Martí Domínguez nos hace disfrutar con una excelente distopía, a la altura de Andrea Víctrix de Llorenç Villalonga o de Mecanoscrito del segundo origen de Manuel de Pedrolo. Las mejora por sus resonancias con obras capitales del género como El cuento de la criada de Margaret Atwood (las criadas), 1984 de George Orwell (el neolenguaje) o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury (con la práctica desaparición de los libros). Pero, especialmente, con Un mundo feliz de Aldous Huxley, con el que comparte la planificación genética y un carácter científico, que la hace muy adecuada para su reseña en Mètode, fruto de la formación biológica de Martí Domínguez y de la familiar de Huxley, nieto de Thomas Henry y hermano de Julian, importantes naturalistas ingleses.
Nos presenta un mundo donde el aumento del nivel de las aguas debido al cambio climático casi acaba con todo y donde se desarrolla una nueva sociedad. En ella, la gestación se realiza fuera del cuerpo femenino y todos los embriones han sido, por técnicas de edición genética, mejorados y limpiados de posibles mutaciones o de genes causantes de enfermedades. Y por eso se consideran una nueva especie, superior a los humanos. Las ganancias de las élites dirigentes vienen de la biotecnología y la industria aeroespacial.
La protagonista y narradora, Zoe (término griego que expresa el hecho de vivir, común a todos los seres animados), descubre con sorpresa que está embarazada y, cuando los científicos la encierran para investigarla, huye con Charles, el supuesto padre, bastante distinto del ciudadano medio y que desea mayor libertad que la ofrecida por la ciudad. Llegan a una granja en la que se producen seres poshumanos y cíborgs con cualidades para la guerra y para colonizar el espacio. De ahí, dado que el propietario quiere investigarla también, deben huir a los bosques, donde hay pequeños poblados humanos, escondidos porque son perseguidos y exterminados, como los indios en la colonización, y que han retrocedido a una sociedad agraria y religiosa, al margen del progreso científico, con un fuerte contraste con la nueva sociedad. Como tampoco se adaptan a la aldea, la huida continúa…
Como el título indica, la obra es un canto a la maternidad. Podemos seguir el embarazo y el parto como si fuéramos la propia Zoe, que nos los narra detalladamente. Asimismo, se aborda el problema esencial sobre qué es lo que nos define como humanos: ¿la herencia genética? ¿El parto y la paternidad? ¿La cultura? Y todo esto salpimentado con ideas impresionantes, a las que ya nos tiene acostumbrados el autor, sobre la ciencia, la sociedad, la cultura o la condición humana. A modo de ejemplos, muy adecuados en este tiempo tan poco ilustrado que vivimos, recuperamos dos citas: «La única forma de salir del pozo de la naturaleza no era con la tecnología, sino con la ilustración, la simbiosis de la razón y la ética» (p. 70) o «La especie humana había llegado al colapso con sus necesidades perentorias, con su consumismo exacerbado, ávida de posesiones e irreflexiva frente a las señales de agotamiento» (p. 104).
En resumen, una lectura muy recomendable para todos y que pide una continuación, utópica o distópica, cuyo final abierto permite.