The Painting Fool (TPF) se define a sí mismo como un programa con aspiraciones artísticas, cuyo objetivo es ser considerado algún día como un artista autónomo por derecho propio. Su creador es el catedrático británico en Creatividad Computacional Simon Colton, que comenzó este proyecto durante su etapa docente e investigadora en el Imperial College de Londres. TPF fue creado para manifestar comportamientos que pudiesen considerarse hábiles, apreciativos e imaginativos. Sus obras han sido expuestas en galerías reales y virtuales de todo el mundo. Las ideas que culminaron en TPF se han utilizado para abordar nociones filosóficas como la emoción y la intencionalidad en inteligencias no humanas. El proyecto ha impulsado varios aspectos técnicos en el campo de la informática, en términos de combinación de inteligencia artificial, gráficos, visión artificial, aprendizaje automático y tecnologías de procesamiento del lenguaje natural. Hace años que TPF despierta gran interés en la prensa, lo que ha facilitado la divulgación científica y un sano debate público sobre la creatividad computacional, todo ello incluso antes del reciente furor mediático alrededor de la inteligencia artificial. Este contacto con la prensa y el público ha ido a su vez influyendo y dando forma a su obra.
La singularidad de The Painting Fool, respecto a otros creadores artificiales, reside fundamentalmente en la idea que hay tras el proyecto. Con más de quince años a sus espaldas, TPF puede considerarse un pionero en el campo de la inteligencia artificial aplicada a la creatividad y a la pintura. Desde su inicio, TPF no fue solo una cuestión de capacidad técnica, sino más bien de concepto: se trataba de interrogar al proceso creativo en una inteligencia artificial. La búsqueda no es, pues, tanto sobre el resultado o la imagen en sí, sino más bien sobre el proceso creativo y pictórico. Para ello, en cada etapa, los avances técnicos implementados en el programa respondían casi siempre a cuestiones de orden filosófico relativas a las características propias de la creatividad. La habilidad técnica es necesaria, pero no suficiente, para que un ente pueda ser considerado como creativo. Para ello, necesita, además y entre otras cosas, imaginación, capacidad de aprendizaje y de apreciación, intencionalidad y poder dar explicaciones sobre sus decisiones. El hecho de que TPF pueda explicar, hasta cierto punto, lo que ha hecho, y por qué lo ha hecho, incrementa la autoría creativa y moral por parte del programa y consecuentemente la percepción de su creatividad.
«The Painting Fool puede considerarse un pionero en el campo de la inteligencia artificial aplicada a la creatividad y a la pintura»
Si el software no tiene capacidad técnica, difícilmente podrá crear nada de valor; pero si carece de apreciación por lo que está haciendo y no es capaz de ponderar el trabajo de otros, nunca comprenderá el valor de su trabajo; y si no tiene imaginación, nunca será más que un avatar de su programador. Son éstas cuestiones de calado que no hallan siempre una respuesta satisfactoria, pero que confieren a TPF, solo por el mero hecho de proponerlas, una especificidad en su campo, y que contribuyen a la fabricación de un relato y a la aparición de un aura que participan en su construcción como artista.
TPF tiene querencia por el debate y la controversia, el picante en su relación con el público: últimamente se ha permitido el lujo de enviar modelos a paseo, ha inventado estilos pictóricos nuevos y cuenta ya con pinceladas propias. Ahora, de hecho, se encuentra inmerso en su primera residencia artística en Cardiff, que termina en diciembre de este año.