autores para destacar la importancia que tiene el intercambio crítico de ideas y de experiencias para el progreso de la ciencia.

Eduardo Martínez. Departamento de Química Inorgánica e Institut de Ciència dels Materials, UV
© Mètode, Anuario 2008.

 

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La revolución química: Entre la historia y la memoria
José Ramón Bertomeu Sánchez i Antonio García Belmar

Publicacions de la Universitat de València. Valencia, 2006. 296 páginas.

© Mètode 2011 - 55. Gen, ética y estética - Contenido disponible solo en versión digital. Otoño 2007
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