A collection for a city. The best collection of mammalian fossils from the South American Pleistocene in Europe has been housed in the city of Valencia since 1889. Today, the Museum of Natural Sciences shows us just how interesting this collection is, from the scientific point of view. It is of great historical value and the museum has successfully conveyed this idea to the public.
La colección Rodrigo Botet, depositada en el Museu de les Ciències Naturals de Valencia y posiblemente la mejor colección europea de fósiles del pleistoceno sudamericano, se compone de veinte esqueletos y más de cinco mil huesos, que pertenecen a más de veinte familias diferentes de mamíferos terrestres.
La existencia de esta colección resultó de la iniciativa del ingeniero valenciano José Rodrigo Botet, quien la regaló a la ciudad en 1889, “llevado del noble y generoso deseo de dotar a su patria de un Museo tal vez único en su género en Europa” según nos dicen las crónicas.
La expectación producida al llegar la colección a Valencia se hace pública en la prensa los días 9, 10 y 11 de agosto de 1889, que nos habla de la asistencia a su recepción de los personajes de más relevancia de la sociedad valenciana, además de los cargos más altos del mundo académico e intelectual.
Como propiedad de la ciudad, el Ayuntamiento se hizo cargo de ella e hizo responsable al naturalista Eduardo Boscá. La colección fue depositada sucesivamente en diferentes lugares, hasta que el 21 de mayo de 1896 la alcaldía ordenó a Boscá que la trasladara, provisionalmente, al desaparecido Hospital de San Pablo, donde se empezó el desembalaje, la identificación y la reconstrucción de los ejemplares, y su estudio y divulgación. En 1902, durante los actos conmemorativos del cuarto centenario de la Universitat de Valencia, se vuelve a hacer pública la importancia de la colección, y también la necesidad de un sitio digno donde exponerla. San Pablo no era el lugar más adecuado para continuar el montaje de los esqueletos, y la colección tan sólo se podía visitar formulando una petición oficial.
Para Boscá las colecciones científicas tenían un especial valor didáctico, y fue siempre partidario de una gestión orientada a la conservación, investigación y difusión de la colección. Estos criterios son totalmente modernos y la razón de existir de los museos actuales. Mientras que la comunidad científica era plenamente consciente del valor de la colección, el público solamente conocía su fama por los medios de comunicación.
La repercusión de las celebraciones del cuarto centenario, poco menos que obligó al Ayuntamiento a buscar una nueva sede. En julio de 1908, la colección queda instalada, provisionalmente otra vez, en el Almudín gótico, situado en el centro de la ciudad. Boscá explica que el edificio se encontraba bastante deteriorado, pero instalaron el agua potable a presión y la iluminación de gas. Carlos Maicas montaba los esqueletos dirigido por Boscá, quien había conseguido –reconocida la importancia científica de la colección– unas becas de la Junta para la Ampliación de Estudios que posibilitaron que entre 1910 y 1911 los Boscá, padre e hijo, visitaran personalmente aquellos lugares donde se conservaban colecciones paleontológicas parecidas. En estos viajes establecieron sólidas relaciones científicas con paleontólogos europeos y sudamericanos, que aportaron al museo un importante fondo bibliográfico y un fondo documental y gráfico no menos interesante. También fueron publicadas las descripciones de la práctica totalidad de los ejemplares armables.
Esta sede, céntrica y al alcance de los ciudadanos, hizo realidad la difusión social y el aprovechamiento didáctico del museo. Las visitas desde el primero de enero de 1951 hasta el 8 de diciembre de 1989 suman 1.482.786. Con el paso del tiempo, el Almudín se hace sinónimo del Museo Paleontológico. El conocimiento popular de la historia de la colección se reduce a tres hitos: que la colección proviene de la Argentina, que fue un regalo de Botet a la ciudad y algunas explicaciones transmitidas por el personal de la sala. Nadie cuestiona estas informaciones y cualquier hecho anterior a la Guerra Civil es completamente desconocido hasta para los estudiosos de la paleontología.
En el año 1990, el ruinoso estado del Almudín obliga a trasladar el museo a la sala de exposiciones del ayuntamiento; se le añaden otras colecciones y se inaugura el 2 de julio de 1991. Durante los últimos años en el Almudín se va recuperando un importante fondo documental y gráfico que nunca había sido objeto de estudios de carácter histórico a causa de su abandono en los rincones más insospechados del edificio. Se habían conservado manuscritos y fotografías de carácter científico, y también documentación administrativa. A partir de estos documentos se detalló, a grandes rasgos, una historia sucinta pero fundamentada del museo, que se recogió en el discurso expositivo de las nuevas salas, donde la colección se integraba tanto en la historia de la Tierra como en la de nuestra ciudad. Durante la estancia en esta sede se contaron 312.856 visitas; se catalogó la biblioteca, para ponerla al alcance del público, así como el antiguo fondo fotográfico, que, sumado al generado durante el traslado, forma un interesante archivo de la historia del museo. En cuanto a los documentos, se ordenaron para poderlos consultar. El año 1993, la reconstrucción de la historia del museo estaba lo bastante avanzada como para poder organizar la exposición “J. Rodrigo Botet y el mundo científico valenciano entre las dos repúblicas (1873-1931)” en el Museu de la Ciutat.
El año 1996 el Ayuntamiento aprobó un proyecto de rehabilitación del antiguo restaurante de los Viveros y de creación del Museu de Ciències Naturals en torno de las colecciones del Museo Paleontológico. Para rentabilizar al máximo el potencial didáctico de las colecciones, se elaboró un proyecto que respetaba las tendencias museográficas más actuales. La dimensión histórica de la colección Rodrigo Botet se integró en la sección “Contribución Valenciana a las Ciencias Naturales”, donde se contextualizan los más de cien años de existencia del Museo Paleontológico. Esta sección introduce al visitante en el área “Historia de la vida”, donde los diversos periodos de la historia de la vida en la Tierra quedan ilustrados por los fósiles ordenados cronológicamente. En un lugar preeminente se muestran los ejemplares más representativos de la colección Rodrigo Botet.
La ubicación privilegiada del museo y las mejoras del discurso y el lenguaje expositivo han significado un estímulo para el público, tanto para el fiel, que aún recuerda el Almudín, como para los visitantes que no lo conocieron. Por otra parte, en el museo hay una serie de instalaciones que posibilitan la investigación científica e histórica, además de una sala de exposiciones temporales, dinamizadora de su oferta cultural.
El objetivo en esta etapa es tanto potenciar el valor científico de la colección J. Rodrigo Botet como su valor histórico. Por lo que se refiere al número de visitantes, las tendencias observadas en poco tiempo (155.124 visitas los primeros siete meses desde su inauguración, el 18 de mayo de 1999), parecen indicar un aumento de su atractivo entre el público, pero únicamente un seguimiento apropiado en los próximos años podrá confirmarlo.