El impacto de lo nuevo: la ciencia popular en una época de descubrimientos

“The Impact of Invention: Popular Science in an Age of Discovery”. The Renaissance was an age of discovery and brilliant invention. The advent of printing altered the way in which cultural materials reached society, previously limited to scholars. In this paper we analyze the impact these new discoveries had on people and, in particular, how the new knowledge was conveyed to ordinary readers.

El Renacimiento ha sido calificado a menudo de “época de descubrimientos”. Aunque hoy en día pocos historiadores compartan las opiniones de Jacob Burckhardt, historiador suizo del siglo XIX que dijo que el Renacimiento era la época del “descubrimiento del mundo y del hombre”, es imposible no asombrarse por los importantes descubrimientos científicos y geográficos de esta época. Nuevos mundos, nuevas cosmologías y nuevos inventos parecen ser la característica de este período. Nunca antes la novedad pareció reinar tan soberanamente como durante el Renacimiento.

«Los almanaques fueron una de las formas más populares de literatura científica»

Para los eruditos, los científicos y los príncipes que les patrocinaban, el Renacimiento era una época de inventos brillantes e innovadores. Pero ¿cuál fue el impacto que tuvieron los nuevos descubrimientos sobre “la gente”? ¿Cómo reaccionó la gente corriente frente a los enormes descubrimientos científicos que llevaron a lo que ahora se conoce como la revolución científica? ¿Cómo se trasmitió al lector corriente el conocimiento de los nuevos descubrimientos científicos?

Antes del siglo XVI, el conocimiento científico, como la mayoría de las formas especializadas de conocimiento, estaba aislado de la gente corriente, que era en su mayoría analfabeta o sólo marginalmente culta. La ciencia, un cuerpo de conocimiento creado en las universidades por profesores y transmitido a los estudiantes mediante lecturas y comentarios, estaba incorporada en una tradición textual cuya lengua era el latín, lengua franca de la elite culta. El latín, lengua sólo hablada en las aulas, simbolizaba las barreras que dividían a las culturas docta y popular en la Edad Media. El conocimiento científico no estaba muy extendido, ni tampoco en amplios sectores se poseían o leían libros científicos.

Figura 2. Después de la publicación de los Secreti d’Alessio, aparecieron centenares de “libros de secretos” en toda Europa.

La llegada de la imprenta

La llegada de la imprenta cambió esta situación. A pesar de que la imprenta no borrase los límites entre las culturas docta y popular, alteró permanentemente la distribución de los materiales culturales en la sociedad y facilitó los intercambios de información entre grupos que anteriormente estaban separados por barreras sociales. La cultura que apareció en torno a la imprenta (“cultura impresa”, como dicen los historiadores) agrupó a eruditos, artesanos, comerciantes y humanistas relacionados por intereses comunes (figura 1). A pesar de que el taller del impresor fuera el lugar para dichos intercambios, el impacto cultural de la imprenta se extendió más allá de las casas editoriales. La difusión de la imprenta provocó la creación de una multitud de nuevas ocupaciones, algunas directamente relacionadas con la producción de libros, otras relacionadas con la distribución y regulación de la palabra impresa. Editores, impresores, fundidores, grabadores, cajistas, xilógrafos, correctores, libreros e incluso vendedores ambulantes, cuyos fondos tradicionales aumentaron con folletos e impresos, todos ellos trabajaban en negocios que o bien eran nuevos o bien fueron alterados de forma significativa por la imprenta.

La imprenta también transformó la más antigua actividad relacionada con la producción de libros: la escritura, pues es anacrónico hablar del escritor profesional antes de la llegada de la imprenta. Cuando boticarios, alfareros, marinos, destiladores y comadronas entraron en la imprenta junto con eruditos, humanistas y clérigos, la República de las Letras cambió de forma permanente. Los autores dejaron de escribir libros sólo para una pequeña audiencia de lectores académicos. Surgió un número de lectores más amplio y diverso, y quienes estaban implicados en la producción de libros no podían permitirse ignorar los variados intereses de los nuevos europeos cultos.

La ciencia fue uno de los intereses importantes de los nuevos lectores. El conocimiento científico era práctico, fascinante y a veces sobrecogedor. Tanto en forma de folletos acerca de las maravillas del Nuevo Mundo, como de impresos que desvelan los secretos de la naturaleza, o de libros científicos populares, captó una fracción importante del mercado para el mundo de la imprenta en la temprana Edad Moderna europea.

Figura 3. En un folleto ilustrado por Lucas Cranach, se representa a Martín Lutero como un ternero nacido en Friburgo, con un manto de piel semejante a una cogulla. Lutero lo interpretó como un signo de que el estado monástico no es más que “una apariencia falsa y engañosa y manifestación externa de una vida santa y piadosa”.

Secretos, maravillas y novedades en el cielo

¿Qué tipo de libros científicos interesaban a los lectores populares? En primer lugar y ante todo, aquellos que proporcionaban conocimientos prácticos y consejos técnicos. Una de las formas más populares de literatura científica fueron los almanaques. Escritos casi siempre en lengua vernácula, los almanaques no sólo acercaron la astrología a una amplia audiencia, sino que también se convirtieron en una manera de difundir el conocimiento astronómico. Muchos almanaques constaban de tres partes: (1) el propio almanaque, que mostraba las principales efemérides astronómicas para el año entrante, como eclipses y conjunciones; (2) un calendario, con los días de la semana y los meses, así como las fiestas religiosas; y (3) una serie de pronósticos, o predicciones astrológicas, referidas al tiempo, a los días favorables para tomar medicinas o efectuar sangrías y a la mejor época para sembrar los cultivos.

Los almanaques raramente consideraban los grandes debates cosmológicos del momento. Una notable excepción fue el Prognostication everlasting (Londres, 1576) del inglés Thomas Digges. En un apéndice a este trabajo, Digges dio un breve resumen del sistema de Copérnico que representó un papel importante, pues introdujo así la nueva astronomía entre los lectores ingleses. Sin embargo, los almanaques se hacían con fines prácticos, y la nueva cosmología de Copérnico no parecía ofrecer a los astrólogos ninguna ventaja relevante a la hora de hacer predicciones astrológicas y establecer cartas natales. Incluso así, los que hacían almanaques intentaban a veces hacerlos más atractivos para sus lectores, estableciendo los pronósticos según el nuevo sistema. Así, el astrólogo veneciano Mario Vergieri calculó los pronósticos en su almanaque para 1581 “según los movimientos nuevos y más reales de Copérnico”. A pesar de que los almanaques raramente discutían las bases teóricas, proporcionaron a los lectores populares resúmenes accesibles de los conocimientos astronómicos.

«La idea de la ciencia como una caza impregnaba la ciencia experimental y sus manifestaciones populares durante el período de la revolución científica»

El interés por los acontecimientos celestes originó una extensa literatura sobre pronósticos astrológicos. Se consideraba que cometas, eclipses y nuevas estrellas tenían un significado prodigioso, y se trataban extensamente en la literatura popular. En ocasiones tales presagios celestes produjeron una gran conmoción internacional. En 1519, empezaron a difundirse en la prensa popular noticias sobre una gran conjunción que debía tener lugar en 1524, en la constelación de Piscis. Cientos de almanaques y de impresos predijeron como consecuencia que habría una gran inundación. Mientras los intelectuales debatían, mucha gente en toda Europa dejó su lugar de residencia, en previsión del diluvio. En Roma hubo pánico general. Por supuesto, nunca se produjo la inundación; con todo, este incidente demuestra el poder extraordinario que tenían la astrología y el pronóstico sobre los lectores corrientes.

Figura 4. Las informaciones sobre las novedades del Nuevo Mundo (nuevas plantas y animales, nuevas curaciones y costumbres extrañas) se difundían mediante libros, impresos y folletos. Una de las obras más influyentes que describe los descubrimientos fue la Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales (1569), de Nicolás Monardes.

Otro tipo popular de literatura científica eran los libros que prometían desvelar los ocultos “secretos de la naturaleza”. Los primeros lectores modernos estaban fascinados por las ciencias experimentales de la alquimia, la destilación y la “magia natural”, y los impresores respondieron con satisfacción a este cambio de gustos editando cientos de “libros de secretos” que afirmaban desvelar arcanos de todo tipo, desde recetas para la piedra filosofal hasta curaciones mágicas. Además, los libros de secretos facilitaban una gran cantidad de información práctica para lectores de una nueva clase media emergente, lo que ha llevado a algunos historiadores a relacionarlos con los valores seculares emergentes de la temprana Edad Moderna y destacar su contribución a una época del “cómo se hace”.

El prototipo de estas obras fueron los popularísimos Secreti, del mítico Alessio Piemontese. El humanista veneciano Girolamo Ruscelli (1500-1566), que fue el autor real de los Secreti, afirmó que la obra contenía los resultados experimentales de una “Academia de Secretos” que él, junto con un grupo de experimentadores, fundara en Nápoles en los años 1540. La Academia de los Secretos de Ruscelli es el primer ejemplo registrado de una sociedad científica experimental. Los Secreti de Alessio tuvieron más de cien ediciones y traducciones al inglés, español, alemán, francés, holandés e incluso polaco. La obra todavía se seguía editando en los años 1790.

Tras la publicación de los Secreti de Alessio, aparecieron cientos de “libros de secretos” en toda Europa (figura 2). Su gran popularidad fue factor crítico para dar forma a la idea de la ciencia como una caza de los secretos de la naturaleza. En vez de ver la ciencia como un intento para demostrar lo familiar y lo conocido, los naturalistas del Renacimiento la veían como una caza de nuevos “secretos de la naturaleza”. La idea de la ciencia como una caza impregnaba la ciencia experimental y sus manifestaciones populares durante el período de la revolución científica.

Figura 5. Los libros de “cómo se hace” con mayor difusión fueron un grupo de manuales para artesanos llamados colectivamente Kunstbüchlein (“libritos de artes”), que aparecieron en diversas ciudades alemanas en los años 1530.

Las maravillas fascinaban a los primeros lectores modernos, tanto las informaciones sobre las cosas prodigiosas del Nuevo Mundo como las noticias de nacimientos monstruosos. La multiplicación de folletos e impresos que anunciaban nacimientos monstruosos atestigua el creciente y apremiante interés que existía a principios del siglo XVI sobre los hechos prodigiosos. A menudo, estos folletos coincidían con acontecimientos religiosos y políticos del momento. En un folleto ilustrado por Lucas Cranach, está representado Martín Lutero como un ternero nacido en Friburgo, con un manto de piel semejante a una cogulla. Lutero lo interpretó como un signo de que el estado monástico no es más que “una apariencia falsa y engañosa y manifestación externa de una vida santa y piadosa” (figura 3).

Las informaciones sobre las novedades del Nuevo Mundo (nuevas plantas y animales, nuevas curaciones y costumbres extrañas), se difundían mediante libros, impresos y folletos. Una de las obras más influyentes que describe los descubrimientos fue la Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales (1569; figura 4) de Nicolás Monardes. Escrita inicialmente para médicos, la obra fue rápidamente traducida al inglés y al italiano, y sus “grandes noticias del mundo recién descubierto” (tal como se describe su contenido en la traducción inglesa) se extendieron por toda Europa. Monardes fue uno de los primeros autores en describir las extrañas y maravillosas plantas “medicinales” de América, entre ellas el tabaco, el sasafrás y el guayaco o “madera sagrada”, que era un tratamiento para la sífilis. El tabaco, descrito por Monardes como algo caliente y seco y bueno para una serie de dolencias, desde el dolor de dientes hasta el cáncer, pronto se utilizó más por sus efectos alucinógenos que por sus propiedades curativas. En el siglo XVII, fumar tabaco se convirtió en Europa en una práctica habitual aunque controvertida, dando lugar tanto a ardientes defensores como a clamorosos detractores.

Tecnologías antiguas y modernas

Tradicionalmente, el mundo artesano, el mundo de los materiales y de las técnicas, ha existido independientemente de la palabra escrita. Los artesanos se iniciaban en sus oficios como aprendices, más que siguiendo las instrucciones de un libro. Una de las contribuciones más importantes de la tipografía a la literatura del siglo XVI fue la producción de una gran cantidad de manuales del género “cómo se hace” y de tratados tecnológicos que detallan los aspectos manuales de artes y oficios.

«Los escritores en lenguas vernáculas reclamaban que el conocimiento ya no debía ser solamente la reserva privada de la elite culta, sino que debía ser accesible a cualquiera»

Los libros “cómo se hace” con mayor difusión fueron un grupo de manuales para artesanos llamados colectivamente Kunstbüchlein (“libritos de artes”), que aparecieron en varias ciudades alemanas en los años 1530 (figura 5). Los opúsculos se convirtieron rápidamente en éxitos de ventas, y se reimprimieron decenas de veces durante los siglos XVI y XVII. A pesar de que en un principio fueron escritos para artesanos, el impacto que tuvieron no se limitó a los talleres artesanales. Los lectores corrientes reclamaban información práctica que pudieran utilizar para poder progresar por sí mismos en sus negocios. Los manuales para artesanos como el Kunstbüchlein respondían a esta demanda.

El Kunstbüchlein también acercó el “laboratorio” de los artesanos a los intelectuales, permitiendo a los científicos comparar afirmaciones teóricas con resultados tecnológicos. La publicación de gran número de guías técnicas causó un influjo permanente en la mentalidad de la clase media europea. Los libros técnicos levantaron el velo de misterio que envolvía a los artesanos y demostraron que la habilidad técnica no era una cuestión de ingenio sino meramente de saber “cómo se hace”.

Figura 6. Los almanaques, los libros de secretos y los folletos que trasmitían los descubrimientos del Nuevo Mundo se vendían en las librerías de todas las ciudades importantes y se convirtieron en una parte estándar de las mercancías de los vendedores ambulantes.

Una nueva profesión: el científico divulgador

El escritor profesional fue una creación de la imprenta. Antes de la llegada de la imprenta, era prácticamente imposible ganarse la vida sólo como autor. Sin embargo, la imprenta hizo posible que algunas personas pudieran vivir solamente de su pluma. Una de ellas fue Walther Hermann Ryff (ca. 1500-1548), con mucho el escritor científico alemán más prolífico y más conocido. Ryff estudió para boticario, y publicó más de cuarenta libros, que tuvieron más de doscientas ediciones. Al igual que muchos escritores populares, copió libremente de obras ya existentes y de libros académicos traducidos a la lengua vernácula. Ryff conocía a sus lectores, su lengua y sus intereses. Sus libros, que se vendían en ferias y mercados y que eran distribuidos por vendedores ambulantes, se leían por millares, y revelaron el conocimiento científico que hasta entonces era coto exclusivo de la cultura docta.

No es sorprendente que la proliferación de tratados científicos y médicos en lengua vernácula provocara una respuesta airada de los académicos. El escritor popular alemán Lorenz Fries se lamentaba de que era “odiado y perseguido por los médicos por publicar el arte de la medicina en lengua alemana”. Naturalmente, la cuestión real no era la capacidad de la lengua vernácula para transmitir los conocimientos médicos. El fondo del debate era una preocupación más imperiosa: la proliferación de libros médicos en lengua vernácula incrementó el repertorio de remedios populares, el principal rival de los médicos en un mercado médico crecientemente competitivo.

Incluso si los escritores populares evitaron criticar abiertamente al sistema, sus obras originaron sin embargo un importante debate sobre la “tiranía del latín” en las profesiones y supusieron un desafío a la hegemonía de los médicos en asuntos de salud. Al defender el uso del vernáculo con el argumento de que los antiguos escribían en su propia lengua materna, los escritores en lenguas vernáculas reclamaban que el conocimiento ya no debía ser solamente la reserva privada de la elite culta, sino que debía ser accesible a cualquiera.

En la temprana Edad Moderna, se distribuía literatura popular científica y médica en muchas partes de Europa. A pesar de que las tasas de alfabetización variasen de una región a otra y de un país a otro, los historiadores han mostrado cómo la imprenta tuvo en Europa un impacto significativo en la configuración de la cultura popular. Los almanaques, los libros de secretos y los folletos que trasmitían los descubrimientos del Nuevo Mundo se vendían en las librerías de todas las ciudades importantes y se convirtieron en una parte estándar de las mercancías de los vendedores ambulantes (figura 6). En muchos países protestantes, el almanaque fue, con la única excepción de la Biblia, el libro que se podía encontrar más fácilmente en las casas del siglo XVII. Algunos historiadores han especulado que la difusión de la literatura popular científica y técnica contribuyó al declive de la visión mágica del mundo y promovió una mayor comprensión del mundo creado artificialmente. Los libros de recetas técnicas traducían los “secretos” de los artesanos a simples reglas y procedimientos, reemplazando la astucia del artesano por el saber “cómo se hace” del tecnólogo, mientras que la “magia matemática” se convirtió en una manera de reducir las “maravillas” a dispositivos mecánicos de entretenimiento. Incluso así, uno de los resultados más importantes de la revolución científica fue abrir un foso cada vez mayor entre las concepciones abstractas y teóricas de las clases educadas y la visión del mundo simple y empírica de la mayoría de la población. La literatura científica popular, a pesar de su volumen, probablemente no hizo mucho para llenar este abismo.

© Mètode 2004 - 41. Disponible solo en versión digital. Ciencia animada - Primavera 2004

Profesor de la New Mexico State University, EE UU.