Consultas públicas sobre comunicación científica

Un enfoque desde la ciencia ciudadana

consulta sobre comunciació científica

La ciencia ciudadana forma parte de una tendencia científica y social más amplia que promueve el diálogo bidireccional y la implicación de los científicos y el público, involucrando a la ciudadanía en el proceso de investigación. Este artículo examina los esfuerzos de CONCISE (un proyecto internacional en el que participan España, Italia, Portugal, Polonia y Eslovaquia) para comprender, mediante consultas públicas, cómo adquiere y utiliza la información científica la ciudadanía. Las consultas, celebradas en 2019, incluyeron a cerca de 500 personas. CONCISE intenta poner a la participación de la ciudadanía en el centro del proceso de investigación pidiéndole sugerencias sobre cómo mejorar la comunicación científica e implicándola en el trabajo de divulgación.

Palabras clave: consultas públicas, comunicación científica, participación científica, públicos de la ciencia, participación ciudadana.

La ciencia ciudadana es un distintivo importante de la relación actual entre ciencia y sociedad. Se considera que implicar a la ciudadanía en la producción científica es una de las mejores maneras de generar mayor confianza y comprensión, mejorar la comunicación y poner a la ciencia en sintonía con las necesidades y preocupaciones de la población.

Como en otros campos, hay muchas formas de implicar a la ciudadanía con la ciencia. El nivel de participación puede ser variado, desde pedirle que recopile datos a involucrarla en todas las etapas del proyecto de investigación.

CONCISE es un proyecto con financiación europea que trata de comprender cómo la ciudadanía adquiere conocimientos científicos, y cómo afecta esto a sus creencias, opiniones y percepciones. Este artículo trata de examinar cómo se ha enmarcado y puesto en funcionamiento la ciencia ciudadana en el proyecto.

Ciencia ciudadana: marco interpretativo

Se ha documentado extensamente la transición de un enfoque de comprensión pública de la ciencia, basado en un modelo deficitario que atribuía la desconfianza en la ciencia a la ignorancia, hacia un enfoque de compromiso público con la ciencia (Bucchi y Neresini, 2008). Los esfuerzos para aumentar la alfabetización científica «enseñando» ciencia al público se han sustituido gradualmente (aunque no por completo) por iniciativas que promueven el diálogo entre comunidad científica y ciudadanía y la participación de las distintas partes interesadas y la población en las decisiones políticas, junto a los expertos técnicos.

La ciencia ciudadana forma parte de esta transformación en las relaciones entre ciencia y sociedad. Existe debate en torno a qué constituye ciencia ciudadana exactamente (Heigl et al., 2019). Las tradiciones de diferentes disciplinas y países utilizan diferentes criterios para atribuir la etiqueta de ciencia ciudadana a un proyecto. El Libro blanco de la ciencia ciudadana (Serrano-Sanz et al., 2014, p. 8) la definió como «el compromiso del público general con actividades de investigación científica en las que la ciudadanía contribuye activamente a la ciencia, ya sea mediante su esfuerzo intelectual o conocimiento cercano, o bien con sus herramientas y recursos». La Asociación Europea de Ciencia Ciudadana la considera «un concepto flexible que se puede adaptar y aplicar a diversas situaciones», definido por diez principios, el primero de los cuales es: «los proyectos de ciencia ciudadana implican activamente a los ciudadanos en un trabajo científico que genera nuevos conocimientos o visiones» (ECSA, 2015).

Se han propuesto otros conceptos para definir estas mismas actividades que implican a la ciudadanía en la investigación científica, como ciencia cívica, civil, amateur, de parte interesada, comunitaria o democrática, ciencia 2.0, coproducción de conocimiento entre expertos y profanos, investigación participativa basada en la comunidad, o participación pública en la investigación científica (Bäckstrand, 2003; Bucchi y Neresini, 2008; Shirk et al., 2012).

«Los esfuerzos para aumentar la alfabetización científica “enseñando” ciencia al público se han sustituido gradualmente por iniciativas que promueven el diálogo entre comunidad científica y ciudadanía»

Podemos identificar tres líneas principales de ciencia ciudadana. La primera se refiere principalmente a las ciencias naturales, en particular a la participación en la recolección o análisis de datos para proyectos de astronomía, ciencias de la tierra, botánica y zoología (Brossard et al., 2005; Greenwood, 2007; Raddick et al., 2009). En otras áreas, como la biodiversidad, la genética, las ciencias agrícolas, la ingeniería o la geografía se utilizan prácticas similares (Cooper et al., 2007; Ellis y Waterton, 2004).

Otra variedad de ciencia ciudadana surgió de la preocupación por la contaminación medioambiental y sus efectos en la salud en los años setenta, especialmente en los Estados Unidos. Impulsó la formación de movimientos comunitarios para promover una mayor investigación, junto con nuevas formas de propiedad conjunta de los datos científicos (Brown, 1997; Heinman, 1997). A esto se le ha llamado epidemiología popular, y se basa en el conocimiento «local» o «experiencial». Se ha extendido a varios contextos, como la monitorización de la calidad del agua y el aire, la investigación sobre las causas ambientales de las enfermedades u otras cuestiones relacionadas con la sostenibilidad (Bäckstrand, 2003; Heinman, 1997).

Podemos encontrar una tercera tradición de ciencia ciudadana en las ciencias sociales. Puesto que la acción participativa se considera una metodología clave en estas disciplinas (Reason y Bradbury, 2006), los científicos sociales han contribuido a una extensa variedad de investigaciones de acción participativa en campos como la educación, los estudios de la infancia, la salud pública, la planificación urbana y el desarrollo internacional (Gendron, 1998; Suarez-Balcazar et al., 2005). El papel de las ciencias sociales ha sido principalmente perseguir objetivos relacionados con una combinación más eficaz del conocimiento de expertos y profanos, así como el empoderamiento de las comunidades locales.

En los últimos años, la ciencia ciudadana se ha convertido en una disciplina científica y práctica cuasiautónoma. Tiene sus propias asociaciones o plataformas a escala internacional (Citizen Science Association y Asociación Europea de Ciencia Ciudadana) y nacional en algunos países (por ejemplo, la Asociación Australiana de Ciencia Ciudadana). En otros casos, varias asociaciones de comunicación científica han incluido la ciencia ciudadana en sus áreas de actividad (como la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia). Existen conferencias y publicaciones dedicadas exclusivamente a este tema, como la revista Citizen Science: Theory and Practice. Diversas revistas científicas han publicado números especiales dedicados a la ciencia ciudadana, y Web of Science contiene más de 3.000 artículos sobre esta cuestión. La plataforma de la Unión Europea para la ciencia ciudadana lista 110 proyectos en curso. El Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España, dirigido por la Fundación Ibercivis, ha identificado 236 iniciativas de ciencia ciudadana en el país (incluyendo CONCISE).

«La ciencia ciudadana forma parte de la transformación en las relaciones entre ciencia y sociedad»

Los distintos proyectos se pueden clasificar de acuerdo con la profundidad de la implicación ciudadana. Por ejemplo, Cooper et al. (2007) propusieron una tipología de proyectos comunitarios con cinco tipos: investigación científica consultiva (science shops), investigación de ciencia ciudadana, investigación de ciencia ciudadana adaptativa, investigación de cogestión adaptativa e investigación de acción participativa. También Shirk et al. (2012) definieron cinco modelos básicos de participación pública en la investigación científica:

Proyectos contractuales, en los que las comunidades piden a los investigadores profesionales que lleven a cabo una determinada investigación científica e informen de los resultados; proyectos contributivos, generalmente diseñados por científicos y a los cuales los miembros del público contribuyen principalmente con datos; proyectos colaborativos, generalmente diseñados por científicos y a los cuales los miembros del público contribuyen con datos pero también ayudan a refinar el diseño del proyecto, analizar datos y/o divulgar resultados; proyectos cocreados, diseñados conjuntamente por científicos y miembros del público y en los cuales al menos algunos participantes del público están involucrados en la mayoría o en todos los aspectos del proceso de investigación; y contribuciones colegiadas, en las que personas sin titulación llevan a cabo una investigación independiente pero con diferentes grados de reconocimiento esperado por parte de la ciencia institucionalizada y/o los profesionales. (Shirk et al., 2012, p. 29)

La mayoría de proyectos de ciencia ciudadana se mantienen en el nivel más bajo de participación: solo se pide a los participantes que recopilen datos, mientras que los científicos se ocupan del análisis y la interpretación, de extraer conclusiones y de divulgar los resultados. A la ciudadanía se le atribuye un papel subordinado, sin tener en cuenta su conocimiento local y experiencial o sus habilidades, emociones y sensibilidades éticas, y no se espera de ella ninguna contribución que vaya más allá de la recopilación de datos dentro de los restrictivos confines de los instrumentos y protocolos definidos por los científicos (Cornwell y Campbell, 2012). Ellis y Waterton (2004) hablan de la paradoja de implicar a la ciudadanía cuando el trabajo de los expertos es insuficiente para apoyar políticas robustas, para luego limitar su papel bloqueando la expresión de conocimientos, epistemologías culturales y ontologías alternativos.

Figura 1. El proyecto CONCISE desarrolló su propia metodología de consulta pública. Las consultas se diseñaron para involucrar a cien personas de cada uno de los cinco países participantes y reunirlas para un debate de un día completo sobre la comunicación científica. Se dividió a los participantes en grupos de ocho o diez personas, y se les asignó un moderador y un observador. La discusión se centró en cuatro temas científicos socialmente controvertidos: cambio climático, vacunas, transgénicos y medicina alternativa y complementaria. / Fuente: FyG y AECC

El proyecto CONCISE

CONCISE, Communication role on perception and beliefs of European Union citizens about science (“Papel de la comunicación en la percepción y creencias de la ciudadanía de la Unión Europea sobre la ciencia”), es un proyecto de investigación financiado por la Comisión Europea mediante el programa Horizonte 2020. Lo lidera la Universitat de València y en él participan otras cuatro universidades europeas (Universitat Pompeu Fabra, Universidad de Trnava, Universidad de Łódź y Universidad de Lisboa, mediante el Instituto de Ciencias Sociales), dos organizaciones no gubernamentales (Observa y la Asociación Española de Comunicación Científica) y dos pymes (Danmar Computers y FyG Consultores). Por lo tanto, el proyecto involucra a cinco países: España, Portugal, Italia, Eslovaquia y Polonia.

«En los últimos años, la ciencia ciudadana se ha convertido en una disciplina científica y práctica cuasiautónoma»

El objetivo principal de CONCISE es explorar qué papel cumple la comunicación científica en el origen de las creencias, percepciones y conocimientos relativos a cuestiones científicas. De este modo, investiga los medios o canales por los que la ciudadanía de la UE adquiere conocimientos relacionados con la ciencia, y cómo influyen estos conocimientos en sus ideas y opiniones. Además, el proyecto pretende generar un debate sobre comunicación científica a escala europea que implique a muchas partes interesadas, desde medios de comunicación hasta responsables políticos, de científicos a empresas, de comunicadores de la ciencia a organizaciones civiles. Por último, pero no menos importante, CONCISE se esfuerza por mejorar la participación ciudadana en los procesos de investigación científica, en consonancia con el concepto de investigación e innovación responsable (RRI, por sus siglas en inglés).

El procedimiento metodológico central de estas investigaciones es el de las consultas públicas en los cinco países participantes. Mediante dichas consultas, la ciudadanía participa en el proceso científico y contribuye a la producción científica mediante sus opiniones y sugerencias para mejorar la comunicación de la ciencia.

Las consultas ciudadanas

Optar por la metodología de las consultas ciudadanas como sustituto de las encuestas o las entrevistas (más comunes en estos casos) se debe a la profundidad de la información que se puede recoger mediante este procedimiento. Las discusiones entre ciudadanos permiten comprender mejor las diferencias de opiniones y captar las narrativas y procesos mediante los cuales estos construyen y justifican sus actitudes y creencias en relación con la ciencia. También genera una dinámica participativa que involucra a la ciudadanía en el proceso de investigación, en lugar de utilizarla solo para recopilar información.

Basándose en la literatura disponible sobre métodos participativos (véase, por ejemplo, el catálogo de acciones propuesto en el proyecto europeo Engage 2020), CONCISE desarrolló su propia metodología de consulta pública. Esta se probó en una consulta piloto en Barcelona en marzo de 2019 y luego se mejoró y se aplicó en los cinco países participantes entre septiembre y noviembre de 2019 (Figura 1).

Figura 2. En la mayoría de casos, las localizaciones escogidas para las consultas tenían por objetivo transmitir una sensación de neutralidad con respecto a la autoridad científica. En la imagen, Villa Valmarana ai Nani, en Vicenza, localización de la consulta italiana de CONCISE. / Foto: Danmar

Las consultas se diseñaron para involucrar a cien personas de cada país y reunirlos para un debate de un día completo sobre la comunicación científica. Se dividió a los participantes en grupos de ocho o diez personas y se les asignó una mesa, además de un moderador y un observador que tomaba notas del debate. La discusión se dividió en cuatro sesiones, cada una de ellas centrada en un tema científico controvertido: cambio climático, vacunas, transgénicos y medicina alternativa y complementaria. A la ciudadanía no se le proporcionó información sobre estas cuestiones ni antes ni durante la consulta.

En la mayoría de casos, se pretendió que las localizaciones elegidas para la consulta transmitieran una sensación de neutralidad con respecto a la autoridad científica: un palacio del siglo XVIII en Italia, un jardín botánico en España o un centro cultural en Portugal (Figura 2).

La muestra de cien personas de cada país no pretendía ser representativa de la población de los países (véase en la Figura 3 el ejemplo de la muestra española), sino mostrar una diversidad en cuestión de género, edad, nivel educativo, ocupación y región. También procuró ser inclusiva en lo que respecta a la nacionalidad, el origen migratorio y la diversidad funcional. Si bien los resultados no se pueden extrapolar al conjunto de la población, sí que muestran una amplia variedad de opiniones y percepciones acerca de los cuatro temas. Incluir opiniones de diferentes grupos sociales es fundamental para enriquecer los debates públicos. Esto se aplica también a la ciencia ciudadana y su democratización al alcanzar a un público más amplio. De hecho, los estudios han revelado que los voluntarios para los proyectos de ciencia ciudadana son mayoritariamente hombres con un nivel educativo alto y que ya mostraban actitudes favorables hacia la ciencia antes de su participación (Curtis, 2018; Haklay, 2018). Sin embargo, no fue este el caso del proyecto CONCISE, en el que resultó más fácil implicar a mujeres (Figura 1). Mediante la selección de participantes después del proceso de inscripción pudimos asegurar una mayor diversidad entre estos (Figura 3).

La distribución de la ciudadanía en las mesas se realizó de acuerdo con su nivel educativo. Se quería crear las condiciones idóneas para la libre expresión de opiniones, sin los argumentos de autoridad que pueden surgir en los grupos cuando algunos participantes han alcanzado niveles educativos más altos. Por lo demás, las mesas eran heterogéneas en cuestión de género y edad, para crear una discusión más animada y diversa (Figura 4).

«Las discusiones generan una dinámica participativa que involucra a la ciudadanía en el proceso de investigación, en lugar de utilizarla solo para recopilar información»

El debate en las mesas fue dirigido por los moderadores a partir de un guion diseñado para abordar las preguntas de investigación del proyecto. Para cada tema científico, se preguntaba a los participantes cómo obtenían información científica, cómo evaluaban la fiabilidad de la información y las fuentes y si realizaban búsquedas activas, y de qué manera preferirían recibir dicha información. Estas discusiones se grabaron en audio y se transcribieron textualmente. Después de cada ronda de debate, también se les pidió que realizasen una actividad cuantitativa: una breve encuesta sobre la discusión en dos de los casos, dos preguntas sobre sus actitudes generales hacia la ciencia en otro y una evaluación de titulares de medios digitales en el cuarto.

Los datos recopilados no solo permitieron comprender cómo la ciudadanía percibe y evalúa la información científica, sino también recoger sus sugerencias sobre cómo mejorar la comunicación científica y la presentación de conocimiento científico. El análisis tiene como objetivo identificar las ideas compartidas por los participantes de todas las consultas ciudadanas sobre cuatro aspectos: el mensaje (vocabulario, formato); el medio (medios digitales, sistema educativo, medios tradicionales); los productores (instituciones, científicos, profesores, periodistas, comunicadores científicos) y el público objetivo (niños y niñas, público general, personas mayores, profesionales). El análisis cualitativo del contenido ha permitido evaluar no solo las percepciones y actitudes individuales (y separadas por género, grupo de edad y nivel educativo), sino también los grupos de discusión y las interacciones entre participantes.

Esta información proporcionada por la ciudadanía ha permitido analizar el fenómeno y recomendar políticas (Moreno-Castro et al., 2020). Como se pidió a los participantes que dieran su opinión sobre la propia consulta mediante un cuestionario al final del evento, sus opiniones también ayudarán a mejorar la metodología y a diseñar formas más efectivas de involucrar al público en la investigación científica.

Figura 3. Cada gráfico representa los porcentajes objetivo para reflejar a la población española en la consulta, las personas registradas en la primera fase (antes de realizar ninguna selección) y el porcentaje de participantes que asistieron finalmente a la consulta ciudadana, en relación a cada una de las características que se tuvieron en cuenta a la hora de considerar la diversidad de la muestra. Nota: Cualquier desequilibrio en la suma porcentual se debe al redondeo. / Fuente: CONCISE

Próximos pasos para implicar al público

Como hemos visto, la recopilación de datos es la práctica más frecuente en la ciencia ciudadana. Por lo tanto, de acuerdo con la tipología mencionada anteriormente, se puede considerar a CONCISE como un proyecto contributivo. Pero la ciudadanía puede y debería participar en otras etapas del proyecto, principalmente en recibir la información de los resultados y colaborar con su difusión.

El equipo de CONCISE ya ha generado dos tipos de materiales de divulgación para el público general sobre el proceso de las consultas: infografías (Figura 1) y vídeos (con grabaciones de los eventos y entrevistas con los participantes y organizadores). Los vídeos se enviaron a las personas participantes y estas, a su vez, los compartieron con sus contactos.

Tras concluir el análisis de los datos, el equipo de CONCISE está desarrollando materiales adaptados a diferentes públicos: artículos científicos para los investigadores, informes de políticas para los responsables políticos (Moreno-Castro et al., 2020) y notas de prensa para los medios de comunicación. En todos estos productos se reconoce la participación de la ciudadanía. Sin embargo, también será importante diseñar materiales de difusión accesibles para una audiencia más general, incluyendo a los participantes en la consulta. Estos materiales pueden ser informes escritos con un lenguaje menos hermético, infografías claras y fáciles de entender o vídeos mostrando los resultados más relevantes del proyecto.

La ciudadanía tiene un papel importante en la difusión de las conclusiones en sus redes sociales o entre sus familiares y amigos. Los resultados muestran formas de combatir la desinformación, los bulos y los engaños, de desarrollar estrategias para identificar fuentes de información fiables y basar las decisiones y comportamientos cotidianos en ellas. ¿Y quién mejor para beneficiarse de esta información que el público general? Aunque tenemos la intención de dar recomendaciones a los científicos, comunicadores y responsables políticos, la ciudadanía es la verdadera receptora de nuestro trabajo de investigación.

Referencias

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Agradecimientos

Este proyecto ha sido financiado por el programa de investigación e innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea, según el acuerdo n.º 824537.

© Mètode 2021 - 108. Ciencia ciudadana - Volumen 1 (2021)
Socióloga e investigadora en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa (Portugal). Está especializada en el estudio social de la ciencia.
Socióloga y auxiliar de investigación en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa (Portugal).
Doctora en Química y miembro del equipo de investigación ScienceFlow de la Universitat de València.
Doctorada en Química y miembro del grupo Scienceflows de la Universitat de València (España), en el que investiga sobre la comprensión pública de la ciencia.
Técnica del proyecto CONCISE en la Asociación Espa­ñola de Comunicación Científica (Madrid, España).