«¿Qué hacer en caso de incendio?» de Héctor Tejero y Emilio Santiago
Un extintor de bolsillo para el fin del mundo
2019 ha sido el año en el que el cambio climático ha conquistado del todo la esfera pública, con una intensidad inusitada. En las décadas anteriores habíamos visto como la cuestión abandonaba el ámbito académico para convertirse en un tema primordial de la divulgación científica y, más recientemente, hemos presenciado como una especie de «perspectiva climática» ha ido permeando incluso el periodismo más mainstream: ya no solo encontramos artículos y reportajes que hablan exclusivamente del cambio climático o alguna de sus consecuencias, sino que es extraño encontrar piezas que aborden cuestiones referentes a la industria, el turismo o la alimentación sin hacer ninguna alusión «al tema». De manera similar, la preocupación por el calentamiento global ha salido del ecologismo militante y se ha contagiado a buena parte de la población.
En este caldo de cultivo, la atención mediática generada por dos mujeres ha apuntalado el cambio climático como una cuestión pública de primer orden: por un lado, la joven sueca Greta Thunberg, catalizadora del movimiento juvenil #FridaysForFuture y que se ha convertido en un icono de la lucha contra el cambio climático (con todos los peros a su discurso o grado de exposición mediática). Por otro, la congresista de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos Alexandria Ocasio-Cortez, cuya entrada en escena ha dado un gran impulso al conocido como «Green New Deal». Esta iniciativa política –reminiscente del New Deal promulgado en los EE UU durante los años treinta por la administración de Franklin D. Roosevelt– llevaba ya un tiempo discutiéndose en entornos demócratas y ecologistas anglosajones. No obstante, con el impacto mediático de Ocasio-Cortez, una joven de clase trabajadora del barrio neoyorquino del Bronx, se ha solidificado en una propuesta política que pretende cambiar el sistema actual.
En ¿Qué hacer en caso de incendio? Manifiesto por el Green New Deal, el bioquímico Héctor Tejero y el antropólogo Emilio Santiago se adentran en las ramificaciones de este ambicioso programa político que, según defienden, no solo tiene que estar orientado a paliar las peores previsiones del cambio global, sino también a recuperar y asentar una más que ahogada justicia social. Así, el enfoque de los autores va más allá del contexto norteamericano y aplican la necesidad de un Green New Deal a la realidad española, europea y mundial. Sin embargo, desde el inicio y a lo largo del libro, dejan clara una cosa: el Green New Deal no es la solución definitiva al cambio climático. No hay ninguna solución definitiva para este proceso extremadamente complejo que ya está alterando de forma irremediable la vida en el planeta Tierra.
Justamente un aspecto que hace de este ensayo una pieza conmovedora –pero también inspiradora– es una sinceridad lúcida a la hora de abordar verdades incómodas: desde una izquierda que ha sido incapaz de combatir la conquista ideológica de la sociedad por parte del neoliberalismo, a la impunidad de los lobbies de la industria energética, que durante décadas han actuado intensamente en contra de medidas de control al uso de combustibles fósiles. Por otro lado, a pesar de que no se recrea en ellas, la obra tampoco esquiva las previsiones más terribles, para el medio y para la humanidad, que comporta el aumento de la temperatura global del planeta. De hecho, denuncia la injusticia tremenda de que las partes del mundo más vulnerables al cambio climático estén habitadas por la población más pobre, la que menos consume y menos contamina.
«No hay vuelta de hoja: las respuestas mundiales al cambio climático serán políticas»
Sin titubear, la obra señala al capitalismo como «causa última del cambio climático y las crisis ecológicas» que nos afligen y nos deja claro que ninguna mano invisible nos sacará las castañas del fuego. Ataca con vehemencia la mentalidad neoliberal que vive absorta en la fantasía del crecimiento eterno –que todavía hoy alimenta– y que desvincula la producción de riqueza de los recursos naturales, omitiendo, por tanto, la finitud de estos. También nos advierten los autores que no confiemos en que una tecnología ex machina obre el milagro: por ejemplo, el proceso de descarbonización del sistema energético y de transición hacia un modelo basado en energías renovables también alberga desafíos, puesto que estas tecnologías dependen en buena parte de la extracción de minerales a punto de agotarse.
Sin embargo, la obra evita con éxito caer en un derrotismo inmovilizador y reivindica «el optimismo militante contra la catástrofe». Tejero y Santiago culminan este manifiesto diseccionando las áreas sobre las cuales el Green New Deal tiene que incidir urgentemente; entre otras, la descarbonización de la industria, la creación de trabajos «verdes» de bajas emisiones y con buenas condiciones laborales, una alimentación de calidad basada en la proximidad, sistemas eficientes de reciclaje o una reordenación del territorio racional que se conjugue con una movilidad más sostenible. Nada será posible sin que una nueva conciencia ecosocial impregne nuestras vidas, desde nuestros hábitos de consumo hasta nuestras decisiones políticas, en todos los ámbitos donde estas sean relevantes.
Aunque las propuestas de Tejero y Santiago puedan ser matizadas, o incluso reformuladas, no hay vuelta de hoja: las respuestas mundiales al cambio climático serán políticas. No hacer nada y permitir que las élites continúen explotando la biosfera para su beneficio personal, a expensas de la naturaleza, del resto de la humanidad y de las generaciones futuras, es una respuesta política. Luchar, con lo que sabemos que podemos hacer –y a pesar de ser conscientes de que quizás no es suficiente–, para construir una civilización donde el despilfarro de recursos y la exclusión social sean aberraciones, es otra. Es en el corto plazo, en medio de las llamas y extintor en mano, donde se decidirá todo.